martes, 10 de noviembre de 2009

Terror eufórico y musical triste


El terror y el musical han tenido destinos divergentes. El terror se renueva, se cruza con otros géneros, inventa personajes, se nutre de las nuevas tecnologías, apela al humor y está tan vivo como antes. El musical, en cambio, perdió el rumbo con el fin del “sistema de estudios” en los años sesenta. Género de hechura colectiva, se desintegró cuando la Metro retiró de sus planillas a los coreógrafos, músicos, bailarines, directores y otros técnicos responsables de maravillas como “Cantando bajo la lluvia”, “Brigadoon” o “Brindis al amor”.

“Arrástrame al infierno”, de Sam Raimi, muestra al horror fílmico en plena forma porque sabe ser clásica y contemporánea a la vez. Es clásica en su apelación al gran guiñol, al truco exagerado, al miedo súbito, a los personajes truculentos, a las mitologías demoníacas movilizadas por la presencia de gitanos y “extranjeros”, y al sacudón que llega en el pico de una situación de acoso. También lo es en el esquema de su construcción dramática, con una aterrada protagonista deslizándose entre percepciones opuestas de la vida: la que acepta lo sobrenatural sin chistar (que le ofrece el clarividente) y la que se empeña en explicar las manifestaciones de lo siniestro desde la razón, como lo hace el novio.

Pero es contemporánea en sus afanes de manipular y celebrar géneros y textos afines: “Arrástrame al infierno” juega con la estética de la historieta; encuentra humor en la truculencia de las situaciones; evoca las películas de culto satanista de los años sesenta realizadas por la empresa Hammer Films (como “Magia negra”, de Fisher”); cita “La noche del demonio”, de Jacques Tourneur, filme fetiche sobre Luzbel; ironiza sobre la crisis financiera que lleva a las pobres víctimas a maldecir a los banqueros. Pero, sobre todo, cultiva la ironía que transforma a la insegura pero arribista empleada de la financiera en un ser de crueldad equivalente a la del espíritu que la posee. “Arrástrame al infierno” dice que la “carrera de ratas” por el éxito tiene algo, o mucho, de demoníaco.

El documental “This Is It” recopila imágenes grabadas durante los ensayos de la que hubiera sido la última gira de Michael Jackson. Se vende como una película para “fans”, pero es más que eso: es un logrado filme musical.

La película se arma sobre una pauta seguida por centenares de películas del género, sobre todo las realizadas en los años treinta, cuando el sonido fílmico era aún una tecnología joven: vemos a un grupo de profesionales que prepara un espectáculo que promete ser sensacional. Seguimos sus entrenamientos, atisbamos el “backstage”, y conocemos al grupo que se somete a las órdenes del director y a los deseos de su líder. Los ensayos, filmados por cámaras diversas, están editados sin la afectación del montaje paroxístico del “clip” que fragmenta los cuerpos, altera la continuidad y trastoca el espacio. Aquí, esos cuerpos se lucen íntegros, en planos abiertos que privilegian el registro de sus movimientos en el escenario.

Pero a diferencia de las películas musicales de los años treinta, en “This Is It” la apoteosis del show final nunca llega. Es la crónica de un espectáculo trunco y, por eso, está atravesada por un sentimiento funesto. El vitalismo del musical, género eufórico como ningún otro, se diluye en la melancolía.

Desde ese temperamento, todo en “This Is It” adquiere un aire difuso, frágil, empañado, espectral. Vemos los pasos de Jackson desde el conocimiento de que son los últimos de su vida y eso les da el significado de actos provisorios, frágiles. Esta cinta opaca se emparienta en línea directa con otros musicales tristes que trataron los asuntos de la pérdida, la muerte o la partida, como “Meet Me in St. Louis”, de Minnelli, “El show debe seguir”, de Fosse, “El último Rock” o “New York, New York”, de Scorsese.

Ricardo Bedoya

4 comentarios:

Carlos Esquives dijo...

El “género de terror” en la actualidad es más bien una des-generación, nada similar a los que nos han heredado grandes directores del género oscurantista, menciónese a George A. Romero, John Carpenter, Dario Argento, Tobe Hooper, entre otros. Sam Raimi con “Arrástrame al infierno” se convierte en una suerte de hijo pródigo de ese género del terror, el clásico, aquel que no abusa, y no necesita, de los zoom violentos, las mezclas de sonidos inesperados (desde un teléfono a una gota de agua que cae) o infantes con ojos desorbitados que vienen del más allá. Sam Raimi vuelve a sus raíces con un estilo que en su famosa trilogía The Evil Dead (acá si más no me equivoco llegó con el nombre de “El libro del demonio”) se daría a conocer, la mezcla del suspenso, lo macabro, lo grotesco, un cine gore, que además se combina con lo cómico, un tono burlón que va a la exageración. Raimi sabe cuando asistir a este y en ningún momento su género resulta ser desvirtuado. El terror para Raimi es asistir a un mundo lleno de fantasías, donde los incrédulos (los ajenos a las peripecias fantasmagóricas) son los cuerdos, los que razonan, mientras que las víctimas son personas que asisten a lo extraño, a lo irreconocible, son separados de la razón y tocan la puerta de la locura. Mediante estos límites es que se presenta lo cómico, lo absurdo o paródico en Raimi, un paralelismo entre lo posible y lo imposible, entre la razón y la locura, entre la normalidad y lo terrorífico. Sus mismos monstruos son clásicos: los seres que vienen de la ultratumba (Drácula, Frankenstein), la brujería (La brujería a través de los tiempos de Benjamin Christensen), los seres demoníacos y las sectas espiritistas (El bebe de Rosemary de Roman Polansky o La noche del demonio de Jacques Tourneur). “Arrástrame al infierno” sabe amoldarse además a un espacio urbano y consumista: los préstamos hipotecarios. Con un argumento que puede sonar un poco desalentador: sobre una anciana que lanza una maldición a una joven a raíz que esta no le retrasa una mensualidad hipotecaría; pero que en realidad no tiene más importancia la de crear todo una consecuencia que crea terror, suspenso e inclusive comedia, muy a diferencia del género de terror actual que si bien posee una buena trama no vemos más que marcas rutinarias, los mismos espectros, los mismos efectos, mucho ruido pocas nueces; un cine más de espasmos que de espanto.

Carlos Esquives dijo...
Este comentario ha sido eliminado por el autor.
Rodrigo dijo...

Me ha dado mucho gusto el retorno de Raimi al terreno del horror.

A proposito, en USA han reestrenado Evil Dead en copias nuevas.

Anónimo dijo...

Buenas Ricardo como se puede señalar a una película dentro del género del terror se puede considerar terror a las películas de monstruos realizados por Universal tales como, el hombre lobo, dracula, la momia, entre otros, asimismo se puede señalar dentro del terror las películas de tipo Gore como el mas allá, la casa del cementerio, Ichi the Killer, Huella, etc.
Se puede hablar del terror en películas que están dentro del cine bizarro para señalar películas de Edward D. Wood y las aventuras del enmascarado santo.
Acaso estarían enmarcadas dentro del terror las películas de serie B realizadas en gran medida por Wise, Corman, Tourneur, Fisher entre otros.
Las producciones de Val Lewton tales como La Séptima víctima, la Notable Mujer Pantera entre otras son marcas indiscutibles del terror.
Acaso la empresa Hammer Films realizo solo películas enmarcadas dentro del terror, no hizo también películas de ciencia ficción y de lo fantástico.
Se podría señalar que películas que tengan personajes como psicópatas, asesinos en serie, personas deformes, fantasmas, etc. Están enmarcadas dentro del género del terror.
Que diferencias existen entre el terror y el suspenso acaso el suspenso es un subgénero del terror. Películas de M. Night Shyamalan están en el perfil del terror. Las primeras películas de David Cronenberg como vinieron de adentro están dentro del terror.
Si bien es cierto, señalas que el terror se renueva y se alimenta de otros géneros, no indicas de qué manera se renueva el terror.
Finalmente que es para ti el terror Ricardo.
Atentamente,
Jorge Luis