sábado, 1 de diciembre de 2007

Un siglo de salas en Lima: ilusiones a oscuras

El arquitecto Víctor Mejía Ticona acaba de publicar un libro indispensable, Ilusiones a oscuras, que recorre no sólo un siglo de historia de las salas cinematográficas en Lima, sino que también se ocupa de sus estilos de edificación, del sentido de sus fachadas, del lenguaje arquitectónico. Además es un libro grande y precioso, ilustrado con fotos muy valiosas y editado con impecable pulcritud. Publicamos aquí el prólogo escrito por Isaac León Frías.

Un siglo de salas de cine en Lima: lo que el tiempo se llevó y lo que trajo después

Quienes han vivido los tiempos de auge de las salas de cine, saben que además de la función a la que se asistía, con el noticiario, el corto o dibujo animado que se proyectaba, los avances o trailers (llamados «réclames» en otra época) y la película de largometraje como atracción principal, contaba de manera considerable el atractivo de la edificación. Desde la fachada con el nombre de la sala, el título de la cinta, las marquesinas, el lobby con los carteles y fotos que vestían sus paredes, hasta las diversas localidades en que se dividía la sala propiamente dicha, las peculiaridades interiores de cada cine, los adornos o agregados, el escenario y las cortinas, etcétera.

Todo eso configuraba un importante valor añadido a aquello que se ofrecía durante la proyección en medio de la oscuridad. Hoy en día los multicines son relativamente intercambiables. No hay entre ellos las diferencias que antes saltaban a la vista y proveían de una identidad propia a cada uno de los cines. En los años cincuenta, y en el Centro de Lima, eran muy diferentes los tres cines que compartían el espacio de la plaza San Martín: el Colón, el San Martín y el Metro, como también lo eran los que se ubicaban en el Jirón de la Unión: el Excelsior, el Biarritz y, más tarde, el Bijou. Eran tiempos en los cuales los cines tenían la capacidad de congregar al público por sí mismos, sin los estímulos complementarios que hoy ofrecen los centros comerciales o las inmediaciones de algunas de las pocas edificaciones autónomas que, como el Cineplanet Alcázar, son la excepción en la regla general que concibe la ubicación de salas al interior de los centros comerciales.

Pues bien, hasta ahora la historia de esas salas desde el punto de vista de las características de su edificación, no había sido registrada pese a la evidente significación arquitectónica, social y urbana que han tenido desde inicios de la década de 1910 hasta los años ochenta, en que su declinación adquiere caracteres de gravedad.

Por eso, este es uno de esos libros cuya necesidad de existir se impone de inmediato. Más aún, sorprende que no se haya publicado hasta ahora, al menos con una extensión que supere la reseña periodística, un texto que dé cuenta de la evolución arquitectónica de las salas de cine en Lima, esas que tantos ensueños y fantasías han alimentado a lo largo de varias décadas. El tema se presentaba como altamente estimulante para cualquier arquitecto o estudioso de la arquitectura peruana del siglo XX. Sin embargo, no ha sido un profesional experimentado sino un joven arquitecto quien ha emprendido la tarea de ofrecer un panorama de esa evolución y ya en el siglo XXI, en la era de los multicines y cuando las viejas salas, y no todas, sobreviven convertidas en templos, casinos o locales destinados a diversas actividades, si es que no están cerradas o tapiadas. Se trata de un trabajo de investigación muy serio, acucioso, y de varios años, que he tenido la suerte de seguir, gracias a la confianza de Víctor Mejía, quien me ha hecho saber de sus avances a lo largo de su paciente desarrollo, el que ha permitido un resultado tan enjundioso como el que ofrecen las casi cuatrocientas páginas que el lector tiene entre manos. A la indagación hemerográfica y documental, a la búsqueda de fotos y planos, a las múltiples entrevistas, se ha sumado la visita a las propias salas, o a lo que queda de ellas y vistas desde el exterior, en la mayor parte de los casos, tanto en el centro como en los antiguos distritos, donde se ubicaba el circuito de los cines de barrio.

Pero Ilusiones a oscuras no se limita a trazar un recorrido por las formas arquitectónicas presentes en las diversas etapas que han visto el crecimiento, cambio de modelos, estilos de construcción y diseño a lo largo del siglo XX, desde las carpas pioneras que constituyen la prehistoria de ese abanico de teatros o cines-teatro, tal como se les llamó por mucho tiempo y que fueron escenarios privilegiados en los que varias generaciones compartieron parte de su existencia. El libro es, por lo pronto, el acercamiento de un profesional que no se limita estrictamente a lo suyo, sino que intenta cubrir otros aspectos y dimensiones relacionados. Están presentes el contexto histórico y social, las transformaciones urbanas en el centro de la ciudad y en sus alrededores —cada vez más extendidos—, las innovaciones tecnológicas, la evolución de la industria cinematográfica y, de manera muy especial, el carácter de espectáculo público que el cine adquiere desde temprano y en función del cual se conciben y edifican las salas y sus particularidades exteriores e interiores.

Es un acierto haber elegido una perspectiva más abarcadora, sin que eso signifique que el abordaje de la materia se deslice hacia una visión ecléctica y diletante que toma de aquí y allá para configurar un panorama histórico. Está muy clara la mirada del arquitecto y el centro del trabajo son las salas de cine y sus características, pero con una drástica reducción del lenguaje técnico y sin que se pierdan de vista esas otras dimensiones concomitantes. Gracias a ello, este es un libro que puede ser leído de un tirón por cualquier interesado, sin necesidad de tener una formación especializada, pues la redacción es muy llana y accesible. Al respecto, es poco común encontrar un material escrito que sin rehuir el rigor del arquitecto, se abra a esos otros lados, sobre todo en los predios de una disciplina que, igual que muchas otras, se dedica a la producción de textos que en su mayoría son comprensibles solo para quienes comparten una jerga técnica.

Pero este no es solo un libro con amplísima información para leer, sino también para ver. Es una invitación a la mirada, pues por medio de su abundante material iconográfico podemos conocer o recordar —dependerá de la edad del lector, aunque es poco probable el recuerdo de lo que desapareció antes de 1920— las salas de cine que poblaron el centro y los barrios de Lima. Si el texto es fuertemente evocativo, lo es en grado mayor el despliegue fotográfico de un universo prácticamente desaparecido, el de las grandes salas de antes, y una ciudad que ya no es la que fue. Exteriores e interiores de salas aparecen en una sucesión que no se muestra simplemente para ilustrar la parte escrita, como ocurre comúnmente con el material iconográfico. Más allá del vínculo complementario que por cierto se establece entre el texto y las imágenes, estas tienen una presencia que se impone por sí misma y que le dan a la publicación un interés adicional.

Es muy revelador, por otra parte, que las fotos de los multicines con las que culmina, por ahora, la línea genealógica de los cines de Lima y de buena parte del mundo occidental, no ostenten el mismo carisma de las viejas salas, pese a la atención que el libro les dispensa. Probablemente, porque no tienen la misma presencia visual y arquitectural de las salas de antes, y porque han visto muy disminuido ese carácter casi eclesial, de «templos» dedicados al espectáculo que comprendían la fachada y los interiores. Asimismo, se vislumbra en el autor un cierto apego a esas viejas salas, tal vez inconsciente ya que es muy joven y no ha vivido el apogeo de los cines de estreno y el bullicio de los de barrio. Ese apego proviene de una pasión por la arquitectura, por Lima y también por el cine y esas modalidades gregarias que tuvo cuando el término cinemero era el que aludía al que asistía con frecuencia y disfrutaba de la variedad que brindaban esas carteleras con ocho, diez o doce nuevos estrenos cada semana.

Si algo se le puede reprochar a Víctor Mejía Ticona es que las casi cuatrocientas páginas se quedan cortas y nos dejan con las ganas de seguir leyendo y viendo imágenes de las salas, pero esa es una señal inequívoca del enorme interés que despierta este libro y de lo que significa como aporte al conocimiento de un campo en el que se cruza la ciudad de Lima con las edificaciones que sirvieron de cobijo al espectáculo más popular del siglo XX.

Isaac León Frías

11 comentarios:

Anónimo dijo...

¿ya está a la venta? ¿se podrá saber el precio?
saludos

Anónimo dijo...

Es importante saber el precio del libro. Se presenta atractivo, pero lo más probable es que no esté al alcance del bolsillo de muchos interesados.
Siendo prejuicioso, y talvez acertado, el libro debe ser muy caro, pues cuenta en sus páginas con fotografías de alta calidad, además de su gran catidad de páginas (400aprox.)
Una lástima que trabajos de este nivel sean de acceso limitado..

Anónimo dijo...

Cuesta 140 soles. Es cierto, muy caro.

Anónimo dijo...

El precio de venta es de 120 soles. He colocado en librerías algunos de los ejemplares que me correspondieron como autor, intentado ponerlo al alcance de más gente. Espero que no resulte excesivamente caro.
De otro lado,esta primera semana de diciembre cuatro ejemplares serán entregados a la Biblioteca Nacional del Perú.
Saludos.

Anónimo dijo...

Sí, el libro Ilusiones a oscuras no es barato, dada la abundancia de material fotográfico,
indispensable en una publicación de este tipo.Si se hace una edición barata o un volumen de bolsillo se
pierde parte de la sustancia de un libro como éste cuya dimensión iconográfica es fundamental. Sería
algo similar a un libro sobre la obra de un fotógrafo o de un pintor sin imágenes. Aún así, los 120 soles
que cuesta en librería (hoy lo ví en Crisol del Jockey Plaza) están por debajo del precio que otros
libros similares cuestan. Y vale la pena la inversión.

Isaac León Frías

Anónimo dijo...

Miriam, te pediría por favor me informes en que lugar el precio de venta es 140 soles. La única condición que puse a todos las librerías con las que llagué a un acuerdo fue que el libro se venda a 120 soles, y no a más.
Me aydurás mucho con ese dato.
Muchísimas gracias.

Anónimo dijo...

Porque no se puede piratear este libro como se hace con las películas, y se vende digamos a 20 soles. O me van a censurar mi comentario otra vez.

John Campos-Gómez dijo...

120 soles es un precio justo a pagar por el material que se ofrece. Pronto con mi esperada gratificación (S/.)accederé a un ejemplar.
Es gratificante que el trabajo de alguien tan joven como Victor Mejía esté siendo tan bien recibido. Esto motiva a trabajos futuros y potenciales de jóvenes profesionales de cualquier disciplina a llevarse a cabo con el mayor de los ánimos.
Ojalá que sigan publicándose trabajos de este nivel, y como recalco será de mayor ventura si es que alguien joven pone manos a la obra...
Si es que no se cuenta con las posibilidades para adquirir un ejemplar, la inicitiva de la biblioteca se plantea. NADIE DEBERÍA SER AJENO AL CONOCIMIENTO.

Anónimo dijo...

Hola: mi memoria me falló ya que en realidad me dijeron 120 soles, y fue en la feria del libro de miraflores. Esta tarde volví para corroborar. Disculpas por si elevé el precio sin querer...

Anónimo dijo...

mi correo es: lasombra_blanca@yahoo.com

Anónimo dijo...

En la Feria del Libro de Miraflores, puesto de la Universidad Ricardo Palma, el libro está a 130 soles. ¿Dónde se vende a 120 soles?