domingo, 16 de noviembre de 2008

Un libro sobre el cine latinoamericano de hoy


Ya circula en el Perú el libro "Hacer cine. Producción audiovisual en América Latina” (2008), editado por Fundación TyPA y Editorial Paidós de Argentina.
Compilado por Eduardo A. Russo, el libro reúne ensayos sobre los modos de producción, perspectivas nacionales, películas realizadas en los últimos años, cineastas singulares, géneros, formatos, nuevas formas de consumo fílmico en América Latina, entre otros asuntos. Colaboran, entre otros, Andrés di Tella, Paz Encina, Jorge Le Ferla, Jorge Ruffinelli, José Carlos Avellar, David Oubiña, Marcos Loayza.
Del capítulo sobre el Perú, "Películas para después de una guerra", al que contribuí analizando películas como Bajo la piel, El bien esquivo, Días de Santiago y Madeinusa, extraigo algunos pasajes sobre El bien esquivo, una cinta, lástima, tan maltratada en su estreno:
" El bien esquivo (...) está impulsada por una exigencia particular de la escritura fílmica, antes que por un mero afán ilustrativo. Escritura templada, ajena a la ostentación (...)

El guión, escrito por Tamayo, en colaboración con Alejandro Rossi, desarrolla líneas cercanas a los intereses del director por la investigación histórica, la pesquisa genealógica y las narraciones nostálgica o elegíacas, como lo expresaba ya Presbítero Maestro, un cortometraje dirigido por Tamayo en los años setenta. La producción y el rodaje de la cinta fueron procesos largos y complicados, en los que se jugó la persistencia del director, empeñado en sacar el proyecto a flote. Un premio estatal y el apoyo logístico de una universidad privada fueron sólo parte de un sistema de producción que movió recursos obtenidos en formas no tradicionales.

El bien esquivo no tiene relación argumental directa con el asunto de la violencia social de fines del siglo XX en el Perú, pero su signo es el desconcierto, la sensación postraumática, la búsqueda errática de un pasado o una identidad y el sentimiento de habitar una época confusa, luego de haber experimentado el caos o la impresión de asistir al fin de los tiempos. Es decir, recrea el sentimiento de un momento del pasado histórico para homologarlo con el del presente.

Narra la historia de Jerónimo de Ávila, hijo de india y español, que regresa al Perú en busca de las pruebas escritas de su identidad mestiza. Ha pasado el tiempo tormentoso de la llegada de los conquistadores, cuando el mundo se alteró, invirtiéndose de cabeza, en pleno desorden y caos, según la percepción de los indígenas. Se vive entonces la época de la imposición cultural y la extirpación de idolatrías, destinada a erradicar las creencias nativas, reemplazadas por el culto cristiano. Las guerras internas han amainado pero la violencia sigue, a veces soterrada, a veces directa. El personaje principal busca reivindicar su filiación, probar su estirpe y, al cabo, vive como una tragedia la imposibilidad de dilucidar su verdadera identidad.

El bien esquivo es una de las cintas peruanas que explora con mayor conciencia los asuntos del ritmo y la fluencia de la exposición, pero también las formas de la representación de la historia en el cine peruano. Las primeras imágenes del filme, que muestran las “huacas” removidas, los escorpiones recorriendo el suelo, los codiciosos que buscan el oro y reprimen los cultos nativos, mientras los indios protegen los restos de su cultura, proponen un acercamiento distinto al de las cintas históricas usuales. No estamos aquí en el inicio de una gesta por cumplir, ni ante la biografía edificante de un personaje ejemplar, ni frente a la ilustración de un período de la vida pícara y licenciosa del virreinato limeño. El bien esquivo empieza después de la gran violencia, en una época de dominio e imposición, y su puesta en escena privilegia los matices oscuros, la iluminación de las antorchas, la oscuridad de las cuevas donde se cumplen los ritos indígenas prohibidos, la luz fantasmal de las celdas de los conventos, el reflejo de los metales. La iconografía de un momento de inflexión histórica. Si resta alguna apariencia de filme de acción y espadachines, es la de una acción suspendida, que se mueve lentamente, como moviéndose entre los escombros de una catástrofe que acaba de ocurrir.

La acción de El bien esquivo se sitúa en el pasado pero también ahora, no sólo porque el tema de la irresuelta identidad mestiza tiene una vigencia plena, sino porque la película inventa dispositivos de puesta en escena que la colocan a caballo entre lo viejo y lo nuevo. Por ejemplo, privilegia la artificialidad de la representación. No el adorno, el brillo o la mascarada, sino la conciencia de los mecanismos del cine creando su propia ilusión. Los diálogos, dichos por los actores, tienen una cualidad literaria evidente, sin dejar de ser convincentes y escuetos; la planificación destaca a los personajes en planos medios y de conjunto, dejando los fondos expuestos, oscurecidos, sombreados, con un toque de tenebrismo austero o de expresionismo escenográfico carente de ostentación; hay una impresión permanente de representación culminante, de gesto postrero, como si cada acción fuera el preludio de algo fatal por venir. La película es un teatro de sombras, un escenario de claroscuros, de ambientes iluminados con antorchas pero recortados en su realidad por la naturaleza misma de las localizaciones de filmación, lugares elegidos por su capacidad para ser signos del pasado antes que retratos realistas de una época.

Los asuntos clásicos de la aventura están presentes: el viaje de regreso a la tierra natal, la misión que se impone el protagonista, la búsqueda de su filiación, el encuentro con la dama, el romance entre el caballero y la monja, la prueba de iniciación, la lucha contra la intolerancia, el crimen producto de la desgracia. Pero esos asuntos sólo quedan apuntados y poco a poco se desgranan, pierden su impulso inicial, se orientan hacia una resolución contraria a lo esperado. La aventura se deshace en frustración y la mecánica del relato es una trayectoria de postergaciones, desplazamientos y renuncias. La búsqueda no conduce a ninguna parte –igual que el derrotero de la narración, que gira en círculo- y la filiación se extravía para siempre. Jerónimo de Ávila mira en silencio y con serena tensión la destrucción de la prueba de su filiación para sobrellevar en adelante la irresuelta condición del mestizo, emparentada con la orfandad. Orfandad que alcanza también al personaje de la monja de clausura, que se afirma en la escritura de poemas, que le son arrebatados y censurados, perdiendo entonces la identidad personal, la más íntima, la de su creación literaria, ya que no la de la sangre.

Una de las fuerzas de El bien esquivo es su carácter evanescente y su estilo narrativo que evita la aceleración o la proliferación de incidentes. En el curso del relato las finalidades de los personajes se extravían, se disuelven, se pierden. Estamos en un mundo opaco, que se niega a significar: los documentos no hablan, no prueban, no demuestran; son quebrados, quemados, proscritos. El viaje hacia el reconocimiento personal, la palabra, el orden, la expresión personal, la filiación, es una travesía inútil. Como la identidad, todo bien, conclusión, afirmación o logro es esquivo y ese sentimiento se expresa en la textura misma de las imágenes, en la inmaterialidad fantasmal de sus claroscuros (...)"
Ricardo Bedoya

9 comentarios:

Anónimo dijo...

¡Muuuy interesante!

JORGE LUIS VILLACORTA SANTAMATO

Anónimo dijo...

Vale la pena el libro de Tamayo y
Hendrixs?

Anónimo dijo...

Una crisis colosal es la de los críticos peruanos. Porqué no hace usted un debate sobre el periodista cinematográfico que habla sin conocimiento, formación y mucho menos criterio. Qué tan creible puede ser leer al que opina de cine en nuestro país.

Anónimo dijo...

Este libro donde se alaba a "El Bien Esquivo" sera utilizado para enseñar a alumnos de facultades de cine o comunicacion?

Anónimo dijo...

La pregunta del anónimo de las 7:23
presupone una vez más que los juicios críticos o analíticos se
imponen a los alumnos como si fueran verdades. No es así. El de "El bien esquivo" es un texto bien razonado y fundamentado. Los alumnos no son autómatas. Cualquier
libro o texto puede ser utilizado en cursos o talleres, si es que tiene nivel. Lo que no se debe utilizar es el material mediocre o
mal fundamentado.

Raul W.

Anónimo dijo...

y por qué también no se hace un debate sobre el espectador peruano, ¿cuán disponible está para nuevas propuestas cinematográficas o cuánto sabe de cinem, qué escucha, qué lee, qué ve? sería interesante ¿no?

Anónimo dijo...

Y Un cuerpo desnudo, Bedoya????

Anónimo dijo...

Muy bueno el análisis, Bedoya!

Anónimo dijo...

Detrás del anónimo de la 7:23 está la absurda idea de que Bedoya y León le imponen "ideas" a sus alumnos.