domingo, 17 de febrero de 2013

Django sin cadenas

                            

“Django sin cadenas” entusiasma y decepciona a partes iguales.

Es una película brillante, llena de ideas y con pasajes extraordinarios, sin duda. Más que eso, es la obra de un director de cine de verdad, que nunca trabaja en piloto automático, y no se cansa de hacer hallazgos por más caprichosos o arbitrarios que parezcan. Pero esta vez a la prenda se le notan las costuras y los hilos sueltos.

Desde el título, la película alude a las mitologías de dos ciclos genéricos del cine italiano de fines de los años cincuenta (el péplum y una de sus cintas más características, “Hércules sin cadenas”)y los sesenta: el “spaghetti western” o “western mediterráneo”, como se le llama con más propiedad.

Del péplum toma las imágenes del torso musculoso de Django (Jamie Foxx)que se descubre al inicio de modo espectacular, a la manera del Steve Reeves de tantas películas. Pero también el combate entre mandingos, que no solo es producto de la imaginación de Richard Fleischer. Del “western italiano” toma algunos estilemas: los zooms de entrada y salida sobre los personajes en momentos álgidos de la acción; las grafías de los créditos; la música de introducción y de acompañamiento.

Aunque más que en el “Django” de Sergio Corbucci, este Django desencadenado hace pensar en “Django Kill… If You Live Shoot!”, una de las secuelas bastardas del personaje de Django, pero sin Franco Nero. Dirigida por Giulio Questi, este filme es mucho más bizarro y violento que el de Corbucci, casi tan sádico y explícito como el de Tarantino, y con personajes tan ambiguos como el de Leonardo DiCaprio.

                                
Pero más allá de esas referencias y algunas situaciones puntuales, “Django sin cadenas” apela menos a la tradición del western que a las de otras fuentes, que van desde la aventura picaresca hasta la del filme de hacienda sureña, pasando por la de los filmes de Fred Williamson y, por supuesto, la del alegato antiesclavista. Hay hasta una película de Fassbinder, “Whity”, que se me vino a la memoria al ver “Django sin cadenas”. Pero como solo tengo un recuerdo lejano de ella y su clima envenenado al narrar la historia de un esclavo negro y unos viciosos sureños en una plantación, lo dejo ahí.

Whity

Así como calcinó a Hitler en un cine parisino, aquí Tarantino decide dinamitar la memoria mítica de Tara y de “El árbol de la vida” (me refiero a “Raintree County”, de Edward Dmytryck), acribillando de paso al Tío Tom, a Hattie McDaniel, a Stepin Fetchit, y a toda su servil descendencia.

Ojalá que a nadie se le ocurra cotejar a este Django con las pruebas de la sacrosanta verdad histórica, porque aquí se construye una versión imaginaria del Sur de los Estados Unidos antes de la Guerra Civil. Visión tan falsa o postiza como la que ofrecieron “El nacimiento de una nación” o “Lo que el viento se llevó”, pero igualmente cargada de intenciones. Pero ahora en clave lúdica y perversa, tratando de invertir los estereotipos con el fin de crear otros.

Porque de eso se trata, de elaborar la fantasía de una venganza racial que tenga la potencia revulsiva de un espectáculo catártico. Y que, además, posea los componentes guerreros y pasionales de la saga de Los Nibelungos.

Y que tenga vigencia. Tarantino tiene un ojo en el Sur de hace más de 150 años y otro en los Estados Unidos de hoy.

La primera parte de la película, la del encuentro entre el mentor alemán y el esclavo liberto, y su viaje como cazadores de recompensas, es un itinerario picaresco que halla sus mejores momentos en el espectáculo que monta Christoph Waltz, pronunciando sus líneas con afectada retórica, acento austriaco y un aire de distanciamiento y cinismo. Ese cinismo que luego se torna nobleza.

Jamie Foxx, en cambio, resulta más estólido que Steve Reeves y Fred Williamson combinados, lo que no es una crítica. Al contrario, logra el semblante del héroe de piedra que concentra toda la furia vengadora en su mirada, como lo prueba la secuencia de la cena en Candyland. También la concentra en el pulgar, siempre a punto de amartillar el revólver.

Dos grandes momentos del personaje de Django en su trance de convertirse en héroe negro vengador de estirpe mitológica. En el primero, frente a los malhechores cazados en las tierras de Big Daddy (Don Johnson), es una máquina de matar. En el segundo, disparando a un hombre que cultiva la tierra junto a su hijo, el esclavo liberto y analfabeto adquiere una noción ética que contrasta con la del sofisticado alemán. Es el tránsito del aprendizaje.

Don Johnson como Big Daddy
                  

Esa primera mitad de “Django sin cadenas” es episódica, aireada, de espacios abiertos, con algunos altibajos narrativos y una secuencia que parodia a Griffith y su épica del Ku Klux Klan defendiendo la supremacía blanca, en clave grotesca.

El dúo conformado por el locuaz alemán y su Sigfrido negro encuentra una correspondencia perfecta, pero en negativo, en la pareja conformada por el hacendado DiCaprio y su hombre de confianza, Stephen. Samuel L. Jackson es el “negro de la casa”, ser sinuoso, verdaderamente repugnante, el mejor personaje de la película

Ellos aparecen en la segunda mitad de la película. DiCaprio, como el señor Candie, es extraordinario y Jackson es mejor aún.

DiCaprio se muestra tan locuaz como Waltz, pero su aire decadente, su homosexualidad latente, sus dientes podridos, las insinuaciones incestuosas con la hermana y la atmósfera que lo rodea, lo hacen más atractivo.

La verborrea de DiCaprio es distinta a la de Waltz. El falso dentista usa la palabra para explicar sus puestas en escena, sus construcciones brillantes, sus engaños y sus trampas. Tiene la locuacidad del tahúr y la palabra le sirve para salvar el pellejo a último momento. DiCaprio, en cambio, posee la prédica del fanático. Intimida y amenaza. Su palabra refleja el poder de disposición que tiene no solo sobre tierras y objetos, sino también sobre vidas. La explicación de la teoría frenológica es notable –pasa a la antología de los monólogos tarantinianos-, pero también lo es el momento en que exige a Waltz sellar el pacto de compra venta de la esclava con un apretón de manos.

Jackson es una serpiente. Rastrero y venenoso, pero inteligente. Es decir, peligroso. El verdadero amo de la plantación. Es negro pero tiene el alma blanca, tanto como sus cejas y pelo, níveos. Si Django ejercita el mutismo, Stephen (es evidente la alusión a Stepin Fetchit) habla todo el tiempo en un tono lastimero con el patrón y autoritario con los otros esclavos.

Samuel Jackson como Stephen
                                              

Tarantino crea así un juego de equilibrios sustentado en los cuatro personajes, dos en cada lado. Y entonces empieza la fase en interiores de “Django sin cadenas”.

Es decir, el intento de hacer una suerte de western (o southern) de cámara en el que se cruzan intrigas pasionales, truculencias variadas, el barroquismo cruel del “Mandingo”, de Richard Fleischer, y una sensación de asfixiante encierro.

Más allá de las palabras, se juegan aquí varias tensiones. No solo la de Django y Broomhilda, que es un personaje flojo y decorativo, sino también las de DiCaprio y su goce contemplando los cuerpos y las fortalezas de los mandingos convertidos en gladiadores de salón, y las del personaje de Stephen asimilando las reglas del poder del blanco, al que adula y manipula. Es su forma de mantenerse donde está.

Es Django, el esclavo liberto, atendido a la fuerza como blanco, el que observa desde afuera, cómo se organizan las relaciones de jerarquía en esa plantación y dan sus últimos bocados de aire esos esclavistas degenerados que la dinamita de Django y la enmienda constitucional de Lincoln eliminarán para siempre.

El enfrentamiento de clases y el racismo están vistos con acentos carnavalescos y hasta burlescos, sobre todo en las últimas secuencias de la película, cuando sobreviene la explosión de violencia que resulta un efecto de pirotecnia vistoso pero algo fácil como conclusión.

Y eso es lo que decepciona. Que el espectáculo de la violencia se despliegue como corolario del anti racismo un tanto programático y pueril que termina por machacar el filme, con las víctimas aplicando tanta crueldad como los victimarios.

Si en “Lincoln”, Spielberg le hace un guiño al gobernante de hoy contrariado por una cerril oposición conservadora en el Congreso, en los quince minutos finales de “Django sin cadenas” imaginamos a Tarantino fantaseando una apocalíptica venganza: enviar a su Django desencadenado a una convención del Tea Party para que ajuste cuentas con sus miembros.

Ricardo Bedoya

11 comentarios:

Unknown dijo...

Gran crítica, Don Ricardo.
¿Hasta el momento cuál es su favorita de las 9 nominadas?
Creo que Django es la más fuerte, aunque no sé si comparta que a Tarantino NUNCA le van a reconocer algo, salvo sus guiones.

Mi crítica de Django: http://theinsider24.blogspot.com/2013/02/rumbo-al-oscar-2013-django-unchained.html

Gustavo Herrera dijo...

Estoy de acuerdo en gran parte con Bedoya, la película se malogra en la parte final con una violencia gratuita y hasta ridícula que ni siquiera sirve para la sátira pero no me parece el único problema. Las escenas de la casa hacienda, sin contar la pelea de los mandingos y otros chispazos, quedaron demasiado alargadas no solo porque se tenía que justificar la presencia de Leonardo Di Caprio, cuyo personaje, más allá de su validez,tiene que ser presentado como un monstruo equivalente al dragón de la leyenda alemana sino que luego le tiene que dar cabida a Samuel Jackson que puede tener un gran personaje o ser muy buen actor pero por su causa la puesta en escena evita las elipsis, aumenta la verborrea e incurre en situaciones forzadas como lo es ponerlo parado al lado de Calvin Candy en la mesa para servirlo como soplón. En general esta película me gusta sobre todo por la primera hora donde se ve mucho de lo mejor del cine de Tarantino: un drama histórico presentado en forma irreverente, desenfadado, con el habitual talante celebratorio que relativiza cualquier tópico, una utilización de la violencia al estilo del director y utilizando ideas nuevas y un humor corrosivo que se apodera de la pantalla y los diálogos. La estructura narrativa de la cinta, aunque no está dividida en capítulos, es parecida a la de "Bastardos sin gloria" de donde se han extraido escenas equivalentes para "Django sin cadenas". Sin embargo, si aquella empieza muy bien, sufre un bajón en el medio y termina recuperando la brillantez, esta comienza excelentemente, continúa bien y termina muy mal.

Anónimo dijo...

"imaginamos a Tarantino fantaseando una apocalíptica venganza: enviar a su Django desencadenado a una convención del Tea Party para que ajuste cuentas con sus miembros..."
Debería sentirme mal porque dicha posibilidad me provoque una sonrisa.
Debería.

Alexiel Vidam dijo...

Hola Ricardo.

Como siempre, un placer leerte, aunque creo que en esta ocasión, tenemos algunos puntos encontrados. Yo, la verdad, amé cada referencia de Tarantino (y en verdad, es costumbre de Tarantino hacer esas referencias; se podría decir, que cuando vemos una película, ya damos por hecho que las veremos, y ésa es una de las cosas que más le hacen rico), así como sus burlas y exageraciones. Insisto, es Tarantino, típico de él, y sí, a mí la primera vez que vi a Hitler morir en un cine -vi Ingorious Basterds varias veces-, me chocó, porque me pareció bastante hasta para Tarantino, pero luego del golpe vino la risa; la situación era tan insólita, que era genial... De hecho, hacerle algo así a un personaje como Hitler, es la exacerbación de la parodia, algo que, a mí, debo decir, me encanta, cuando es manejada con inteligencia, como lo hace este director.

En cuanto a la representación del sur... creo que debemos tener siempre presente que se trata de ficción, dado que tendrá algo de verdad, y también bastante de fantasía. En todo caso, creo que debemos entenderlo como la interpretación del autor; estamos viendo la realidad que él quiere que veamos, porque así la percibe y la siente. Griffith era racista, y me queda claro que en "Lo que el Viento se Llevó", hay una clara identificación con el sur (los "buenos" y los "pobrecitos", son los sureños, y se nota que sus esclavos los quieren)... En este caso, hay una identificación con el sufrimiento de los negros (que es algo que tampoco podemos negar), y eso me parece válido.

En cuanto a las actuaciones, estoy de acuerdo en que Samuel L. Jackson se la lleva, y Di Caprio también estuvo espléndido (a mí también me llamó la atención la sugerencia de incesto); aunque debo decir que el personaje que más me gustó, fue el del Dr. King Schultz (hablo de personaje en sí, no necesariamente de actor, aunque Christoph Waltz también me parece excelente). Es un personaje que empieza siendo el "sangre fría", y acaba sensibilizándose más y más en la medida en que su compañero Django se va endureciendo. Además, es interesante ver ese contraste entre Hans Landa y el Dr. Schultz tomando en cuenta que han sido interpretados por el mismo actor. Ello resulta hasta irónico... primero es el alemán hijo de "=OQ$=#QQ:@", y luego es el alemán buena gente que se solidariza con los negros.

Hasta la próxima y te dejo mi post sobre "Django Unchained" para que lo leas y lo comentes.

Un abrazo.

- Alexiel

Alexiel Vidam dijo...

Jaja, se me pasó dejar la dirección del post en el comentario anterior: http://cinematosiscronica.blogspot.com/2013/02/django-sin-cadenas.html

- Alexiel

Carlos Esquives dijo...

"Django sin cadenas" es la misma dinámica que las otras películas de Tarantino. Es provocadora, ágil, violenta, tiene sus monólogos, sus escenas tensas...solo que ninguna está al nivel de inspiración de sus anteriores películas (exceptuando "Jackie Brown", que no fue su guión original). Creo además detectar que de pronto su violencia se ha desvirtuado. La sangre en sus anteriores filmes corría justificadamente, hacía méritos para que esta se manifestara. En la última parte de "Django..." solo vemos al esclavo liberto desfogarse sin estilo. Una bomba no es suficiente.

mistermiky dijo...

Django sin cadenas sin ser la mejor de tarantino es un film notable , coincido con todos tambien en que el punto mas flojo de la cinta fue el final , aunque es notable el momento de django montado a caballo yendo a cobrar venganza con una musica de fondo inmejorable , solo que al acto de la venganza misma no es que se halla excedido en violencia sino que le falto mas coreografia , como si lo hubieran apurado a tarantino para acabarla rapido . Un detalle , tarantino ama los spaguetti western , pero en este su spaguetti demuestra q esta muy por debajo de sergio leone , el maestro de los spaguetti western . El mejor tarantino es el de Reservoirs dogs o Inglorious Basterds en las que daba una vuelta de tuerca o satirisaba la violencia urbana o la locura de la 2da guerra mundial , ese tarantino ojala vuelva pronto .

Anónimo dijo...

en una entrevista en la premiere de los abrazos rotos, una señora dijo q la pelicula era mas de lo mismo, q tiene trozos de cada una de sus peliculas y q si has visto una de almodovar las has visto todas. a mi me parece igual con tarantino.

Anónimo dijo...

tarantino escribe esta pelicula para christoph. lo cual hace la historia un poco antojadiza... un caza recompensas aleman (o austriaco) en el oeste (o sudeste) americano.. y encima la negrita de django habia tenido amos alemanes y hablaba aleman...
tanta coincidencia me parecio caprichosa y de mal gusto, pero una vez mas, yo no se nada de nada y tarantino si: el gano el oscar al mejor guion y christoph al mejor actor de reparto.
sus caprichos le salieron redondos.

Anónimo dijo...

no se como christoph waltz gana el oscar. es como si tarantino le hubiera dicho: te acuerdas q hiciste de hans landa? ya, aca vas a actuar igualito. tu sigues siendo hans landa, ya?
y esta bien q di caprio tenia q ser un heredero flojo y amanerado (en una entrevista vi q el mismo describia a su personaje asi), pero nadie dijo histerico. sus gritos y sus exacerbos me ponian nervioso.
foxx y jackson me parecieron buenos.
y q tarantino quiera aparecer en sus peliculas... bueno, es tarantino, puede hacerlo si quiere, aunq parezca una marsopa de 2 metros, puede hacerlo.

carnet manipulador de alimentos dijo...

Una decepción 'Django', no me esperaba un clásico pero sí una película más divertida. Apenas aparecen esos diálogos crujientes marca de la casa, y como siempre, qué pena que sus pelis estén tan vacías. ¿Cuándo encontrará messieur Tarantino algo para lo que tan bien sabe hacer: contar? Un saludo!