“Los abrazos rotos”, de Pedro Almodóvar, es un melodrama cerebral, frío, distanciado y, por eso, casi espectral. Es como la radiografía de un “melo” clásico, digamos “Sublime obsesión” o “Palabras al viento”, de Douglas Sirk. Los ingredientes necesarios están allí, sin faltar ni uno: las pasiones amorosas se agolpan en una suma de situaciones argumentales improbables y hay escenas de obsesión, de celos desbordados, de fascinación con una silueta femenina, de nostalgia por un pasado trágico. La protagonista —como debe ser— es deseada por dos hombres, el millonario y el cineasta, el protector y el creador, para los que es prostituta y actriz, respectivamente. Dualidad que se encarna en las apelaciones del personaje, Lena (Magdalena-Madeleine, como la protagonista de “Vértigo”) y Severine, como la Catherine Deneuve de “Bella de día”.
Pero no solo eso. Las imágenes alternan el arrebato cromático de rojos y amarillos, emblemas de pasión, exaltación y sangre, con las sombras del mundo sofocante del protector, el castillo del vampiro que busca dominar a la mujer hasta someterla. Los gestos de Penélope Cruz se modelan ante una cámara de cine que es instrumento de una indagación fetichista de su apariencia, que a ratos recuerda la de Audrey Hepburn y, más tarde, la de Marilyn Monroe o la de Kim Novak de “Vértigo”.
Ricardo Bedoya
2 comentarios:
Es como la cara negra de Mujeres al borde de un ataque de nervios, pero como melodrama me gustó más la ley del deseo.
Algunos le dicen Almodólar
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