En febrero del año pasado publicamos esta conversación con la actriz Elvira Travesí, fallecida esta semana. Se realizó en agosto de 2003, cuando fue homenajeada por el Festival de Lima. La publicamos una vez más en recuerdo de su personalidad y trayectoria.
Usted, señora, ha tenido una carrera cinematográfica larga en el tiempo pero pequeña en cantidad de películas.
Sí, no tuve muchas oportunidades para trabajar en el cine. Tal vez por mi físico. Empecé con mis tres hermanas, con las que conformaba el Trío Travesí. Angelita tenía una apariencia muy inocente ; Gloria tenía mucho temperamento y era muy bonita de cara. Yo, en cambio, tenía porte de vampiresa. Tuve que esperar a que se necesitara de una vampiresa, como ocurrió en Barco sin rumbo, donde hice de seductora (1940).
En las películas que produjo Amauta Films, entre 1937 y 1940, aparecía usted con sus hermanas, pero también figura Gloria sola. ¿Cómo llegaron al cine luego de su carrera en el teatro y las variedades?
Sí, Gloria era la actriz de carácter y estuvo muy ligada al cine. Con mis hermanas, cantábamos y actuábamos. Gloria cantaba muy bien y hacía la primera voz ; Angelita tocaba el acordeón y hacía la tercera voz. Yo era la segunda voz. Fue así que nos contrataron para el cine. Hasta entonces habíamos hecho mucho teatro de varieté. En esa época se apoyaba a los artistas y en los intermedios de las funciones de cine, actuábamos y cantábamos. Incluso se cortaban las películas y en ese intermedio entraban las varietés. Había otros tríos, como el Trío Esmeralda y el de las Hermanas Puro, con las que alternábamos. El mundo del cine peruano de fines de los años treinta era muy precario. No había dinero y se ganaba muy poco. Y todo ese período acabó cuando dejó de llegar película virgen para filmar, a causa de las restricciones de la Segunda Guerra Mundial.
En películas como De carne somos (1938) o Los conflictos de Cordero (1940), las « hermanitas Travesí » alternaban con actores muy famosos como José Luis Romero, Pepe Muñoz, Edmundo Moreau, Alex Valle.
Fue un período de gloria. El público acudía a ver las películas y el apoyo a los espectáculos era muy estable e importante Pero eso acabó muy pronto. Luego de la Segunda Guerra Mundial, la producción de películas se detuvo y yo proseguí mi carrera teatral y conocí a mi marido, Juan Ureta Mille.
En los años sesenta trabajó en dos películas producidas por Panamericana Televisión llamadas Annabelle Lee y Boda diabólica.
No recordaba los títulos, pero las filmamos en Chosica, hacia donde íbamos en busca del sol. El director era norteamericano y me llamaba « Alvaira ». Esas películas se hicieron para mercados extranjeros y no se estrenaron en el Perú. Trabajé luego en Estación de amor y Melgar, el poeta insurgente. Mi último trabajo cinematográfico fue en Maruja en el infierno donde hacía de una mujer amargada con los años y con el peso de la vida que explota a Maruja.
Un papel de ex-prostituta que entronca con el de la vieja Celestina que representó en el teatro.
Sí, porque La Celestina es también una mujer malvada y manipuladora, pero yo no soy así. Son roles que se alejan de los que soy y siento en verdad. Esos fueron papeles hermosos, para sacarles partido, para interpretar¿Usted prefiere ese tipo de personajes que la llevan a una interpretación muy marcada?Creo que sí. En los personajes de ingenuas, buenas y santas no siempre hay esa fuerza y riqueza que permite trabajar a fondo un papel. En cambio, las malas tienen una forma de mirar y de decir muy particular.
¿Se siente cómoda con la cámara de cine ?
No. Le tengo terror, terror, terror. Estoy acostumbrada al escenario del teatro. Cuando estoy parada en un escenario no veo al público ; lo siento pero para mi el público es una presencia oscura, apesar de que me transmite sus sentimientos. En el cine no ocurre eso y la cámara impone una presencia distante que temo.
¿Qúe actores o actrices le gustan ?
Bette Davis
Mujer fuerte, ¿no ?
Una malvada. Cuando se tiene temperamento, esos papeles de malvada son fáciles de hacer. Yo nací con ese don. Nací con esa fuerza y con la capacidad de interpretar a ese tipo de mujeres con gran temperamento. Pero el teatro no sólo es eso. Yo siempre les digo a los estudiantes que el teatro es práctica, práctica y práctica. Hay que actuar aunque sea en pequeños roles porque eso da soltura en el escenario y enseña la forma de pararse, mover las manos y saber estar allí, en el escenario.
Ricardo Bedoya
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