Como se sabe, el año que termina ha sido catastrófico para las películas peruanas que se han exhibido en el circuito comercial. No ha sido una novedad, pues eso ya venía ocurriendo desde hace varios años. Sí creo que ha sido la confirmación de una tendencia que parece, lamentablemente, irreversible: no hay espacio, o si lo hay, es un espacio parasitario, para el cine peruano en los multicines. Casi exactamente igual a lo que escribíamos en el artículo anterior sobre las películas que escapan a los modelos impuestos por los oligopolios de la distribución.
Es muy difícil prever que las cosas cambien, porque algo similar, y peor aún porque se trata de industrias, que no es el caso nuestro, está ocurriendo en Argentina, Brasil y México. El consumo de películas locales en salas disminuye y son escasas las que logran tener una audiencia significativa. Que las hay, por supuesto. La película argentina El secreto de tus ojos fue un éxito considerable y así otras pocas, pero son las excepciones. La abrumadora mayoría pasa sin gloria y con pena. Como acontece aquí entre nosotros.
Por cierto, ya se han señalado en este blog las razones que explican esta situación y que tienen que ver con el perfil de espectador que las multisalas han constituido y con las características de una oferta muy acotada por ciertos márgenes de tolerancia para las expectativas del espectador. Lo que sale de ahí, se deja de lado. Y no están dadas las condiciones, ni mucho menos, para que se pueda prever ni siquiera a mediano plazo las posibilidades de una producción nacional que pueda, no digamos competir, pero sí hacerse de unos espacios mayores de pantalla, desde la formulación de relatos de género suficientemente atractivos para un público mayor. Es decir, me temo que no se puede pensar en algo así como Al fondo hay sitio en el cine local, porque lo que funciona en la pantalla chica en términos de serie o miniserie, no funciona necesariamente en la pantalla grande como una película aislada. Se hizo una experiencia con La gran sangre y fracasó en el cine.
Esto no es un pedido ni mucho menos de que no se hagan películas. Por el contrario, creo que hay que hacerlas y seguir explorando diversos caminos, pero planteando muy seriamente los espacios de exhibición. Marina Stavenhagen, la responsable del Instituto Mexicano de Cine, acaba de hacer una propuesta para que el cine mexicano tenga espacios de exhibición en la televisión pública del país, intentando llegar más adelante a los canales comerciales, dada la notoria disminución del público para esas películas en las salas de los multicines. Cierto, aquí contamos solamente con el Canal 7, pero sería una opción a considerar. Los canales privados, por supuesto, parecen cotos cerrados, a no ser que participen en la financiación de las películas, lo que está ocurriendo en México y Brasil, con las producciones fílmicas de Televisa y Rede Globo. Claro que esto favorece los intereses de estos complejos mediáticos y no constituye ningún aliento para otras producciones que no cuentan con el aval de esas redes. Es un tema de discusión, pero allí está.
Otra posibilidad son las salas privadas destinadas a una producción que no es la de los multicines, y que no constituye una utopía ni mucho menos, más aún cuando el soporte fílmico está siendo reemplazado cada vez más por el digital. Otra desde luego, las salas promovidas por las regiones y los municipios, que ya se están creando en otras partes. Es decir, si se está encarando una nueva ley de cine, no se puede dejar como un simple complemento el asunto de los espacios de exhibición, crucial ahora más que nunca. Ese es el problema central: no ya la producción, que mal que bien y con dificultades, se las arregla. La llegada de las películas al público, sea bajo una forma más anunciada, como la de Las malas intenciones, o de una forma silenciada, como las de Y si te vi no me acuerdo o El Inca, la boba y el hijo del ladrón, se ha convertido en un serio “cuello de botella” que no se va a resolver por la vía del diálogo o la persuasión a los exhibidores, porque lo que se ha impuesto ya es el modelo de cine que el público asiste a ver y que no pasa, lamentablemente, por las películas peruanas.
Isaac León Frías
Es muy difícil prever que las cosas cambien, porque algo similar, y peor aún porque se trata de industrias, que no es el caso nuestro, está ocurriendo en Argentina, Brasil y México. El consumo de películas locales en salas disminuye y son escasas las que logran tener una audiencia significativa. Que las hay, por supuesto. La película argentina El secreto de tus ojos fue un éxito considerable y así otras pocas, pero son las excepciones. La abrumadora mayoría pasa sin gloria y con pena. Como acontece aquí entre nosotros.
Por cierto, ya se han señalado en este blog las razones que explican esta situación y que tienen que ver con el perfil de espectador que las multisalas han constituido y con las características de una oferta muy acotada por ciertos márgenes de tolerancia para las expectativas del espectador. Lo que sale de ahí, se deja de lado. Y no están dadas las condiciones, ni mucho menos, para que se pueda prever ni siquiera a mediano plazo las posibilidades de una producción nacional que pueda, no digamos competir, pero sí hacerse de unos espacios mayores de pantalla, desde la formulación de relatos de género suficientemente atractivos para un público mayor. Es decir, me temo que no se puede pensar en algo así como Al fondo hay sitio en el cine local, porque lo que funciona en la pantalla chica en términos de serie o miniserie, no funciona necesariamente en la pantalla grande como una película aislada. Se hizo una experiencia con La gran sangre y fracasó en el cine.
Esto no es un pedido ni mucho menos de que no se hagan películas. Por el contrario, creo que hay que hacerlas y seguir explorando diversos caminos, pero planteando muy seriamente los espacios de exhibición. Marina Stavenhagen, la responsable del Instituto Mexicano de Cine, acaba de hacer una propuesta para que el cine mexicano tenga espacios de exhibición en la televisión pública del país, intentando llegar más adelante a los canales comerciales, dada la notoria disminución del público para esas películas en las salas de los multicines. Cierto, aquí contamos solamente con el Canal 7, pero sería una opción a considerar. Los canales privados, por supuesto, parecen cotos cerrados, a no ser que participen en la financiación de las películas, lo que está ocurriendo en México y Brasil, con las producciones fílmicas de Televisa y Rede Globo. Claro que esto favorece los intereses de estos complejos mediáticos y no constituye ningún aliento para otras producciones que no cuentan con el aval de esas redes. Es un tema de discusión, pero allí está.
Otra posibilidad son las salas privadas destinadas a una producción que no es la de los multicines, y que no constituye una utopía ni mucho menos, más aún cuando el soporte fílmico está siendo reemplazado cada vez más por el digital. Otra desde luego, las salas promovidas por las regiones y los municipios, que ya se están creando en otras partes. Es decir, si se está encarando una nueva ley de cine, no se puede dejar como un simple complemento el asunto de los espacios de exhibición, crucial ahora más que nunca. Ese es el problema central: no ya la producción, que mal que bien y con dificultades, se las arregla. La llegada de las películas al público, sea bajo una forma más anunciada, como la de Las malas intenciones, o de una forma silenciada, como las de Y si te vi no me acuerdo o El Inca, la boba y el hijo del ladrón, se ha convertido en un serio “cuello de botella” que no se va a resolver por la vía del diálogo o la persuasión a los exhibidores, porque lo que se ha impuesto ya es el modelo de cine que el público asiste a ver y que no pasa, lamentablemente, por las películas peruanas.
Isaac León Frías
8 comentarios:
mal ejemplo La gran Sangre... la peli fracaso no por ser de género sino por ser pésima a todo nivel
Estimado chacho, ¿qué opinión te merece la experiencia europea con una cuota de pantalla del 25%? ¿Crees que algo así podría funcionar acá? Eso, desde luego, sin descartar lo del desarrollo de salas alternativas, ya sea de parte de municipios,regiones o cineclubes. En la ley española, por ejemplo, hay un artículo que considera práctica monopólica agrupar varias pelas en un solo paquete para su venta a los cines, y premia a las salas que pasen durante tres fines de semana con días contínuos una pela iberoamericana o comunitaria, computándoselas en el doble para la cuota de pantalla.
En fin, sospecho que sin resolver lo de la exhibición, las ayudas a la producción solo son formas de dar trabajo a unos pocos afortunados usando dinero de los contribuyentes. La nueva ley debería ser capaz de crear realizadores que al cabo de un tiempo pudieran autofinanciar sus proyectos y que no esperen vivir y morir recibiendo la ayuda del Estado. Al parecer eso también pasa, además de ver lo de las salas, por privilegiar proyectos cuyos costos hagan factible la generación de utilidades, como han conseguido hacer algunos cineastas regionales y, tengo entendido, Gastón con "El Huachimán". Magras recaudaciones y sin embargo ganancias. Que tengas un feliz año.
Sí, pero es un claro indicio de que lo que funciona en la, televisión no tiene por qué funcionar automáticamente en la gran pantalla. La serialidad de la televisión impone sus propias reglas, sus propias rutinas. El cine en la gran pantalla se consume de otra manera. Por otra parte, las películas para la gran pantalla tipo La gran sangre exigen una cobertura de producción que no es necesaria en la televisión, y de la que carecemos. De allí que el agrandamiento resulte "parchado" por todas partes.
Hola Manuel, veo altamente improbable una cuota de pantalla en nuestro medio e, incluso, en el caso supuesto de que eso fuese factible, ni asegura ni garantiza nada, porque no va a hacer que más público asista a ver películas peruanas. Si la asistencia no está promovida por el deseo de ir a ver películas peruanas, no hay nada que hacer, por más espacio de pantalla con el que se cuente.
Por lo demás, estoy de acuerdo en que las ayudas no pueden ser indefinidas y que, en efecto, la autofinanciación (bueno, con las ayudas de fuera que se puedan conseguir) debe estar establecida como una meta. Estoy de acuerdo en que el Estado no tiene por qué hacerse cargo de financiar "lo más posible" la producción local, por una serie de razones que pueden ser materia de un artículo.
Que tengas un año lo mejor posible.
Es dificil que nuestro medio apoye a la cinematografia peruana pues desde hace bastante tiempo los medios juegan en contra de las propuestas peruanas.
Hasta el mediocre programa Cinescape de la familia Pinasco, comento que ya basta de peliculas peruanas independientes, aunque despues trato de corregirse pero ya era muy tarde.
Es cierto, nadie nos puede obligar a ver una pela (peruana o de donde sea), ni parece que los medios masivos vayan a apoyar el cine peruano, sobre todo porque que es muy malo y esos medios sobreviven por medio de los avisos publicitarios de las majors. Y sin embargo, probablemente este sea el momento en que es más factible un cine peruano. La imparable revolución digital que acerca la realización a más personas abaratando su costo a veces a cifras absurdas, garantiza una producción sostenida que podría hacer que con el tiempo las obras mejoren y que no sea necesaria una multitud en la taquilla para lograr resultados. También parece claro que este cine no se parecerá en nada al que estamos habituados a ver, y que no va hacer temblar a las majors, que ni siquiera se van a dar cuenta que existe. Pero eso no parece importar a esos realizadores. En cambio, el cine de medio millón de dólares para arriba y cinco años de producción, completamente financiado con el dinero público y los fondos internacionales, condición que hace que sus realizadores no pierdan el sueño por sus resultados en la taquilla, sino que aspiren a sus utilidades de esa misma financiación, solo sobrevivirá mientras el Estado siga confundiendo promover cultura con financiar pelas.
Los opuestos se unen. Ventura dice que el estado no debe dar ni un duro a las películas de festivales, pero deben darle a los que hacen cine comercial. Siles dice que el estado no debe dar una peseta a las de 500,000 dólares pero debe promover cultura lo que significa aflojar recursos para peliculas que ven cuatro gatos y su familia. Y así quieren ley de cine.
Perdón estimado anónimo del 11 de enero a las 18.08 pero, ¿en qué momento he dicho que no se le debe dar plata a las de 500,000 Dólares? Lo que he dicho es que ese cine sólo sobrevivirá mientras El Estado lo apoye, ¿en dónde digo que deje de hacerlo? Sí creo que mientras no se resuelva lo de la exhibición es un apoyo que no contempla el verdadero meollo del problema y que, excepto lograr la realización de la pela, no resuelve nada. De otro lado me parece que está apareciendo un cine de aún más bajo presupuesto (sin apoyo del Estado) que por esa razón no necesitará de enormes taquillazos para hacerse sostenible, tal vez sea interesante ver qué es lo que pasa con eso y que El estado lo apoye igual como hace con el resto (sin que eso signifique que deje de ver lo de la exhibición, que es igual de necesaria en este caso). Además me parece que los apoyos no deberían ser permanentes para un mismo cineasta. En fin, probablemente materia de un artículo completo y no de un coment. Gracias por su aporte.
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