lunes, 25 de junio de 2012

Héctor Soto: sobre el cine chileno reciente y la ausencia del público

El crítico chileno Héctor Soto ha publicado en su blog un interesante artículo sobre el divorcio del publico con las últimas películas chilenas estrenadas. Entre nosotros, que vivimos una realidad parecida, podemos encontrar algunos temas para reflexionar, como estos:

"...Primero: el cine no nació sólo para contar historias, pero las películas que las cuentan -sea una historia de la vida real o de la ficción- nos gustan mucho más que las otras. Segundo: la finalidad de las películas quizás no sea únicamente emocionar, pero aquellas que nos emocionan suelen gustarnos más que aquellas que no lo hacen. Y tercero: los mecanismos de la emoción son muchos, amplios y heterogéneos, pero los que están más a ras de suelo, más al alcance de la mano, son aquellos que mueven al espectador a identificarse con el protagonista, o al menos a empatizar con él, para acompañarlo en lo que siente. La idea es que el público se reconozca o proyecte en las situaciones que la película presenta.
Es cierto que todo esto nos mantiene dentro del cine convencional. Claro, es difícil suscribir estas verdades y correr al mismo tiempo las fronteras de la expresión fílmica. Sin embargo, nada de esto impide que se pueda hacer cine moderno, cine de autor, un cine muy personal, incluso, y completamente reñido con las convenciones estandarizadas de la producción más industrial.

¿A qué viene todo esto? Viene a cuento de la necesidad de ir encontrando explicaciones para las crecientes dificultades que está teniendo el cine chileno para encontrarse con el público. Aunque a ningún realizador local le gusta que se lo recuerden, las cifras que están teniendo las películas nacionales son deprimentes (La lección de pintura, Bonsái, El año del tigre, Lupita y otros títulos de menor repercusión). Hasta Joven y alocada anduvo bajo las expectativas. A estas alturas hasta es pertinente poner en entredicho la práctica de someter al estrés de la cartelera comercial realizaciones que van derecho a salas vacías. ¿Qué sentido tiene humillar a películas y realizadores en la cartelera comercial? ¿Por qué no buscar circuitos alternativos? El tema no es irrelevante. La conexión con el público es garantía de solidez y autonomía para el creador. Y la desconexión sistémica es peligrosa. La taquilla no es ni debe ser el único indicador para saber si las producciones locales califican o andan perdidas. Pero -vamos- las cifras entregan una primera aproximación sobre si conectan o no con su audiencia. Y el hecho concreto es que los estrenos recientes no están conectando.

Se dirá -y es una verdad del porte de una catedral- que hoy las películas ya no nacen libres ni iguales y que el cine transnacional es dueño no sólo de la cancha, sino también de la pelota y que no deja espacio a la producción independiente o local. Es cierto y este factor es una parte muy importante del problema.

Pero hay otra parte, no menor, que tiene que ver con el tipo de películas que estamos haciendo y de historias que estamos contando. Y ahí estamos girando en banda. Es una ironía, gran ironía, que la primera historia de amor del cine chileno en años sea de amor homosexual (Mi último round). Desde que el cine es cine, la más consabida fórmula narrativa es “chico conoce a chica”. En Chile, sin embargo, no es así. Tuvo que estrenarse la película de Julio Jorquera para comprobar que en esa matriz todavía pueden hacerse cosas de interés. Da lo mismo que en su caso sea chico conoce a chico. Los resortes son los mismos y funcionan igual (...)

El artículo sigue y lo pueden encontrar completo aquí:
http://blog.latercera.com/blog/hsoto/entry/dias_de_cine_girando_en

2 comentarios:

Oscar Contreras Morales dijo...

Se vuelve a cuestionar -de manera impecable por Héctor Soto- por qué nuestros públicos no se conectan con el cine de autor. Por qué las carreras de los cineastas personalísimos (en Chile, en Perú y en América Latina)carecen de sustento por su reiterado fracaso en taquilla. Y (lo más terrible) por qué esa obra no genera poder de recordación en el espectador. De acuerdo a Héctor Soto, la clase de películas y la manera de contar las historias es la respuesta que resuena en el viento.
Es una respuesta concreta, honesta y que analiza otras variables del fenómeno. Por ejemplo, el dominio oligopólico transnacional en la producción, exhibición y distribución de películas; o los populismos cinematográficos que irrumpen por aquí y por allá.
Decir (como ocurrió hace unos meses en este Blog) que la "supremacía" del cine de ficción por sobre el cine documental -y otras formas avanzadas- se debe a que la crítica canónica -la intelligentsia del cine- ha impuesto unilateralmente una versión de los hechos, un gusto, escribiendo su propia versión de la Historia....resulta poco menos que trasnochado. Reclamar una "visión de los vencidos" no contribuye en nada al debate.
Objetivamente, la gente en Chile no va a ver películas de autor chilenas; no las recuerda; y los cineastas no tienen posibilidades de consolidar una carrera. Estas conclusiones son extrapolables a la realidad peruana. Independientemente de los atributos artísticos o de los hallazgos y avances que se puedan encontar en muchas películas modernas chilenas o peruanas.
Entonces, no es tanto un problema de reivindicación o diatriba como de estrategia para desarrollar una obra personal dentro del cine. Un cine como el actual donde las películas ya no nacen libres e independientes, como refiere Soto parafraseando a Truffaut.
Y que exigen de parte de los directores no un comportamiento populista, alienado, operario, claudicante. No. Sino actitudes profesionales proactivas, inventivas, profundamente críticas. Piensese en los cineastas "ilusionistas", "contrabandistas" e "iconoclastas" a los que alude Martin Scorsese y Michael Henry Wilson en su Viaje Personal por el Cine Americano.
No se trata de subvertir sino de transformar.

Soto remata muy bien su texto:

"...es arriesgado creer que se puedan hacer películas de interés con puros personajes pasivos y fatigados, sin voluntad ni deseo, y a los cuales les pasan cosas tal como “le pasa” la micro al señor que lo atropellaron cuando iba distraído. Cuidado. Con héroes desganados, confundidos o lateados, en principio es difícil interesar o entusiasmar. Con caracteres desagradables también. Por cierto, no se trata de que todo el mundo tenga la elegancia de Cary Grant ni el encanto de Cameron Diaz. Por ahí no va la cosa. Pero ha llegado el momento de volver o de comenzar a pensar en caracteres que en alguna zona puedan interpretarnos, provocarnos emplazarnos o ponernos al menos nerviosos. Nada de eso está ocurriendo..."

No quiero insistir más con mi provocación del "cine ansiolítico e inductor del sueño". Aunque algunas de mis provocaciones calzan con las ideas de Héctor Soto. Un cine sin riesgos es un cine insustentable. El riesgo de hoy pasa por "volver a ponernos nerviosos" con caracteres identificables. Con eso no quiero decir que pasemos bruscamente de Alberto Angulo Chumacero a Cary Grant.

Oscar Contreras

Anónimo dijo...

A ver, ejemplos concretos. Cuáles son los caracteres identificables de una sociedad tan resquebrajada como la limeña? Los de Al fondo hay sitio?! Dudo mucho que lo sean. Podemos ver caracteres identificables con la sociedad gringa en Transformers o anglosajona en general con Harry Potter?