miércoles, 7 de mayo de 2008

Promesas peligrosas: cuerpos descifrados


La última película del canadiense David Cronenberg es un “filme negro” apasionante.

Sus componentes son la ciudad; el universo criminal enclavado en ella como un tumor; los ritos de filiación, pertenencia y asociación a una célula mafiosa que es, a la vez, una fraternidad; la violencia seca pero extrema; las relaciones amorosas de naturaleza ambigua; el juego de apariencias entre los responsables del delito; la simulación y la intriga; las identidades dobles u ocultas; la agresión que se transmite de generación en generación, por vía genética, y se difunde como un virus.

El realizador de Parásitos mortales, La rabia, El engendro del diablo, La mosca, Dead Ringers, M. Butterfly, Crash, Una historia violenta, entre otras, es un director obsesivo. Vuelve, una y otra vez, sobre motivos y asuntos recurrentes. La familia, por ejemplo. O la dualidad esencial de sus personajes, historias y ambientes.

Pero esta vez reviste todo ello con los recursos del género, a la manera de una película tradicional, impulsando la historia con la promesa de una aventura peligrosa en el mundo de los gangsters rusos en Londres.

Pero esos signos genéricos son apenas una fachada, porque las promesas del título resultan ilusorias y todo en esta película parece ser lo que en verdad no es.

Promesas peligrosas está construida sobre una sucesión de signos engañosos que operan como señuelos y propuestas de sentidos que no admiten lecturas literales o ingenuas. Como las "promesas del Este" anunciadas por el título original, que se descubren como trampas fatales para las mujeres que creen en ellas, o como la presencia de un Londres casi escenográfico, construido con piezas de una geografía ideal o compuesta, a la manera en que Pudovkin concebía un espacio fílmico hecho con fragmentos heterogéneos reconocibles y combinados en el montaje. Una capital que se resume en algunas calles apenas entrevistas, en los espacios de un hospital o en el fondo del siniestro callejón que conduce al río donde se tiran los deshechos de la mafia.

O como el enclave del restaurante ruso, con su apariencia cálida, de tapices rojos y sillones imperiales, evocativos de la Rusia milenaria, donde se escucha Oci ciornie, pero que oculta trasfondos, salones y sótanos destinados a la tortura, el asesinato o la iniciación mafiosa, que es el nacimiento a la verdadera promesa del Este.

O como la apariencia de la joven moribunda que luce, ante los ojos del farmacéutico, como una drogadicta desesperada. O como la actitud de Semyon (Armin Mueller-Stahl) que niega su relación de sangre con la recién nacida pero sin alterar el vínculo patriarcal, es decir la sujeción absoluta al interior del clan criminal.

Como engañosa es también la hermandad entre Kirill (Vincent Cassel) y Nikolai (Viggo Mortensen), que se mueve en la ambigüedad de una amistad masculina erotizada hasta el punto mismo de transformar la figura del “hermano” en una promesa de “amante”.

O como los signos navideños de la época en que transcurre la acción y que incluyen el nacimiento de una niña y, más importante aún, el Renacimiento de Nikolai. Signos equívocos porque ni la Navidad ni el nacimiento ni el Renacimiento resultan episodios felices o gozosos, sino preámbulos para adentrarnos en otro tipo de filiaciones y paternidades, clandestinas y perversas. Y más engañosos aún cuando percibimos que el Renacimiento de Nikolai se basa en la lectura literal de otros signos ilusorios, los tatuajes de su cuerpo, exhibidos ante la crédula jerarquía mafiosa, pero contradichos por la verdadera identidad del chofer.

Como en muchas películas del género “criminal”, todo arranca con una situación paradójica que siembra una incógnita: el alumbramiento de emergencia, anunciado por la mancha de sangre que vemos como un tatuaje en el suelo de la farmacia. Una joven rusa muere al dar a luz y deja un diario personal que Anna, la enfermera de partos de un hospital londinense (Naomi Watts), de ascendientes rusos, decide traducir. Le atraen el origen de la muchacha, las circunstancias de su muerte y el destino de la recién nacida.

El cuaderno de notas encontrado por Anna se convierte en la llave que abre la puerta de un restaurante ruso que es fachada de un mundo subterráneo, paralelo y secreto, sociedad ilegal regida por normas implacables, que coexiste con la sociedad de afuera y de arriba.

El nacimiento de la niña tiene como contraparte la muerte de la madre y el comienzo de una pesquisa: la traducción de un texto debe conducir a la resolución de enigmas que se multiplican. ¿Quién es la niña, quién fue su madre, quién el padre, cuáles fueron esas “promesas del Este” que terminaron en tragedia?

La idea de traducir para sobrevivir es central en Promesas peligrosas: supone descifrar sentidos, descodificar, desentrañar las dimensiones ocultas o simbólicas de mensajes que proliferan en textos escritos o en signos grabados, como estigmas, en la piel.

Anna impulsa la traducción literal del diario de la joven, encargando el trabajo a su tío, encarnado por el cineasta Jerzy Skolimowski (otro signo engañoso: un polaco que funge de ruso), pero es Nikolai, “el chofer”, quien se convierte en el “lector” privilegiado de esta historia, ya que traduce la clave oculta del clan familiar, como un alfil que descubre el camino para poner en jaque al Rey.

La paciente traducción de Nikolai le lleva a comprender que todos los sentidos giran en torno al gran Signo del Padre, el de la sociedad criminal.

Padre simbólico oculto bajo una espesa red de significantes, que aparecen como imágenes rebotadas por los espejos de un laberinto (el restaurante lleno de trasfondos; las fórmulas de lealtad familiar que esconden órdenes de muerte; las “promesas” convertidas en trabajos forzados).

A la fraternidad mafiosa de los Vory V Zakone se llega renunciando de palabra a la herencia genética y repudiando a la propia genealogía, y se consolida con pruebas de lealtad e inscripciones corporales que se tatúan como hitos de la evolución y el crecimiento personal de cada uno de sus miembros.

Por eso, Promesas peligrosas describe una Natividad maligna. Si la Navidad cristiana es la Promesa del itinerario del Niño que nace, se hace Hombre, acepta su destino, se mide con el Padre y comparte su lugar, el Renacimiento de Nikolai ocurre cuando ya cumplió su trayectoria esencial torturando y matando. Sólo le queda renacer para administrar el Signo del Padre.

Para llegar hasta allí, Nikolai ya encaró a los significantes del poder dispuestos como una telaraña. Los leyó, tradujo y descifró.

¿Qué leyó Nikolai ?

La esencial duplicidad de todo. La del Jefe (Armin Mueller-Stahl, en una actuación impecable y terrorífica), que ejerce poder pero niega su nueva filiación y parece melancólico pero es despiadado; la del hijo biológico Kirill (Vincent Cassel), psicópata peligroso pero frágil en el amor por su amigo Nikolai, que lo manipula y controla por los afectos; la de la organización, que ofrece el sacrificio de un miembro (Nikolai) pero entrega a otro, el infeliz y fronterizo sobrino.

Pero Nikolai, sobre todo, ha leído su propia misión, comprendiendo su naturaleza dual: él, que fue un hombre que estuvo del lado de la ley, ya no es el mismo. La bestia que reacciona por puro instinto, impulsado por la agresión primaria y natural en la formidable escena del baño turco, no tiene camino de regreso. El también era un signo engañoso, pero ha terminado por despejarse. Su cuerpo desnudo y tatuado es un cuerpo descifrado por él mismo. Sólo le resta ser el nuevo administrador de todos los Signos.

El personaje de Nikolai es central en la obra de Cronenberg. Tal vez porque a primera vista es el típico personaje de una película de género. Nikolai es el “topo”, el infiltrado, el que debería hacer explotar todo al final, separándose de la familia abyecta, tomando a Anna como esposa y “blanqueando” su conducta anterior con la adopción de la niña huérfana, fruto de las perversas “promesas del Este” de su antecesor. Es decir, Nikolai encarnaría, de entrada, el signo transparente o unívoco del héroe de un filme criminal que debe cumplir su misión, luego de una travesía riesgosa y romántica.

Pero eso no ocurre porque Nikolai es huésped de un verdadero “topo”, termita o comején que lo “posee” o lo “habita” (concepto frecuente en el cine de Cronenberg y metáfora de lo que ocurre dentro de los cuerpos de sus personajes principales, invadidos, habitados), el de la violencia criminal, que lo abre a la dualidad. Una dualidad que luce como signo equívoco o engañoso mientras no es descifrado.

Antes, en la época de Parásitos mortales, Videodrome o La mosca, los personajes de Cronenberg asimilaban en su cuerpo desechos físicos, se convertían en máquinas, “contagiaban” su materia con los rasgos de la monstruosidad o producían “monstruos”, como parásitos o excrecencias. Ahora, en cambio, los protagonistas de Una historia violenta o Promesas peligrosas se miran en el espejo y ven allí a los mismos seres de siempre, de similar apariencia física, pero removidos desde el interior por un amasijo de contradicciones, producto de sus naturalezas, que los ha mutado para siempre. Han descifrado su esencial dualidad.

Es decir, no son “héroes” de filmes de género, porque esos personajes suelen vencer obstáculos, con la pretensión de restablecer una normalidad perdida. El Viggo Mortensen de las últimas películas de Cronenberg convive con el dilema, la contradicción y la dualidad, que son condiciones permanentes, imposibles de resolver.

Ricardo Bedoya

11 comentarios:

Anónimo dijo...

Buenas Ricardo, tú comentario sobre Promesas del Este es acertado.
El tema de la dualidad de los personajes, el tema de la familia, la recreación de Londres en la cual la mafia rusa ejerce sus negocios de trata de blancas, y donde los gansters son presentados con tatuajes que identifican su pasado, es como el DNI ante la mafia, todo esto y más nos presenta el director David Cronenberg en su reciente película, estrenada recientemente en nuestra alicaída cartelera y de hecho es lo mejor de nuestra cartelera junto con luz silenciosa.
La historia inicia con la muerte de una inmigrante rusa al dar a luz salvándose la bebe que ella llevaba en el vientre este hecho es el punto de partida ante la cual Anna (Naomi Watts) intrigada por la muerte empieza a investigar el pasado de la chica tratando de traducir el diario que ella había dejado, esto es característico del cine negro que mencionas en tu comentario, a partir de allí se van presentado los diferentes personajes de la historia en la cual Nikolai (Viggo Mortensen) es el chofer de una familia de mafiosos y es quien nos mostrara la historia y traducirá la clave de la familia para quien trabaja, Anna llega a un restaurante que es una fachada de la mafia, donde conoce a Semyon (Armin Mueller-Stahl) personaje de aspecto bondadoso pero que oculta su verdadera personalidad ya que es uno de los jefes de la fraternidad de los Vory V Zakone, Semyon es el padre de Kirill (Vincent Cassel) quien es un psicópata que esta orgulloso de ser un Vory V Zakone y quien mantiene una relación de hermandad con Nikolai pero que va mas allá de la amistad, es una obsesión de aferrarse de alguien que es capaz de comprenderlo.
La historia muestra como la paternidad juega un papel importante, en el caso de Semyon él es implacable con sus opositores y muestra repudio a su presunta hija, también es violento con Kirill pero como en toda familia mafiosa esta dispuesto a sacrificar a un miembro antes que su propia sangre, por eso el nombramiento de Nikolai. Esta también la figura del padre ausente en el caso de Anna pero que de una manera es suplido por su tío, Anna trata de encontrar también al padre de la bebe, saber quien es, por eso la búsqueda de ese padre que no esta.
Promesas del Este toca el tema de la dualidad de personalidades es así que Nikolai empieza como un infiltrado del gobierno ruso, para desbaratar la organización de los Vory V Zakone, pero los actos de violencia que surge del instinto de supervivencia y la posibilidad de poder que podía obtener de la organización, así como la presentación ante la fraternidad de los Vory V Zakone donde los tatuajes identificaban su pasado que había tenido asimismo el rechazo a su familia de origen y el hecho de tener la bendita estrella de los Vory V Zakone en el pecho, permite a éste personaje dejar de lado la misión para la cual fue encomendado y es así como en este personaje resurge esa personalidad que se fue formando o que siempre estaba en él.
Finalmente los que conocen la trayectoria de David Cronenberg se percataran que en sus dos películas toca el tema de la familia y de esa personalidad que se oculta, ante la cual estamos en un rumbo distinto a sus anteriores películas, Cronenberg nos muestra las disfunciones de personalidades y como los actos de violencia son justificados, a tras quedo la degradación física de sus personajes con historia violenta y promesas del este entra en terrenos de la polaridad entre acceder a lo que se fue encomendado o hacer lo que su naturaleza les indica, y es que sus personajes son de una naturaleza determinada y que tratan de de camuflarla ante los demás pero como siempre al final sale a relucir lo que verdaderamente son
Atentamente,
Jorge luis Gaspar Ticse

Anónimo dijo...
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Anónimo dijo...

Lo que dice Hoberman en Village Voice. Esta pelíula da para que los críticos se manden a hablar largo sobre ella. La iré a ver.

I've said it before and hope to again: David Cronenberg is the most provocative, original, and consistently excellent North American director of his generation. From Videodrome (1983) through A History of Violence (2005), neither Scorsese nor Spielberg, and not even David Lynch, has enjoyed a comparable run.
A rhapsodic movie directed with considerable formal intelligence and brooding power from an original screenplay by Steve Knight, Eastern Promises is very much a companion to A History of Violence. Both are crime thrillers that allow Viggo Mortensen to play a morally ambiguous and severely divided, if not schizoid, action-hero savior; both are commissioned works that permit hired-gun Cronenberg to make a genre film that is actually something else. As slick as it is, Eastern Promises could, like A History of Violence, almost pass for an exceptionally well-made B-movie.

Graphic but never gratuitous in its violence, Eastern Promises opens on a rainy December eve with a brutal gangland murder in a London barbershop and unfolds mainly in a demimonde of Russian émigré thugs and whore- masters. Anna (Naomi Watts), a midwife in a central London hospital, delivers a baby as the mother, a 14-year-old prostitute named Tatiana, dies in childbirth. Half-Russian herself, Anna filches the girl's diary, hoping to discover who she is, and asks her irascibly inebriated uncle (Polish director Jerzy Skolimowski) to translate. "Do you always rob the bodies of the dead?" he asks in a question that will hang over the rest of the movie.

A business card found in the diary brings Anna to the Trans-Siberian restaurant, administered by the grandfatherly Semyon (Armin Mueller-Stahl). That this red and gold Nutcracker wonderland turns out to be the headquarters for the London branch of the Gulag-spawned criminal fraternity vory v zakone (thieves in law) is the least of the movie's surprises. In her attempt to fathom the origins of the orphan to whom she's given the seasonal name Christina, Anna is continually bamboozled by the Trans-Siberians, a tribe whose every pleasantry carries a threat. "This isn't our world—we are ordinary people," her anxious mother (Sinead Cusack) warns her.

As usual in Cronenberg, the ordinary is severely contested terrain. (In a new scholarly treatment of the director, Mark Browning notes that nearly all of Cronenberg's post-1982 movies are designed to "problematize exactly what constitutes 'normality.' ") However naïve and depressed Anna appears, she is on a serious—and seriously deranged—quest. She's lost a baby through miscarriage and wants another one: Tatiana's. The means by which this might be achieved are at the heart of the movie, and also its strangeness.

Cronenberg's two previous works, Spider and A History of Violence, have been murderous family dramas; Eastern Promises continues this trend. Mueller-Stahl may be perfunctory in the role of the Russian paterfamilias, but Vincent Cassel literally flings himself into the role of his wastrel son Kirill, particularly in the company of the movie's most compelling presence, the crime family's chauffeur, Nikolai (Mortensen). Here is the movie's love story; in fact, the coupling of Kirill and Nikolai has the potential to fulfill Anna's dream. Hair slicked back, eyes hidden behind wraparound shades, Mortensen is even more electrifying as Nikolai than in his History of Violence roles; the actor speaks Russian as if he knows what he's saying, and his world-weary strut is at least as eloquent. Nikolai is a superbly complicated character—dark, diffident, cynical, hyper-alert, and tough enough to humorously stub out a cigarette on his tongue.

Garish yet restrained, Eastern Promises has scarcely a wasted set-up. In a close middle shot that is pure Cronenberg, Nikolai's car eases in behind Anna's parked motorcycle, a vintage Ural that belonged to her father; it's a menacing gesture that stops just short of a flirtatious caress. ("Sentimental value," Nikolai repeats when she tells him why she treasures the bike. "I've heard of that.") Nikolai is not only the family driver but their mortician: He and Kirill retrieve a dead body from the killer's freezer. Nikolai softens the corpse with an electric hair dryer. "OK, now I'm going to do his teeth and cut off his fingers," he informs his comrades. "You might want to leave room." They do, and you might wish to as well, although Cronenberg insures that we stay—at least for a few beats.

Eastern Promises is a masterful mood piece with a surplus of atmosphere. Intermittently excerpted in voice-over, Tatiana's diary is the most awkward element in Knight's otherwise impeccable screenplay—although it does introduce a current of unambiguous, otherworldly innocence in this misty, indeterminate world. Everything else is fluid. Blood flows; rain is near-constant. Corpses are tossed into the Thames, but secrets keep bobbing to the surface. Late in the movie, Eastern Promises' homoerotic subtext bursts its banks and all but floods the screen in a steamy public bathhouse with an extraordinary action sequence that must have taken a week to film.

According to the movie's characters, the world is populated by angels, devils, and human wolves. (Indeed, Eastern Promises is a Christmas story, complete with miracle.) Whenever possible, Cronenberg designs a wound that might have been inflicted by a fastidious insect from outer space, but mainly he uses a slightly wide-angle lens to keep the phantoms in sharp focus. Eastern Promises suggests a naturalized version of the recent Russian horror flick Night Watch. The vory v zakone are like a plague of vampires—governed by arcane laws and fearful superstitions. "You pronounced the name of my father," Kirill shrieks when confronted by an angry Anna. Liturgical music is heard as Nikolai kneels in his underwear, displaying his prison tattoos, for induction into the crime family. "I am already dead. I died when I was 15. Now I live in the Zone all the time," he assures his examiners.

Nikolai may be death personified but, with the possible exception of Anna's uncle, all of the Russians in Eastern Promises are walking corpses. Tatiana's diary begins by noting that the people of her village lived as though "buried in the earth." Kirill jokes that a particularly grotesque birthday celebration at the Trans-Siberia is a party for the Angel of Death. Who then will wrest the infant Christina from her clammy birthright?

Deceptively generic, Eastern Promises features Cronenberg's most unambiguous monster and straightforward narrative in years; the movie is a cosmic struggle between good and evil. But it's also an elaborate game that's played out in a fallen world filled with subterfuge and delicately limned with the pain of exile. (It hardly seems coincidental that Nikolai's last name, Luzhin, would be that of the chess-master hero of Vladimir Nabokov's The Defense.)

"I need to know who you are," Anna urgently begs this ambiguous redeemer in the movie's haunting penultimate scene. Is our Nikolai an angel, or has Anna made a deal with the devil? And suppose that amounts to the same thing? As the sardonic Nikolai might say: "What does it matter?"

Anónimo dijo...

E X C E L E N T E
E S P E C T A C U L A R
E M B R I A G A D O R
E S T R A O R D I N A R I O

Karlos Kano

Anónimo dijo...

¿Son los tatuajes una forma de evolución? El tatuaje puede inducir a la posesión (posesión por seres espirituales de baja vibración, naturalmente). Al realizarse sobre la piel, puede afectar TODO el cuerpo, tal vez al alterar los campos magnéticos humanos.

Me parece que hay consenso en la presencia de lo satánico en esta narración cinematográfica. El fenómeno de posesión, es un fenómeno experimentado por Brian De Palma, Roger Vadim y David Cronenberg (y todo indica que por Alfred Hitchcock luego de estrellar su bicicleta contra el tranvía y sobrevivir al atropello y Walt Disney, que sufrió un período de depresión profunda y Paul Verhoeven, que hizo abortar a su novie pese a que él era muy religioso). De Palma, al enterarse de un amor perdido, perdió su dinero en las cartas, se embriagó, robó una motocicleta, se pasó las luces rojas, golpeó al policía que lo detuvo y terminó en la cárcel. A Vadim le dió por recorrer Francia en auto, a toda velocidad, algún tiempo después de que Brigitte Bardot lo dejó. El auto patinó y terminó en un campo arado. Su espíritu salió por unos momentos y se vió a sí mismo.

Los padres de Cronenberg eran antirreligiosos. El padre rechazó la religión de niño y de adulto sufrió una enfermedad extraña que le volvió los huesos quebradizos. Cuando falleció, David Cronenberg al despertar sentía que era su padre, adoptaba las posturas de su padre. O sea el fenómeno de posesión del hijo (por un hombre antirreligioso).

¿Coincidencia? ¿Satanás ayuda a ciertas personas para que se vuelvan directores de cine? Pareciera que sí.

Anónimo dijo...

Señor bedoya, su crítica es muy buena pero tiene muchas contradicciones y confusiones.es un tema complicado de entender. yo he visto una pelicula simple muy clara, con simbolismos y caracterosticas claras, identidad, filiacion, doble moral, engaño etc. pero usted complica la cosa de una forma extraña. ni el mismo cronemnerg lo entendería
hb farías

Unknown dijo...

Felicitaciones. Una lección de crítica. Una pregunta. Que película le pareció más atractiva, ésta o "Una historia violenta".
Martín del Carril

Damian dijo...

Para el señor que no entendió la crítica del señor Bedoya:

La apreciación y análisis de cualquier objeto, sea de arte o no, implica poner en contacto una red de símbolos, que se establece únicamente, entre el objeto analizado y el que lo analiza. Así la interpretación se vuelve un juego entre el espectador y lo que se aprecia. Todo ello depende de las claves decodificadoras que uno ostenta, el señor Bedoya posee un conocimiento vasto que hace posible entretejer (y algunas veces, por qué no, crear) una serie de símbolos escondidos o no expuestos que una película tan complicada como Eastern promises. En efecto, la crítica es un ejercicio mediante el cual la persona que lo produce juega con los códigos expuestos, como los tatuajes de Viggo, que esconden una simbología complicada de resolver: yo veía en ellos una serie de motivos católicos y pensé que Nikolai era una especie de salvador o Mesías; sin embargo, estos son, también, que una serie de símbolos carcelarios solamente reconocibles por clanes mafiosos rusos. De la misma manera, el señor Bedoya decodifica los símbolos expuestos en esta excelente película al jugar con ellos. Si su forma de exponerlos le parece complicada es porque Eastern promises es una película que necesita una interpretación que ponga en juego todos los matices temáticos como cinematográficos que despliega, de allí su excelente crítica.

Gracias, Señor Bedoya.

John Campos-Gómez dijo...

Hola.
Aquí el link de mi comentario sobre esta última obra ... de Cronenberg.
http://lordpolvos.blogspot.com/2008/05/eastern-promises-2007.html
Saludos

lapaupachica dijo...

he visto la película 3 veces, es lo mejor que he visto en salas comerciales creo que en mucho tiempo. la dualidad me parece un tema fascinante y doloroso, sin duda...
mortensen me gusta mucho en esta película, además; antes nunca le había prestado mucha atención. la escena en el baño es tal vez la mejor y no tiene nada que ver con violencia gratuita. de hecho, disfruto de esa escena que es una danza, una coreografía erótica y que incluso se dé el lujo de tener ese cierre final en el que nikolai se desplaza sobre uno de sus "verdugos" y este "resucita". parece un guiño de película de terror barata e incluso así y también por ello, seguro, la película es apasionante. descontando al personaje, la clavícula de mortensen vista desde la espalda cuando está de pie en su rito iniciático es bellísima dentro de las imágenes de cuerpos o fragmentos de cuerpos de hombres desnudos que he visto en el cine...

Andres dijo...

El cine negro lleno de misterio y crimenes es exquisito, me encanta las peliculas de mafias, por eso esta es una gran pelicula, me da gusto poderla ver en Cinemax, es de mis favoritas.