martes, 16 de febrero de 2010

Hace mucho que te quiero


El Centro Cultural de la Universidad Católica proyecta “Hace mucho que te quiero”, una película francesa que pasó casi desapercibida por la cartelera comercial hace unas semanas. Hace bien el Centro Cultural en recuperar cintas de perfil bajo, aunque debería reforzar la publicidad de su programación.


“Hace mucho que te quiero” (“Il y a longtemps que je t’aime”, 2008) es la primera cinta dirigida por el novelista Philippe Claudel. La inglesa Kristin Scott Thomas es la protagonista y el centro de gravedad de todo el filme. Es su actuación -basada en silencios, movimientos interiorizados y miradas que sólo permiten adivinar emociones ocultas- la que crea el misterio de Juliette, una mujer que llega a vivir en casa de su hermana (Elsa Zylverstein), luego de pasar quince años en prisión. La línea de la trama se abre en dos direcciones. Por un lado, es la crónica del retorno al “hogar”, al mundo de fuera, a la normalidad y las rutinas de la vida. Por otro lado, se apuntan las tensiones y desconfianza del entorno porque la presencia de Juliette no es aceptada sin preguntas ni resquemores.


El director Claudel observa, sigue a la actriz y la pone en situación enfrentándola a la mirada de los que se preguntan por la verdadera naturaleza del crimen que cometió y por su grado de responsabilidad. Al mismo tiempo va creando una sosegada intriga, un suspenso casi subterráneo, ya que mantiene un enigma que no sabemos si se llegará a despejar: ¿qué hizo Juliette?


Lo más interesante es el modo en que Claudel usa la figura y la presencia de su actriz principal. Kristin Scott Thomas tiene adherida la imagen misma de la distinción, de las buenas maneras, del lánguido refinamiento, de la cortesía. Atributos que definen a la actriz de “El paciente inglés” y de “Cuatro bodas y un funeral”. Sus ojos no tienen el brillo violento de la histeria que encontramos en Isabelle Huppert, ni su cuerpo despierta la sensualidad de Emmanuelle Béart, ni luce el talante de autoritaria dignidad de Helen Mirren. Por eso, imaginarla criminal, acaso asesina, reclusa durante quince años, es ir a contramano, forzando su “mitología”. Al mismo tiempo supone despertar la curiosidad y hasta el morbo del espectador que se pregunta por la falta cometida por esa aristocrática figura de siempre que aparece ahora con el rostro limpio de maquillaje y los ojos encapotados por el llanto.



Con habilidad, Claudel encabalga los motivos melodramáticos –apuntados con una austera y hasta depresiva sobriedad-, el retrato de caracteres, la descripción de lo ordinario –Juliette se acuesta con un desconocido; busca trabajo- y los datos que conducen a desentrañar el misterio de la mujer. La alternancia de esas dimensiones de la cinta se da a partir de la observación de detalles, entre fundidos en negro prolongados y muchos silencios.


Lástima que en la conclusión esos silencios se quiebren. La película se obliga a explicar lo que todos entendimos ya e incluye una conversación cargada de histrionismo entre las hermanas. Al final, el “literato” Claudel vence al cineasta pudoroso, retraído, observador y callado. Aún así, no hay que dejar pasar “Hace mucho que te quiero”.


Ricardo Bedoya

1 comentario:

Anónimo dijo...

Hola

Tener un final histrionico despues de tanto auscultar en los gestos, ojos y el comportamiento reservado de la ex rea deja una sensacion de satisfaccion. No enterarnos del crimen pero percibir las tensiones que rondan en ese silencio complice o situacion de 'mejor no hablemos del tema', presentes en las conversaciones asperas entre las hermanas, y la ausencia de afecto entre la criminal y los miembros de su 'familia', nos llevan a meternos mas en la pelicual esperando un resultado, una respuesta o explicacion, enterarnos de lo que ocurrio', por que' tanto distanciamiento y tension. Para llegar a conocer lo que sucedio despues de cargarnos de tanta curiosidad, la escena explosiva en la que las hermanas discuten sirve como medio para no solamente conocer el crimen sino tambien liberarnos de tanta tension y misterio, tal cual lo hacen las hermanas.

La sensacion que puede producir el regreso a una familia casi desconocida se muestra en esa actitud de incertidumbre, incomodidad y recelo que se percibe en la criminal. Por su parte los miembros de la familia se muestran desconfiados de una criminal. Como que los comportamientos y las actitudes de ambos grupos se suman hasta desbordarse y crear ese final abrupto, lleno de gritos y exacerbacion, y casi feliz.

La Enesima Dimension