Los hermanos Colin y Greg Strause son técnicos en imágenes generadas por computadora. Han colaborado en la creación de los universos virtuales de filmes como “300”, “Avatar”, “2012”, entre decenas de otras películas. Como realizadores hicieron “Aliens vs Depredador” y ahora dirigen “Skyline: La invasión”, una cinta de bajo presupuesto que tiene la gracia ingenua o chapucera de una serie B de ciencia ficción de los años 50.
La apuesta de los hermanos Strause parece haber consistido en gastar cuatro reales pero dar la apariencia de una producción costosa, con imágenes de impacto generadas por computadora. Todo se reduce, por eso, a una idea, un concepto: un grupo de amigos que despierta de una juerga va a ser testigo del apocalipsis, pero contemplado desde la terraza de un edificio de Los Ángeles. Ese mirador privilegiado marca el territorio de la economía narrativa. En vez de desplazamientos espectaculares por calles y plazas o persecuciones vertiginosas, aquí sólo resta apertrecharse en la lujosa trinchera que posee ventanales que dan al caos. Lo demás es puro artificio narrativo, en la línea de tantas películas de aventuras sobre un grupo que se forma y desarrolla habilidades para enfrentar una amenaza. Como en la clásica “El enigma de otro mundo” de Hawks y Nyby (1951), con la diferencia de que en ella la claustrofobia y los enfrentamientos físicos jugaban papeles marcados.
Aquí, en cambio, el efecto es distinto. Los amigos que descubren la invasión extraterrestre son personajes de esta época. La primera impresión de los temblores de tierra y las luces filtrándose por las persianas – a la manera de las epifanías luminosas de las películas de Spielberg – parece el efecto de la resaca que llevan encima, hasta que descubren la magnitud de lo que sucede: es una amenaza para la humanidad pero representada como un espectáculo de luz y sonido que absorbe la atención y crea trances hipnóticos que llevan a perder el cerebro. Y todo visto desde la platea, mejor dicho, desde los balcones de la terraza, a la manera de un gran monitor, una pantalla hiperrealista o una plataforma audiovisual que te ubica en el centro de la acción. Las tramas y texturas de la imagen son las de un juego de vídeo de naturaleza fotorealista y tamaño multiplicado por cien. Sobre la pantalla global se suceden fragmentos reciclados de acciones que evocan la tradición paranoica del cine de ciencia ficción de alienígenas agresivos o monstruos capaces de pisotear los signos más sólidos y distintivos de la civilización: desde “La guerra de los mundos”, en su versión de los años 50, hasta los “Godzila”, “Gamera” y “Mothra” japoneses atacados por aviones de guerra. Los espectadores vemos a los personajes, a ratos convertidos en variantes de la mujer de Lot, contemplando el Armaguedón desde una terraza que es también ecrán virtual y pantalla alucinatoria.
Por supuesto, “Skyline” tiene una deuda con películas como “Cloverfield” y “Sector 9” pero, a diferencia de ellas, no aspira a la originalidad argumental ni al efecto de sorpresa. La trama es convencional y los personajes tienen la consistencia de un hilo; lo que importa es el espíritu de los hermanos Strause que abordan su película con afán de juego y aventura, celebrando la inmensidad de las naves llegadas del espacio exterior y las formas extravagantes de sus seres. Pero no destacan sólo los logros visuales y técnicos, sino también la precariedad de algunos de los efectos, haciendo patente la impresión de miniaturas y el adefesiero desorden de los combates aéreos: es el goce del artesano mostrando, con un guiño cómplice, las costuras de la ilusión.
Ricardo Bedoya
4 comentarios:
Comenta la de Eastwood
Es una parodia de La guerra de los mundos
Hay películas que simplemente no llaman la atención en ningún sentido, tampoco se trata de ver toda la cartelera de cine, ésta parece que es una de esas. Saludos.
No sé si lo puse en el sitio adecuado, hablaba de la invasión y no del plan.
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