"Las marimbas del infierno" del guatemalteco Julio Hernández Cordón, combina documental y ficción para seguir la improbable trayectoria de tres personajes que conforman una banda musical que fusiona el metal y las marimbas. Son tres personajes singulares opuestos en todo: uno viene de la música tradicional de su país y ha sufrido extorsiones y traiciones; otro, es un músico metalero, que ha pasado del culto satanista al evángélico y al judaísmo ortodoxo y trata de retomar los bríos musicales de su juventud; el tercero, proviene de los márgenes, de la periferia social y es el que expone su sensibilidad.
"Las marimbas del infierno" acierta en el retrato impresionista de las diferencias culturales; es aguda al captar los matices del habla, los acentos y la dicción; logra crear un clima de desolación, abandono y deriva que acaso sean también los sentimientos de los personajes acerca de su situación y la de su entorno social, y tiene tres o cuatro escenas logradas: la presentación de Blacko y su recuento de vida; el ensayo metalero con la marimba incluida; la actuación fallida, y la secuencia final.
Pero la película flaquea en las escenas "conectoras", las que ligan la formación del grupo con lo que será su destino. Tal vez el artificio de la ficción pese demasiado sobre el personaje de "Chiquilín", el de diseño más tradicional y motivado.
Ricardo Bedoya
No hay comentarios:
Publicar un comentario