"Yatasto", película cordobesa del catalán Hermes Paralluelo, es una de las cintas indispensables del festival Lima independiente.
Con total austeridad, "Yatasto" muestra el mundo de tres chicos que recorren la ciudad montados en un coche jalado por un caballo. Recogen cartones para vender y se las agencian para alimentarse. Viven en los suburbios de Córdoba. Conversan en una jerga ininteligible y la pobreza los acosa, pero no les quita el impulso vital y las expectativas para entrenar un caballo o triunfar como jinetes. También los vemos en su mundo familiar, de padres ausentes o invalidados, organizado en torno a la presencia de mujeres que dictan reglas y establecen un sentido de continuidad a la vida. La abuela es la memoria de la tradición familiar y la custodia del oficio inmemorial de cocheros y cartoneros. Encarna la lógica de la supervivencia y establece las normas para seguir resistiendo.
Paralluelo combina con una seguridad extraordinaria las técnicas del cine de observación documental, casi de registro etnográfico, con la reconstrucción de ambientes de gran presencia plástica. La cámara fija sienta reales, incluso cuando el encuadre es móvil. Esa tensión entre la estabilidad del encuadre y la movilidad de los fondos o del entorno, notoria sobre todo en las escenas de los muchachos en el carro, aporta un sentido básico de la película: la contradicción permanente entre el esfuerzo laboral, siempre repetido, igual todos los días, y las posibilidades (o imposibilidades) apuntadas por la imaginación en sus diálogos: la educación, la obtención de dinero, el futuro. Pero no solo eso. La cámara quieta convoca la intimidad del testimonio directo. La movilidad de los fondos nos enfrenta a la crónica urbana y documentada. Y ambas dimensiones se desarrollan al mismo tiempo. Dijimos antes que los encuadres mostraban un notable trabajo plástico. De encuadres precisos y compuestos pero no acicalados. La miseria nunca es cosmética en "Yatasto".
Ricardo Bedoya
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