“El último exorcismo”, de Daniel Stamm, prueba que el género de terror está siempre en movimiento, se actualiza y fusiona con otros géneros, cambia, experimenta.
Las primeras imágenes de la película dan una impresión de “ya visto”: la cámara movediza sobre el hombro del operador sigue a un personaje en su actividad ordinaria. Es decir, el truco de “El proyecto de la bruja de Blair” o de “REC”: enfrentar el horror sobreviniente, que rompe lo cotidiano, con el estilo del reportaje. Por cierto algo hay aquí de eso, pero el camino es distinto y, si se quiere, más atractivo, porque el reporteado es el pastor Cotton Marcus (Patrick Fabian) Mediático, cínico, escéptico, permite que lo siga el equipo que realiza un documental sobre su último exorcismo y ante el que descubre sus malas artes. Es un exorcista que no cree ni en Dios ni en el demonio; es un fraude dispuesto a protagonizar un truculento “reality show”.
Manteniendo invariable el estilo de reportaje trucado, viajamos con Cotton y el equipo hacia la zona rural de Louisiana donde llevará a cabo una de sus “performances” frente a una “endemoniada” adolescente, hija de un angustiado y fiel creyente. Es entonces que la película se encamina por vías inesperadas. “El falso documental” empieza a mostrar su capacidad para descubrir un mundo agobiado por la superstición, la superchería religiosa y el fundamentalismo. La ignorancia estimula la credulidad ante el fraude y provoca una violencia que tensa la narración.
Aun sabiendo que el exorcismo de Cotton es un engaño, las apariencias llevan a creer que tal vez exista algo sobrenatural ahí. El clima ominoso que contradice la transparencia y legibilidad de la imagen digital, el ambiente cargado y lo aparatoso del cuadro de transformación de la “poseída” son pistas que conducen hacia el dominio de lo fantástico. De pronto, se muestra el revés del miedo, el mecanismo de la ilusión, el truco que provoca escalofrío. “El último exorcismo” juega a desmontar los recursos persuasivos del terror.
Pero en seguida el clima del horror vuelve a aparecer y hasta el personaje principal se ve involucrado en él. Hasta el tramposo pastor parece empezar a creer en el demonio. La película nos coloca en una posición ambivalente: con la incredulidad suspendida, los espectadores estamos dispuestos a aceptar la presencia demoníaca, pero también la posibilidad de horrores cotidianos, patologías arraigadas, violencia doméstica, incesto. Todo es posible en ese mundo de fanatismos medievales.
Durante casi toda la proyección estamos en el umbral de una explicación realista y científica del asunto que la película se niega a dar. El director Daniel Stamm sabe que las buenas cintas del género de terror se mueven en los intersticios, desplazándose entre lo probable y lo improbable hasta llegar a una inequívoca resolución.
La actuación de Ashley Bell, como Nell, la endemoniada, es clave en este logro: sus gestos y actitudes se mantienen en una zona incierta en la que conviven la inocencia y la perturbación. Como también se mantienen en una frontera los recursos usados en la película: los movimientos súbitos de objetos y torsiones corporales prescinden de los efectos especiales más elaborados y aparatosos. Todo aquí tiene un aire artesanal, de película barata de serie B.
La secuencia final es, tal vez, discutible, pero redondea la faena fantástica. Es un homenaje además a clásicos como “El bebe de Rosemary” de Polanski, “Magia negra” de Terence Fisher, “The Wicker Man” de Robin Hardy, y a un gran filme de terror olvidado de los años setenta, “Carrera contra el diablo” de Jack Starret.
Ricardo Bedoya
3 comentarios:
El exorcista post bruja de Blair
solo por jugar, lo que escribí en mi facebook.
"EL ÚLTIMO EXORCISMO" (Daniel Stamm, 2010): ♥½
• Que las películas de exorcismo --a estas alturas, un subgénero cinematográfico-- y las películas de "camarógrafo como parte de la narrativa" --otro subgénero-- se encontraran y procrearan, era solo cuestión de tiempo. Aquí está el resultado. Por cierto, se necesita de un filme en el que el poseído sea un hombre y la exorcista una mujer, para variar.
• La subjetivísima pregunta, la más importante de todas en una película de terror: ¿asusta? La respuesta, subjetivísima también: "no mucho". A mí me asustó Actividad Paranormal; el lector se encuentra en libertad de sacar sus conclusiones.
• Lo cierto es que, si uno acepta su efectismo como condición intrínseca, "El último exorcismo" funciona bien --buen casting, buen tono, buen ritmo-- aunque tiembla en sus cimientos debido a un guion mañoso: la misma premisa del filme, donde un pastor evangélico se propone hacer un documental que denuncia el simulacro y la farsa detrás de los exorcismos, siendo él mismo el protagonista-estafador que inmola su reputación en el proceso, resulta intragable. Intragables son, también, varios de los puntos en los cuales se apoya el guion para hacer que la acción avance.
• Un filme en el cual todo-aquello-que-se-ve-ha-sido-registrado-por-una-cámara-que-es-parte-de-la-narrativa se encuentra, por naturaleza, limitado... Y aparecen las situaciones increíbles: aquí una adolescente poseída coge la cámara para registrarse a sí misma; allá el omnipresente camarógrafo filma todo evento perturbador, incluso cuando su propia vida peligra. El encuadre tembloroso, el fuera de foco y la iluminación cruda se convierten, entonces, en pura superficie sin dentrura. Piénsese en una película Dogma hecha por M. Night Shyamalan.
• Del mismo modo, un filme como este, que se presenta en términos de 'cinema verité' resulta tramposo en su hechura: la edición delata sin dudas la existencia de una segunda cámara --véase el uso del plano-contraplano-- y la musicalización destroza el tono 'material encontrado' que se quiere establecer. La película ha sido obviamente registrada en celuloide, pero la ficción nos la presenta como una cámara de video.
• Resulta claro, pues, que al director le importa un rábano la perfección formal, e incluso los cuestionamientos teológicos prometidos en los minutos iniciales del filme: ateniéndose a estas limitaciones --serias-- la película es incluso disfrutable, y da un giro hacia el final que resulta inquietante. Aunque no claro del todo.
• La secuencia última, desde luego, será la ineludible en todas las películas de este corte: aquella persecusión donde la cámara deja de registrar rostros o cuerpos para grabar "al vuelo" superficies vertiginosas porque el camarógrafo está corriendo por su vida, borrándose toda referencia en el encuadre. Piénsese en Brakhage, o piense usted si valió la pena gastar S/. 26 (dos entradas al cine en día del espectador, más un pote de pop corn con chicha morada) en venir a ver esto. Si usted ya vio "El proyecto de la bruja de Blair" y "Rec", puede decir que ya ha visto esta película.
Sólo por jugar, sr. Bedón, no compre canchita y le saldrá barata la cosa... ¿ya?
Publicar un comentario