martes, 16 de febrero de 2010

El inefable cine de Koji Wakamatsu


Koji Wakamatsu está dando qué hablar en la última Berlinale. A sus 72 años, dando un giro menos duro a los motivos de su trayectoria de halo subversivo y de exploitation, vuelve con Caterpillar (2010), una obra sobre el choque emocional de una mujer que se resiste a su esposo, un soldado mutilado en la segunda guerra mundial. Espero verla pronto, mientras tanto, un repaso a parte de su descomunal obra.

Como último deseo antes de la muerte, una mujer desnuda y crucificada por unos yacuzas, en medio de unos matorrales, reclama la cola de perro que su enamorado ha dicho tener. Un estudiante voyeur y devoto del onanismo, quien aparenta leer la página policial de los diarios, ve con otros ojos a su hermana mientras ella se ducha con deleite en la habitación contigua. Un grupo de jóvenes militantes comunistas locos por el sexo se acuestan cada noche con la misma compañera debido a un código solidario del partido. Estas escenas extraídas de algunos filmes del director nipón pertenecen al universo extraño que ha consolidado con dos ideas indispensables: el intento fallido de subvertir un orden a través de la política y el de la levedad e inutilidad de las personas que intentan el cambio.


El cine de Koji Wakamatsu (nacido en 1936) tiene como eje todo un imaginario político de guerrilleros, militantes enardecidos, que empatan con la frivolidad de chicas go-go, de la locura de las estrellas del rock, o que encajan simplemente con personajes en apariencia común y corriente pero con un lado oscuro que explotar.


La biografía de Koji Wakamatsu dice que luego que saliera de su ciudad natal, Wakuya, en su adolescencia, se fue a Tokio para adherirse a una familia de yacuzas, donde conoció de cerca diversas actividades ilegales, situación que lo llevó tras las rejas. Pero ya dentro de este ambiente es que realiza sus primeros contactos con las productoras. Es recién en 1963 que logra dirigir su primer filme, Sweet Trap, un éxito de taquilla que lo llevó a dirigir veinte cintas más hasta 1965. Pero dirigir este tipo de películas no ha sido nada fácil para Wakamatsu, en la medida que fue perseguido por la censura y vio a sus películas boicoteadas. Pero ¿qué mostraba en sus filmes para recibir tamaño trato? Su cine era promocionado como pinku eiga (filmes realizados, sobre todo, en la década del sesenta y que abordan historias juveniles y rebeldes, con dosis de drogas, de evidente corte erótico, de bajo presupuesto, metraje breve, y donde no se muestran genitales ni el vello púbico) sin embargo, el cineasta “contrabandeaba” sus lecturas sobre la realidad política de su país en medio de modosos desnudos y temáticas de violencia.


Wakamatsu, el anarquista
A inicios de los setenta, el cineasta nipón estuvo en Palestina, acompañado de un amigo del Ejército Rojo japonés, donde conoció de cerca la realidad de la lucha de esa zona, lo que le sirvió de caldo de cultivo para su filme The Red Army: declaration of world war (1971), lo que le ocasionó ser considerado peligroso por sus vínculos con el terrorismo. Su crítica contra la mecánica de las guerrillas o de partidos militantes en extremo aún es su tema de preocupación, tanto que después de más de 35 años realizó un filme de tres horas de duración: United Red Army (en la foto, 2007).


Pero ¿con qué intenciones Wakamatsu llega a conjugar una dupla tan convulsa como el del sexo anodino en apariencia y la política? Al japonés le interesa indagar, aparte de las intimidades de los “revolucionarios”, sobre el universo juvenil desde las polaridades y sus modas, y ninguno de sus filmes escapa a estos códigos, mas bien los utiliza para ponerle su cuota personal: Si en Go go second time virgin (1969), una chiquilla es ultrajada por una pandilla en una terraza mientras un tipo tímido mira todo en silencio, en The embryo hunts in secret (1966) una vendedora es convertida sin mucha reyerta en esclava sexual por su empleado. Sin embargo, en ambos filmes hay lugar para el estallido, la revancha, el repechaje descomunal. El mundo no puede quedar así, ni siquiera en un pinku eiga, pareciera decir Wakamatsu. En situaciones extremas, en medio de diferentes luchas de poder, la vuelta de tuerca, la revelación y el hartazgo es a lo que se tiene que llegar, indefectiblemente.


Tras las proyección de Secrets Behind the Wall (1965) en el festival de Berlín de ese año, Wakamatsu fue considerado por el periodismo de su país como una vergüenza nacional, ya que era visto simple director de cine malo y erótico y se veía mal que representara a Japón en tal evento internacional de prestigio. Secrets… es una experiencia como pocas: al inicio se ve a una pareja que hace el amor pegajosamente a las luces de un afiche de Stalin, mientras ella dice una docena de veces que se “muere” por la cicatriz de su amante en la espalda (aparecen sobreimpresiones de la bomba de Hiroshima). Luego el filme toma como eje los avatares de un vecino voyerista y pervertido.

De otro lado, Ecstasy of the Angels (1972) es la anarquía sexual total revelada en el accionar de una guerrilla (como en United Red Army) que roba explosivos en una base militar norteamericana, y que luego se ve afectada porque todos los integrantes llamados Otoño, Lunes o Viernes, se pelean por el botín, muriendo en el intento y desatando una euforia sexual. Ni qué decir de Violent virgin o de Violated angels, ejemplos de rodajes rápidos (¡se hacían en tres días de filmación y se editaban en uno!) pero también de un cine violento, donde el rojo de la sangre poco tenía que envidiar a la textura del rojo mate de “Vencedor”.

En un BAFICI, en una conversa con los espectadores tras la proyección de Sex Jack, filme sobre unos jóvenes revolucionarios obsesionados con el sexo, y ante la pregunta de cuál era el sentido estético de su viraje del blanco y negro al color en algunas escenas de sus filmes (algo muy característico en su cine), Wakamatsu dijo que el asunto no tenía una respuesta complicada: “Si paso del blanco y negro al color no es porque yo haya tenido pensando un efecto estilístico, o una manera diferente de contar, sino que es porque simplemente me encontré un rollo de color por ahí, en esas épocas de los setenta eran carísimos y como no quería dejar de usar el color, pues metí un rollo. Eso era todo”. Una idea que parece fuera de circulación en su nueva Caterpillar, que va por otros caminos, más oscuros e intimidantes. (Publicado originalmente en la revista Freak out).


Mónica Delgado

1 comentario:

Rodrigo dijo...

Gran película United Red Army. A Caterpillar le están dando con palo en Berlín.