Maurice Pialat se cuida de la lección de historia, del patetismo biográfico, del guiño retrospectivo para especialistas o aficionados de la obra del pintor. No hace pictoricismo, ni intenta mimetizar el estilo del filme a los rasgos intensos de una obra, ni realiza una película sobre el trabajo del pintor, sobre el gran hombre convertido en estrella o personaje, sobre sus obsesiones o crispaciones, como era el caso de "Sed de vivir", de Vincente Minnelli. Tampoco sobre un mundo transmutado por los ojos del artista.
El "Van Gogh" de Pialat muestra a un hombre que vive y pinta sin hacer ostentación de nada. Importan los gestos cotidianos cogidos al desgaire por una cámara atenta a los cambios de la luz, a la fluencia del río, al baile jubiloso y popular, al reposo luego del almuerzo campestre. Al tiempo que pasa. Es el registro, casi la crónica, de una intimidad contrastada con la mirada global de lo que pasa en el mundo, allá lejos. La visita rutinaria al burdel pesa tanto como los hechos y noticias de la C
Para Pialat, Van Gogh es un hombre de entonces y de ahora. La apariencia del actor Jacques Dutronc es fundamental: reemplaza el carisma, el parecido físico y la fotogenia por un talante fibroso, hosco, común. La ambientación de época es apenas un signo que remite al pasado. El mobiliario, vestuario, decorados, y hasta los diálogos, tienen la textura de lo usual, de lo vigente en ésta o en cualquier época.
Ricardo Bedoya
2 comentarios:
Sí, original enfoque el mostrar a ese Van Gogh cotidiano, natural; y a la vez cansino enfoque, ya que nos encontramos con otra película francesa enamorada por las campiñas de su país.
De todas formas, un enorme Dutronc.
Es la enseñanza de Jean Renoir, y no una coquetería cualquiera.
Bernales
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