martes, 19 de febrero de 2013

      

“No” es la más clara, simple y luminosa de la trilogía de películas de Pablo Larraín sobre la era Pinochet que completan “Tony Manero” y “Post Mortem”. Aquí no se exhibe esa complacencia en lo sórdido que terminaba imponiendo en las películas una seriedad forzada, un tono admonitorio y el consabido un guiño progre para los festivales.


“No” es más ligera y relajada, aunque no está exenta de ambiciones. Apuesta al docudrama y a los efectos de distanciamiento. “No” está grabada en vídeo analógico, el mismo que se usaba para las emisiones televisivas del año 1988, cuando se realizó el plebiscito que dio fin al gobierno del dictador. Es decir, la imagen carece de definición o nitidez y de profundidad de campo.

La tosquedad del recurso iguala la textura de las imágenes de la ficción de hoy con las imágenes de la publicidad de hace 25 años. Sin duda, la decisión es discutible, pero el “efecto de realidad” que crea es perturbador: encontramos a un Patricio Aylwin de más de ochenta años ubicándose en un set frente a una cámara de televisión y de pronto, con la misma textura visual, en la simultaneidad del tiempo y del espacio impuesta por la ficción, lo vemos sobre una pantalla de televisión con los rasgos físicos de hace 25 años. Episodios como este, que se repiten luego con otros personajes, y que borran las marcas entre el documento y lo representado (¿qué hubiera escrito André Bazin acerca de esto?), justifican la opción de Larraín de grabar "No" en ese soportede de vídeo de baja definición.

Por lo demás, “No” es una fábula que cuenta el triunfo de un empeñoso David, mejor dicho René Saavedra (Gael García Bernal), que logra derrotar al gran Goliat con las armas que el monstruo le puso en sus manos: esas herramientas con las que se elogian y se venden los productos líderes del libre mercado. Y de paso enfrenta a los dogmáticos que creen que mostrar humor y alegría es una traición a la causa del pueblo y a la memoria histórica del dolor.

Y en este cuento agradable de ver, pero sin mucho vuelo, destacan el villano y la escéptica: Alfredo Castro, encargado de tutelar la rebeldía y el talento del triunfador para asimilarlos en el sistema que el plebiscito deja sin alterar, y Antonia Zegers.

Ricardo Bedoya

4 comentarios:

Gustavo Herrera dijo...

Creo que esta película merecía más atención de su parte Sr. Bedoya y no me parece justo ni objetivo que tenga menos análisis que "Quizás mañana" por ejemplo. Y encima afirmaciones como que la película "es un cuento agradable de ver pero sin mucho vuelo" desconciertan. Porque si alguna película, de las no muchas que vemos en el cine regularmente que sean de calidad, tiene al mismo tiempo vuelo creativo, vuelo político y vuelo mediático, es justamente "No". Sin embargo, estoy de acuerdo con lo que dice usted al comienzo ya que esta es la mejor película de la trilogía de Larraín sobre la dictadura chilena. Porque hay que reconocer que en "Post mortem" hay excesos de dramatismo, sobreactuación y paralelismos pretendidamente metafóricos que no funcionan del todo bien. Pero con todo es una cinta interesante que grafica el ambiente de horror con su turbidez y con momentos realmente emocionantes. Dicha turbidez se mantiene en "No" pero esta vez ,adicionalmente, para que no parezca un docudrama en el que se ha recurrido a videos publicitarios de la época, dándole aspecto de spot ochentero y el toque de autenticidad necesario. Pero no se trata solamente de un triunfo estético,es que aquí el lenguaje cinematográfico es muy sugerente y las metáforas y alegorías están en caja. Por eso regresando a su calificación del filme como "un cuento sin mucho vuelo" me parece fuera de lugar porque además está basado en hechos reales.

S.R.M.V dijo...

Para mi es una gran película, de lo mejor que se a estrenado hasta el momento.

Anónimo dijo...

Una buena pela, una mala crítica. Tan simple como eso.

Mario dijo...

Regular película, buena crítica.