El menú parecía el ideal para Fincher: un expediente criminal irresuelto durante décadas como en “Zodiac”, y un asesino que deja las claves de su accionar en nomenclatura bíblica, como en “Pecados capitales”. Pero lo que en la primera película era un tratado sobre la paranoia persistiendo a través de las épocas y en la segunda un ejercicio manierista sobre el apocalipsis en tiempos de contaminación urbana, aquí es una congelada, eficiente, también manierista y aplicada ilustración de la novela de Stieg Larsson.
Lo mejor es el diseño contrastado de los personajes de Mikael y Lisbeth. Es decir, la oposición entre el rol un tanto anacrónico del periodista y la opacidad de la chica de la generación Megaupload. Mikael parece un David Hemmings fascinado ante el “Blow Up” fotográfico que le permite descubrir el sentido de la mirada de la desaparecida, mientras que el ángel negro Salander se mueve entre las redes con la misma facilidad que cualquier miembro de Anonymous.
No es casual que Daniel Craig sea Mikael, no solo por su pinta de sueco, sino porque carga en las espaldas la herencia Bond (a cuya saga evocan los créditos). En este caso, un Bond más bien anacrónico, desprovisto de gadgets y sin mayor encanto. Se enfrenta a súpervillanos de la corrupción financiera y a nazis criminales. La trama de la mafia política y económica al descubierto. Como si la historia del diario Millennium pudiera ser de interés para alguna de esas películas que Francesco Rosi hiciera en los sesenta.
¿Y dónde está Fincher? Aparece cuando logra desprenderse de toda la hojarasca informativa del árbol genealógico contenido en el relato original. Se luce en los travellings laterales por la casa de Martin, en la estilizada composición panorámica de esos paisajes rurales suecos, en el tratamiento desaturado del color, en el clima frío del conjunto, en la metálica cualidad de algunos ambientes, en la disposición en la escenografía de la mansión de Martin, en la dirección de la impasible Rooney Mara. Es decir, en la eficiencia artesanal del cuidadoso narrador.
Ricardo Bedoya
3 comentarios:
Me decepcionó
Fincher es un realizador con oficio. Es una buena adaptación del libro antes que una copia aplicada de la película original. Valió la pena ir al cine el día del estreno.
Gracias por regresar, Ricardo. Escribe más (quiero cotejar mi apreciación sobre "Los descendientes" a partir de tu crítica).
Un cordial saludo,
Tomás Pérez de Viñaspre
Seven es mucho mejor
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