El 21 de octubre, Gonzalo Ladines presentará Rumeits en La Ventana Indiscreta de la Universidad de Lima. Se trata del cuarto corto del cineasta. Antes pudimos ver Un día, una chica; Jacinta y la sangre; y DO-MIN-GO. En el primero se representan episodios de la vida de una joven en un pequeño departamento; en el segundo se cuenta la historia de una pareja de hermanos incestuosos perturbados por la visita de un pretendiente; en el tercero dos amigos pasan algunas horas juntos en una casa antes de que uno de ellos realice un viaje que los separará. En Rumeits un chico trata de convencer a su compañera de cuarto, lesbiana y amiga de la infancia, de que se acueste con él.
Los cuatro cortos, a pesar de sus diferencias argumentales y estilísticas, tienen sustanciales elementos en común. Figuras de ingravidez los habitan. Un día, una chica, comienza y culmina con la imagen de una mariposa de cristal colgada de un hilo. En DO-MIN-GO, el vapor invade el baño turco empañando el vidrio a través del cual observábamos instantes antes a unos amigos, solo aparentemente inmóviles, en realidad íntimamente inquietos. En Rumeits, mientras la pareja conversa en el malecón, al fondo distinguimos un parapente flotando en el cielo. La levedad y el tiempo detenido predominan en estos relatos protagonizados por jóvenes, personajes en suspenso entre la niñez que ha terminado y la adultez que los reclama. El reclamo de la madurez, que interrumpe el delicado estado de gracia, adquiere a menudo la forma de un timbrado. Sobre la imagen final de la mariposa colgada, en Un día, una chica, escuchamos el tono perentorio de un teléfono; en Jacinta y la sangre el mismo ruido anuncia la llegada del intruso que perturbará el limbo que habitan los hermanos incestuosos; el sonido se repite al terminar Rumeits: es la madre quien llama, y el protagonista decide postergar su respuesta.
Ese tiempo suspendido que se quiere preservar puede parecer vacío, pero –en realidad- está lleno de sensaciones, de miradas furtivas, de deliciosa tensión entre los cuerpos, de música, silencio o diálogo, y de citas cinéfilas un poco a la manera de la Nouvelle Vague. En Un día, una chica no hay palabras, pero la protagonista viste y baila como Anna Karina; en Jacinta y la sangre los parlamentos son intencionalmente farsescos y se alude jocosamente a Psicosis de Hitchcock; en DO-MIN-GO se hace gala de un diálogo minimalista que recuerda a Jim Jarmush o Kevin Smith; y en Rumeits impera una verborrea graciosa e inteligente que homenajea a Woody Allen, Eric Rohmer y Richard Linklater. El efecto, sin embargo, es similar en los cuatro cortos: El tiempo detenido se desea eterno mas se sabe precario; el disfrute moroso de la utopía se teme fugaz.
Los cortos de Gonzalo Ladines recuerdan a los filmes de la Nouvelle Vague no solo por las citas cinéfilas. Los evocan por el placer de hacer cine y de ser joven que transmiten; y por la fugacidad que sugieren: Fugacidad de la imagen y de la juventud. Son ingrávidos y gentiles como los mundos que gustaban a Machado, pero se hallan en la antípoda de la vacuidad. Ya Tarkovski recomendaba en Stalker ser leves como niños, y alertaba que conforme envejecemos vamos adquiriendo el peso del cadáver que seremos. Los cortos de Ladines –como sus personajes- no ignoran a la muerte, pero la hacen esperar con gracia y estilo. Están llenos de vida.
Emilio Bustamante
Los cuatro cortos, a pesar de sus diferencias argumentales y estilísticas, tienen sustanciales elementos en común. Figuras de ingravidez los habitan. Un día, una chica, comienza y culmina con la imagen de una mariposa de cristal colgada de un hilo. En DO-MIN-GO, el vapor invade el baño turco empañando el vidrio a través del cual observábamos instantes antes a unos amigos, solo aparentemente inmóviles, en realidad íntimamente inquietos. En Rumeits, mientras la pareja conversa en el malecón, al fondo distinguimos un parapente flotando en el cielo. La levedad y el tiempo detenido predominan en estos relatos protagonizados por jóvenes, personajes en suspenso entre la niñez que ha terminado y la adultez que los reclama. El reclamo de la madurez, que interrumpe el delicado estado de gracia, adquiere a menudo la forma de un timbrado. Sobre la imagen final de la mariposa colgada, en Un día, una chica, escuchamos el tono perentorio de un teléfono; en Jacinta y la sangre el mismo ruido anuncia la llegada del intruso que perturbará el limbo que habitan los hermanos incestuosos; el sonido se repite al terminar Rumeits: es la madre quien llama, y el protagonista decide postergar su respuesta.
Ese tiempo suspendido que se quiere preservar puede parecer vacío, pero –en realidad- está lleno de sensaciones, de miradas furtivas, de deliciosa tensión entre los cuerpos, de música, silencio o diálogo, y de citas cinéfilas un poco a la manera de la Nouvelle Vague. En Un día, una chica no hay palabras, pero la protagonista viste y baila como Anna Karina; en Jacinta y la sangre los parlamentos son intencionalmente farsescos y se alude jocosamente a Psicosis de Hitchcock; en DO-MIN-GO se hace gala de un diálogo minimalista que recuerda a Jim Jarmush o Kevin Smith; y en Rumeits impera una verborrea graciosa e inteligente que homenajea a Woody Allen, Eric Rohmer y Richard Linklater. El efecto, sin embargo, es similar en los cuatro cortos: El tiempo detenido se desea eterno mas se sabe precario; el disfrute moroso de la utopía se teme fugaz.
Los cortos de Gonzalo Ladines recuerdan a los filmes de la Nouvelle Vague no solo por las citas cinéfilas. Los evocan por el placer de hacer cine y de ser joven que transmiten; y por la fugacidad que sugieren: Fugacidad de la imagen y de la juventud. Son ingrávidos y gentiles como los mundos que gustaban a Machado, pero se hallan en la antípoda de la vacuidad. Ya Tarkovski recomendaba en Stalker ser leves como niños, y alertaba que conforme envejecemos vamos adquiriendo el peso del cadáver que seremos. Los cortos de Ladines –como sus personajes- no ignoran a la muerte, pero la hacen esperar con gracia y estilo. Están llenos de vida.
Emilio Bustamante
4 comentarios:
A que hora es la presentación del corto en La Ventana Indiscreta?
A las 7.30 de la noche
Emilio, extraño tus clases de géneros audiovisuales...siempre es bueno leer un post tuyo!!
Un poco exagerado este post. Los cortos son simpáticos pero compararlos con los de la Nouvelle Vague me parece un TREMENDO exceso.
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