sábado, 24 de abril de 2010

¿Para qué sirve la crítica de cine en el Perú?

Rafael Zalvidea envía un artículo polémico para el blog. Agradeciéndole la colaboración, queda abierta la discusión.
"Hace unas semanas tuvo lugar en “La ventana indiscreta” de la Universidad de Lima, un interesante coloquio en torno al cine peruano en el que se procuró hacer un balance de nuestra producción hasta el presente, pero visto desde la perspectiva de su relación con el CONACINE, la entidad gubernamental de la que los cineastas peruanos, casi en su totalidad, dependemos para la realización de nuestros proyectos. Se cuestionó, sobre todo, la eficacia de esta institución (algunas veces con premeditada mala intención persiguiendo fines ajenos a los propuestos por el coloquio) y se especuló mucho sobre el futuro de nuestro cine visto desde sus más variados aspectos, uno de los cuales fue el de la crítica cinematográfica en el Perú al que, lamentablemente, debido a la fecha y horas previstas asignadas al tema, no pude asistir. No sé por lo tanto cuales fueron los puntos de vista ni las posiciones que se tomaron sobre el tema y me corro el riesgo que mucho de lo que aquí sostenga ya se haya tratado; no obstante me gustaría poder expresar mi opinión si con ella algo aporto de positivo a este debate que siempre seguirá abierto si tomamos como punto de partida una interrogación o si se prefiere, un postulado: ¿Sirve de algo la crítica cinematográfica peruana?

Introducirnos en este tema, sin embargo, previamente exige determinar algunas definiciones, aunque parezcan elementales. La primera: ¿En que consiste la crítica cinematográfica? Una rápida definición, nos diría que se trata del análisis de las películas buscando evaluarla. En líneas generales, a su vez, podríamos clasificar esta evaluación en dos tipos: la académica, es decir la que se hace en ámbitos universitarios por investigadores que se proponen con ésta profundizar algún aspecto de la teoría cinematográfica -que podría ir desde una perspectiva semiótica, o su particular uso del lenguaje audiovisual-; y la otra, la que más nos interesa en este momento porque es la que más nos atañe a nosotros, los cineastas: la crítica periodística que es la que más conocemos pues nos llega regularmente, ya sea por los periódicos, los semanarios, la televisión o, cada vez con mayor divulgación, a través de los blogs especializados en el tema, como este mismo, “Páginas del diario de Satán”, a quien le agradezco su disposición.

La segunda definición a determinar sería: ¿Cuál es la labor de los críticos cinematográficos periodísticos? Yo sostendría resumidamente que es, sobretodo, la de hacer una reseña de los estrenos que se van dando semana a semana. Bueno, una vez establecidos los parámetros, recién podemos pasar a discutir el postulado: ¿Sirve de algo la crítica cinematográfica en el Perú?
Para comenzar yo diría que, teniendo en cuenta la cartelera con que generalmente contamos, es una labor bastante ingrata la de un crítico cinematográfico en el Perú. Pueden transcurrir semanas sin que aparezca una sola película que no sea más que un puro producto comercial al que sin embargo habrá que analizarlo, es decir evaluarlo, como si fuera una creación de pretensiones artísticas, cuando está muy lejos de serlo: ¿Qué decir, por ejemplo, cuando el estreno en cuestión se trate, de la versión más reciente de “El sexo y la ciudad” o de la última secuela de los “Transformers”?

La reseña de una película dada por un crítico periodístico por lo general comienza con el resumen del argumento y su descripción, para a continuación pasar de inmediato a formular -sostenida por razones que tomamos como válidas, ya que a priori las asumimos como venidas de un perito en la materia- su opinión personal, la que algunas veces, más que eso -incomprensiblemente, sobretodo con las películas peruanas- termina siendo un verdadero veredicto basado en un juicio que a menudo sólo es coherente con su propia y arbitraria escala de valores.

Para las películas norteamericanas netamente comerciales -como, por ejemplo, las de acción o las comedias- el impacto que puedan tener estas críticas es irrelevante, pues ellas ya vienen precedidas y acompañadas de campañas de marketing tan desmesuradas que muchas veces superan hasta el propio presupuesto con que éstas fueron producidas. Da igual lo que se pueda decir a favor o en contra de la última película protagonizada por la pareja Pitt-Jollie: casi siempre terminará siendo un “blockbuster” mediático aún cuando se trate de un globo inflado como fue el caso de “El señor y la señora Smith”(1)

¿Pero que sucede cuando la película a la que se le hace la reseña se trata de un director, de unos actores y hasta de una cinematografía poco conocida para la mayoría de nosotros? El impacto de la opinión del crítico periodístico puede ser determinante no sólo para su duración en cartelera, sino, consecuentemente, para su recaudación en taquilla; lo que le confiere una responsabilidad -y por último, un poder- del que tiene que estar plenamente consciente.

Un crítico periodístico serio intentará comprender –y sobre todo, hacer accesible esta comprensión a su propio público- cuales son los factores que hacen que una película funcione, aún cuando los valores de esta película no sean evidentes a primera vista, ya sea por razones culturales o porque estamos acostumbrados a un código, a un uso del lenguaje cinematográfico que nos impide acercarnos a una obra que proponga un punto de vista diferente.

Pongamos un ejemplo de reseña cinematográfica, uno cualquiera, el primero que me cae a la mano: la que hace hoy, 18 de abril de 2010, Federico de Cárdenas en el semanario “Domingo” del periódico “La República” sobre la película “Me enamoré en París” a la que yo, a mi vez, le haré su correspondiente y apresurada crítica: así como la mayoría de sus reseñas, ésta tampoco me parece mala, al contrario: me gustó leerla, pero para motivarme a ver la película no me sirvió. La reseña comienza por informarnos sobre Christophe Barratier, su director -del que yo, así como, asumo, la mayoría de sus lectores, no sabemos nada- y del correspondiente lugar de esta película dentro del propósito de su anterior trayectoria. Hasta ahí, todo muy bien: recibimos un cúmulo de información (que él ya ha obtenido, digerido y sintetizado para nosotros) que nos facilita un poco la comprensión del argumento que a continuación resume en unas cuantas líneas -a mi parecer ridículas en cantidad, proporcionalmente comparadas con el resto del texto- y por último nos da su opinión: “No estamos ante una gran película”, pero lo hace asumiendo algo muy difícil de verificar: que “ésta tampoco es la intención del director”, pues “su apuesta va por otro lado, sin duda porque Barratier sabe que volver a los tiempos del cine francés de los años 30 es imposible”; lo que, en mi opinión, es una postura bastante arrogante.

Conclusión: disfruté leyendo su reseña, quizás por su léxico, o por su erudición cinematográfica o a lo mejor, sobretodo, por su alusión a la historia de una ciudad, un país y una lengua que adoro. Sin embargo para motivarme a ver esta película no me sirvió. Todo lo contrario. Me apabulló con tanta información que por último, si me interesara sumergirme en el tema, podría conseguir -pero multiplicada exponencialmente, tanto en cantidad como en calidad- navegando por la Web.
El director de una película, una buena película, tiene bien claras por lo menos dos metas: pasarme un mensaje (el dichoso logline), pero sobretodo provocarme una emoción que procure hacer de ella un recuerdo inolvidable. Da la casualidad que esta película tuve la suerte de verla antes de leer la crítica de Federico. Para mí esta película, considerando las dos cualidades que acabo de mencionar, sí vale totalmente la pena verla, aunque la reseña que acabo de leer no me invite en ningún momento a hacerlo. Y ese es el problema principal con la crítica cinematográfica peruana: que por lo general no cumple con su función, la de invitarme a ir al cine y comprobar por mí mismo si son ciertas o no las apreciaciones que ella me dio. Sus evaluaciones muchas veces no sólo son erradas desde el inicio mismo por la posición altanera en la que algunos de ellos mismos se colocan (¿Cómo calificar de otra manera, sino, a un “crítico” [que no es Federico, por supuesto] que: “está convencido que Conacine ha premiado a varios fraudes cinematográficos” y que la razón, entre otras, que da para justificar sus precipitados juicios sea porque no conoce “ningún crítico que sea comprensible con bodrios de otras nacionalidades”?) y aquí, lamentablemente, antes de continuar, vamos a tener que determinar un par de nuevos parámetros aparentemente básicos: ¿Qué es el arte? y ¿para que sirve?
Para el primero es interminable la lista de definiciones que se dan de éste. Comienzan desde la chistosa que busca robarte una sonrisa (“es la sensación que tienes de pasar mucho frío”), pero sobre todo la que dio Platón que, por increíble que parezca, a pesar de los miles de años transcurridos, aún prevalece para algunos críticos amateurs, arrebatados de un solo día: “el arte es mimesis o imitación de la realidad y cuanto más se parezca a ésta, mejor será”. ¿De que otro modo considerarlos, sino de reaccionarios, además de improvisados, a todos aquellos que simple y llanamente condenaron las películas de Claudia Llosa porque éstas presentaban una visión, según ellos distorsionada, de una realidad que ellos pretendían conocer mejor? Me refiero a las que en su momento hicieron periodistas tan connotados como Rafo León y Cesar Hildebrandt, nada menos. El error por cierto está en ellos y no en Claudia. Para ella, su película no pretende ser ninguna representación de una realidad exterior, sino se trata más bien del medio que le permite una expresión subjetiva a partir de esta realidad; lo que es totalmente diferente: su visión es personal y plenamente libre.

Este es el principal problema con los críticos: en algún momento ellos se han otorgado el privilegio de ser los “interpretes” de la obra: la “traducen” para que los demás la entiendan, pero sustentándose arbitrariamente, en lo que mayormente ellos mismos pueden entender de manera racional: su contenido; mientras que casi nunca en su forma, a la que algunas veces son poco sensibles, tal vez porque, más que artistas, se trata de intelectuales(2). El crítico en su labor de “tradutore” por supuesto termina siendo un “traditore”: lo que hace en realidad es presentarnos su propia alteración de la obra original, pero encubierta bajo la pretensión de hacer accesible la obra original descubriéndonos (hasta para el autor mismo) “el verdadero significado de su contenido” (3).
Pero el arte, -más aún ahora, que estamos viviendo la revolución digital- en lo que está variando es más en su forma que en su contenido. Los músicos, los pintores, los poetas, hace rato que dejaron de preocuparse en encontrarle un significado a sus obras: lo que persiguen, en última instancia, es provocar una emoción. Para ellos la finalidad del arte va más de acuerdo con la que sostiene Hegel: “...consiste en hacer accesible a la intuición lo que existe en la mente humana, la verdad que el hombre alberga en su alma, lo que remueve su pecho y agita su espíritu”. (Hegel, “Estética”, 1832)
Una película puede llegar a ser una obra de arte cuando alcanza los mismos fines, cuando con imágenes ordinarias me provoca sentimientos muy profundos haciendo que las vuelva ver, pero desde una nueva perspectiva: la vía Venetto dejó de ser la misma después de la “Dolce Vita”; o la misma emoción me puede embargar, esta vez con imágenes creadas, como aquellas de la piscina -o las de la boda- en la “Teta asustada”. Ésta quizá será la respuesta a la segunda pregunta: el arte sirve para sacudirnos interiormente provocándonos emociones.
Pero los críticos insisten en sólo ver su contenido ¿Por qué? La respuesta la tiene Susan Sontang a quien cito: “al reducir la obra de arte a su contenido para luego interpretar aquello, domesticamos la obra de arte. La interpretación hace manejable y maleable al arte”(4)

Recién entonces podemos hacernos la pregunta inicial ¿Para qué sirve la crítica cinematográfica en el Perú? y tratar de contestarla: mientras la crítica cinematográfica periodística en el Perú, para sus reseñas, siga valiéndose del contenido de las películas sólo para mostrarnos lo eruditas que son sus evaluaciones; no estará cumpliendo con su función primordial: motivar al espectador a que vaya al cine a verlas. Sólo servirán como un genero aparte, valido sólo por si mismo, interesante tal vez para el lector aficionado a estas interpretaciones de la realidad basadas, ya no a partir de creaciones cinematográficas originales, sino en las alteraciones que “peritos en la materia” hacen de ellas: sus “críticas” serán tan interesantes, inteligentes y entretenidas por si mismas como lo son aquellas cuando el psicoanalista Jorge Bruce analiza, desde su peculiar perspectiva, el comportamiento de los políticos peruanos o trata de cualquier otro tema; incluyendo el cine. Para el caso sería lo mismo: estoy leyendo a Bruce (o a Bedoya, o a De Cárdenas, etc.) porque soy aficionado a ellos, a su estilo, a su erudición, pero no tomándolos necesariamente como “guías” acertados que me motiven a ver las películas que periódicamente abordan como temas de ensayo para la redacción de sus artículos.
Todo esto que pongo sobre la mesa es tan sólo un postulado, un punto de vista más que aún habrá que ver si es valido, pero lo preciso: a la mayoría de los críticos cinematográficos “les falta calle”, pretendiendo decirles con esto que lo que les falta es pasar por sus propias experiencias de creación cinematográfica para comprender mejor ese complejo proceso que es hacer una película, para que sus evaluaciones vayan más allá del simple análisis de su contenido.
Recomendación para algunos de ellos, en especial a aquellos que aconsejan “dar paso a los jóvenes” -ahora que ellos aún los son aunque ya no tanto, tampoco-: háganse primero su propio cortito (5) y pasen por todo el proceso completo antes de calificar de “fraudes artísticos” a cualquier película que no corresponda con sus antojadizos criterios. No se conviertan para el cine, lo que algún otro ya lo es para el teatro, decidiendo semana a semana, si le levanta el dedo al nuevo estreno o simplemente se lo baja, como un Cesar, condenando una y otra vez al repudio cualquier obra teatral que no sea de su beneplácito y/o ¿qué decir de su equivalente para las exposiciones plásticas:-de cuyo nombre me da flojera acordarme-? ¿qué decir que no sea pedirles que no se vuelvan como ellos: unos fatuos, imbuidos de si mismos, que pretenden dárselas de entendidos cuando con grandes ínfulas, dictaminan con poco o ningún juicio -pero sí con enorme resentimiento y envidia- el destino de artistas nacionales que en su mayoría, a pesar de todos sus eventuales defectos, todo lo que pretenden es conmovernos expresándose con diferentes elementos, pero sobretodo con imágenes, que al final es algo que ellos están descalificados de entender porque carecen -además de la mínima sensibilidad- justamente de imaginación?
Notas
(1) Lo que no impediría que, sin embargo, con bastante curiosidad y hasta con cierto beneplácito pudiera disfrutar de algunos minutos de “cinescape” donde Pinasco eventualmente entrevistase a los actores, al director, a los técnicos, etc; porque siempre me interesará enterarme de los entretelones de las filmaciones, por superficiales que sean, ya que casi siempre algo aprendo y porque sé que no me están dando gato por liebre: Pinasco es un reportero de cine y su programa es una plataforma mediática para lanzar las películas como lo que también son: productos audiovisuales comerciales.

(2) Por supuesto esto sucede no sólo con los críticos cinematográficos: es mucho peor con los literarios. A titulo de ejemplo, porque es la que mejor conozco, pondré las que le hicieron en su momento a mi novela “Pichones de Millonario”. En su mayoría fueron bastante justas y acertadas, pero hubo algunas que me sorprendieron pues le encontraron atributos de los yo mismo hasta entonces no me había percatado ni -por lo menos conscientemente- me había propuesto. Me criticaron la estructura de la novela por exceso de planificación (cuando en realidad no hubo ninguna: simplemente seleccioné todo lo rescatable de las centenas de páginas que hasta entonces, sin ningún propósito premeditado, había escrito sobre tres personajes distintos uniéndolos en un lugar común -un colegio privado, de alumnos mayoritariamente internos- para, a partir de ahí, poder hacer coherentes sus sendos diferentes destinos) que terminaba decepcionando al lector por las insatisfechas expectativas que esta estructura había suscitado. Es divertido para cualquier creador que le hagan descubrir propósitos en su obra de los que él mismo nunca se percató (y ni hablemos de lo que podría ser cuando el crítico en cuestión se trate de un psicoanalista)
(3) Sobre este punto preciso recomiendo leer el ensayo de Susan Sontag: "Contra la interpretación", editorial Alfaguara, Buenos Aires, 1996.

(4) Idem
(5) Hoy en día, gracias al abaratamiento de la tecnología digital, no cuesta tanto: el último que hice, “señor ladrón”, utilizando una cámara mini-DV y editándola en una Mac cualquiera, me salió en trescientos dólares (sin contar, por supuesto, todos los honorarios como guionista, camarógrafo, productor, realizador y editor que no pagué pues todas esas funciones fui yo mismo quien las asumió; así como tampoco alguno otros honorarios que tampoco pagué sino posteriormente pero con prestaciones de servicios. Pero ustedes podrían hacer lo mismo. Estoy seguro que habrán muchos cineastas peruanos dispuestos a prestarles sus servicios a cambio de críticas más clementes y menos petulantes como sus lapidarios calificativos de “bodrios” que no se lo merece ni siquiera “El embajador y yo” de Kiko Ledgard, película peruana que probablemente no hayan visto)

Rafael Zalvidea
(21 de abril de 2010)

8 comentarios:

Anónimo dijo...

Yo creo que el sr zalvidea esta equivocado en algunas cosas. El critico de cine no tiene porque promocionar nada o hablar bien de una pelicula. El simplemente opina segun sus conocimientos. Aunque he leìdo a algunos de los jòvenes criticos de cine como los de la cinefilia no espatriota, y la verdad no analizan la peliculas,solo comentan de forma egocentrica, ni siquiera me motivan a verla, no me dan luces de como entenderla ¿seràn criticos de cine o solo oportunistas para entrar gratis al festival de cine de la pucp?. El critico de cine no tiene porque ponerse en los "Zapatos del director " y tener que hacer cortos o luego largos para entender mejor el oficio. Eso es mentira. Es màs no es necesario. Las criticas de federico de càrdenas a mi me parecen sumamente didàcticas , siempre las leo. Es cierto que a veces cae en subjetividades ,pero eso es inevitable porque el critico de cine tambien es un espectador, y obviamente tambien va a al cine a entretenerse, a evadirse, a abstraerse, etc,etc, y si la pelicula no le gusta, piña pe cuñao, que puedes hacer.Te amargas por las huevas tio.

Yo cuando vi "Lima 451" me pareciò mediocre, bueno no estoy acostumbrado a ver cine experimental o que la historia vaya por retazos ¿que era? ¿Una comedia?, ¿cine experimental? ¿Una mezcla de ambos? ¿para que servia una pelicula hecha asi? . Si, si, ya se lo que va a decir Zalvidea: "Eso es libertad de autor,etc,etc," Y està bien , pero yo voy al cine a entretenerme y Lima 451 me aburriò, senti que perdi mi plata, me estafaste tio. Esa fue la emociòn que me dejaste.Làstima sr Zalvidea serà para la pròxima. Que le vaya bien y ya no se amargue por tonterias. Carlos Lazo.

Anónimo dijo...

Y siguen con lo de "La Teta Asustada", no entiendo porque a todos nos debería de gustar esa película, porque ganó el "Oso de Oro"?

Anónimo dijo...

¿Acaso para ser comentarista político se necesita ser antes congresista?

Anónimo dijo...

Para que te motive a ver películas está Bruno en canal 4 y la publicidad de las transnacionales..

Anónimo dijo...

Zavildea está totalmente desubicado. Uno de los valores nodales que nos ha descubierto la llamada post-modernidad es la diversidad. Todos tienen derecho a expresarse sin limitar al Otro. Hildebrandt y Rafo León tienen todo el derecho de decir lo que dijeron. El crítico profesional o aficionado no está en la obligación de motivar a la gente para ir al cine. No es su rol. Sería largo y aburrido comentar cada una de las aseveraciones de Zavildea. Me reafirmo: está totalmente fuera de lugar.

JORGE LUIS VILLACORTA SANTAMATO dijo...

Felicito a los administradores de este blog por publicar un ensayo tan genial.

Desde mi perspectiva, el texto demuestra que LA CRÍTICA CINEMATOGRÁFICA, delimitada por la práctica que se describe, ES ARTE.

Se indica que:

1)
“Ésta quizá será la respuesta a la segunda pregunta: el arte sirve para sacudirnos interiormente provocándonos emociones”.

2)
“Recién entonces podemos hacernos la pregunta inicial ¿Para qué sirve la crítica cinematográfica en el Perú? y tratar de contestarla: mientras la crítica cinematográfica periodística en el Perú, para sus reseñas, siga valiéndose del contenido de las películas sólo para mostrarnos lo eruditas que son sus evaluaciones; no estará cumpliendo con su función primordial: motivar al espectador a que vaya al cine a verlas. Sólo servirán como un genero aparte, valido sólo por si mismo, interesante tal vez para el lector aficionado a estas interpretaciones de la realidad basadas, ya no a partir de creaciones cinematográficas originales, sino en las alteraciones que “peritos en la materia” hacen de ellas: sus “críticas” serán tan interesantes, inteligentes y entretenidas por si mismas como lo son aquellas cuando el psicoanalista Jorge Bruce analiza, desde su peculiar perspectiva, el comportamiento de los políticos peruanos o trata de cualquier otro tema; incluyendo el cine. Para el caso sería lo mismo: estoy leyendo a Bruce (o a Bedoya, o a De Cárdenas, etc.) porque soy aficionado a ellos, a su estilo, a su erudición, pero no tomándolos necesariamente como “guías” acertados que me motiven a ver las películas que periódicamente abordan como temas de ensayo para la redacción de sus artículos”.

De 2) se aprecia que se lee crítica cinematográfica para sentir admiración. La admiración es una emoción. En 1) se indica que “el arte sirve para sacudirnos interiormente provocándonos emociones”.

Por tanto, la crítica cinematográfica produce admiración, es decir, emoción, lo cual es la función del arte: LA CRÍTICA CINEMATOGRÁFICA ES ARTE.

Aún si una crítica cinematográfica particular me causa repudio, me suscita emoción y por tanto, califica como arte.

Felicito a todos los críticos cinematográficos: son mis héroes y unos artistas extraordinarios.

Felicito a todos los lectores de críticas cinematográficas: les encanta el arte.

Atentamente

JORGE LUIS VILLACORTA SANTAMATO

Anónimo dijo...

"... a cambio de críticas más clementes y menos petulantes como sus lapidarios calificativos de “bodrios” que no se lo merece ni siquiera “El embajador y yo” de Kiko Ledgard, película peruana que probablemente no hayan visto)". Estas líneas escritas por el señor Zalvidea representan, en mi opinión, una postura bastante arrogante.

Anónimo dijo...

percibimos arrogancia cuando un individuo hace infulas de un conocimiento que solo él dice portar, pero no lo veo nada malo a la arrogancia. el la critica cinematografica no es arte, se confunde con el arte. es simplemente el ejercicio de ejecutar un juicio sobre una obra artistica, es solo eso, una accion, pero no es arte pues no incorpora crear y comunicar un concepto; no pretende sublimar las emociones; no pretende ser una representacion del ideal del autor. Es un oficio, ningun critico de cine por lo tanto es artista. Es verdugo o mesias. Y que deba incitar a la gente a ir al cine, talvez de manera indirecta, y de acuerdo a la intencion del critico. Nada es absoluto; si un criico quier einvitar a a que se vea una pelicula, pues venga, no esta bien ni mal, pero no es menester. PD: Zalvidea es un gran tipo.