sábado, 5 de febrero de 2011

Secuelas del terror


Lo mejor de “Secuelas de terror”, del ayacuchano Juan Camborda, está en el arranque: en el travelling subjetivo mientras la propietaria encarga al protagonista la tarea de cuidar la casa; en el relato de la vuelta al terruño de Dragón – es el nombre del personaje, ex comando del Ejército y veterano de la lucha contra Sendero-, luego de algún tiempo; en las imágenes de una Huamanga nocturna y dinámica que contrasta con las experiencias vividas en los años duros de la violencia política; en la actuación comedida y sin mayor énfasis de Jhonny Ballasco. Esa introducción es concisa, clara, de un valor casi documental. Sólo la afecta la sobrecarga oral del texto de la narración en primera persona.


Pero ese retorno se complica con la progresiva desconfianza y paranoia de Dragón, que no acepta la posibilidad de la pacificación y se deja llevar por sus pulsiones. El comando que lamenta el menosprecio y el olvido del Estado y la sociedad para con los combatientes de antaño apela a las técnicas de guerra, se identifica con las sevicias causadas por sus rivales de otrora y saca a flote el resentimiento y la crueldad.


Es verdad que la película cita a “Días de Santiago” que, a su vez, citaba a “Taxi Driver”: ambas eran cintas centradas en la observación de un veterano de guerra quebrándose en la ciudad. “Secuelas del terror” también presenta a un personaje de esa línea, y hace explícito el entronque. Eso no es un defecto ni un demérito. Al contrario: las películas peruanas empiezan a señalar filiaciones, influencias, a trazar su propia genealogía. Hasta los últimos años era difícil hallar películas peruanas que reconocieran deudas con otras películas peruanas. La mal llamada “Edad de Oro” del cine de los años treinta no dejó descendientes directos, así como el estilo de Robles Godoy –formador de tantos discípulos en su actividad didáctica- tampoco halló continuidad formal. Si la obra de Lombardi se encuentra citada en “Octubre” y el recuerdo de “Días de Santiago” aparece en “Secuelas del terror”, es síntoma de que algo cambia.


De pronto, la película se encarrila por las vías del género: Dragón asesina y tortura, oculta a las víctimas, acecha a la hija de la dueña de la casa que custodia, se enfrenta al muchacho que la enamora. Asume la identidad de un asesino serial y, en ese momento, la película se descentra: hasta ahí era el retrato de un personaje en desequilibrio; en adelante, es la historia de la pesquisa que llevan a cabo un periodista y, sobre todo, una reportera.


El tránsito del personaje de un lado al otro de la “normalidad” es brusco y señala el problema central de la película: el guión no garantiza la fluidez de la exposición. El personaje se quiebra sin mayor preámbulo, el punto de vista del relato cambia de modo más bien arbitrario, aparecen personajes destinados a exponer los hechos a la manera de narradores externos o comentaristas (el periodista y el policía que dialogan por teléfono) sin involucrarse en la acción misma.


Cuando Dragón deja de vigilar y empieza a ser vigilado, la película se debilita. Se vuelve externa y mecánica. Es verdad que Camborda sabe tensar las secuencias de acoso y persecución: ajustados movimientos de seguimiento, cambio constante de encuadres y ángulos de visión, montaje breve y sentido de la profundidad del campo para señalar el centro de interés que está, allá, al fondo. Pero esos momentos de acción están integrados a un conjunto narrativo dispar, con altibajos.

Ricardo Bedoya

6 comentarios:

Anónimo dijo...

Denerían pasarla más veces. No hay forma de verla. Me datean que no está mal. Cuándo la vuelven a dar?

Rodrigo dijo...

Los directores regionales deberían dejar de arañarse ante una crítica adversa, eso tambien es señal de madurez creativa.

Anónimo dijo...

Parece que las rencillas entre cineastas regionales son una tradición desde los años de los documentales del Cuzco. Chambeaban juntos y se peleaban por la autoria de las peliculas. Ahora le hacen chongo a Ortega

Anónimo dijo...

Los cineastas regionales actúan como peruanos, nada más. Los de Lima deberían mirarse al espejo. Pero los regionales también. Ni mirarlos por encima del hombro. Ni que ellos se hagan las víctimas. Eso sería lo democrático.

Anónimo dijo...

Parece que hay cambios en las pelìculas regionales..

Anónimo dijo...

Secuelas del terror...lo pude ver en el CAFAE y ME PARECIÒ INTERESANTE, ESTOY DE ACUERDO CON RICARDO BEDOYA. (Es verdad que Camborda sabe tensar las secuencias de acoso y persecución: ajustados movimientos de seguimiento, cambio constante de encuadres y ángulos de visión, montaje breve y sentido de la profundidad de campo).Que significa que en Ayacucho apesar de pocos recursos Ecòmicos se maneja mejor la parte TÈCNICA.Felicitaciones señor Camborda!!!!!No me parece la comparaciòn con Dias de Santiago por que no se parece en nada...Hay crìticos que lo hacen al estilo Magaly..