Las historias de perdedores suelen resultar atractivas en el cine. Tal vez porque movilizan sentimientos contradictorios pero irresistibles: admiración por los nobles pero inútiles esfuerzos desplegados por personajes que sabemos destinados a fracasar; sorpresa ante una sucesión ineluctable de contrastes y desgracias que los deja inermes; compasión ante destinos que pudieron ser distintos de no haber ocurrido lo inesperado. Los que hayan visto las grandes películas de perdedores, desde “El tesoro de la sierra madre” hasta “Fat City”, de Huston, pasando por “El audaz” de Rossen, “The Killing” de Kubrick, “Casablanca” de Curtiz, “Héroes olvidados” y “Alma negra” de Walsh, “Los desconocidos de siempre” de Monicelli, “No toquen a Grisbi” de Becker, “Sin aliento” y “Pierrot el loco” de Godard, “El último Hurra” de Ford, “La pandilla salvaje” y “Traigan la cabeza de Alfredo García” de Peckinpah, “The Nickel Ride” de Mulligan; “Amantes sanguinarios” de Kastle, entre otras, sabrán que en la derrota siempre hay un costado admirable, de pureza moral, resistencia, insumisión y gesto romántico. “Derrotados pero invictos”, dijo alguien y resumió bien el lado paradójico del caer sin mácula.
“Unas vacaciones diferentes” (los distribuidores no pudieron elegir peor ni más equívoco título para el original “In Bruges”), del irlandés Martin McDonagh sigue a dos perdedores natos. Son unos sicarios irlandeses que esperan la orden de su jefe para realizar algún trabajo sucio. Están en la ciudad de Brujas y no saben bien qué hacer con su tiempo libre, sus culpas del pasado, la conciencia que les pesa, la compañía del otro y hasta la belleza de la ciudad. Ken (Brendan Gleeson) y Ray (Colin Farrell) son los asesinos que esperan y siguen esperando: no son diestros, ni especialmente hábiles ni poseen demasiadas luces. Carecen de cualquier atractivo evidente, pero los tenemos siempre al frente. Tampoco son sicarios tecnificados ni asesinos a sueldo de Hollywood. Son apenas dos culposos católicos a los que todo separa. Uno es corpulento y tal vez brutal en sus métodos; el otro es nervioso y huidizo. Uno es reposado y atento a los estímulos de la ciudad; el otro vive ensimismado, se aburre y tiene fantasías suicidas porque no soporta el recuerdo de una faena laboral sangrienta. Pudieran ser vistos como “el gordo y el flaco” o como una pintoresca “pareja dispareja” si no fuera porque conocemos bien su trágico oficio.
De esos contrastes está hecha la película. El director McDonagh es dramaturgo, autor de “El hombre almohada” y “El teniente de Inishmore”, ambas representadas en Lima. En “Unas vacaciones diferentes” apuesta a la creación de una atmósfera densa y de acentos contradictorios que mezcla la trama criminal con un humor que siempre es paradójico: un criminal confiesa a un sacerdote su crimen antes de cometerlo siendo absuelto por ello mientras un inocente no alcanza a leer al cura su lista de pecados porque es atravesado por una bala que se adelanta al perdón. Brendan Gleeson, más allá de su apariencia amenazante, se convierte en guía e intérprete de los misterios de Brujas y es sensible a su fascinación mientras devora libros que lo ilustran sobre la “ciudad medieval mejor conservada de Europa”. A su turno, Jimmy, un actor enano que se dispone a aparecer en la secuencia onírica de un filme rodado en Brujas termina como protagonista de una grotesca escena que mezcla violencia y cocaína al estilo de algún pasaje de Tarantino.
Todo en esta película se desplaza entre lo que es probable desde el punto de vista dramático y lo que no lo es; juega con los cambios de tono abruptos; distancia la crueldad con el humor que aparece de pronto; se complace en convertir un diálogo banal en una complicada –y a veces alambicada- reflexión moral sobre la existencia, la culpa, la redención o el código de honor que practican incluso los asesinos.
Pero sobre todo manipula las expectativas del público que cree estar ante un thriller o una cinta de acción criminal: los momentos de acción se postergan; las secuencias “fuertes” y los “picos” de enfrentamiento quedan congelados; el suspenso se desmonta; los asesinos no apuestan a la acción física sino a un interminable discurrir por lugares y museos, involucrándose en tramas secundarias y mezclándose con sujetos extravagantes que aparecen y desaparecen sin que se afecte el conjunto. Se multiplican también las citas, los guiños cultos y las alusiones: desde la referencia a los extranjeros varados en un lugar tan extraño como la frontera de “Sombras del mal”, de Orson Welles (que se emite por televisión), hasta las pesadillas de Bosch que dan forma a las torturas morales de Ray, a su purgatorio, pasando por “Los asesinos”, de Hemingway.
Mientras tanto, el círculo de lo fatal se va cerrando y los perdedores, víctimas y verdugos, se juntan todos a la misma hora y en el mismo lugar para jugar una ronda grotesca y final en la que interviene Ralph Fiennes. “Unas vacaciones diferentes” es una película que descubre a Martin McDonagh, un director de cine ambicioso, personal, original, desequilibrado en varios momentos, afanoso por mostrar lo que sabe y ha visto en cine y de derrotar en su propio terreno al Tarantino de “Tiempos violentos” (“Pulp Fiction”). No lo logra, claro, pero hace un primer largometraje que promete.
Ricardo Bedoya
“Unas vacaciones diferentes” (los distribuidores no pudieron elegir peor ni más equívoco título para el original “In Bruges”), del irlandés Martin McDonagh sigue a dos perdedores natos. Son unos sicarios irlandeses que esperan la orden de su jefe para realizar algún trabajo sucio. Están en la ciudad de Brujas y no saben bien qué hacer con su tiempo libre, sus culpas del pasado, la conciencia que les pesa, la compañía del otro y hasta la belleza de la ciudad. Ken (Brendan Gleeson) y Ray (Colin Farrell) son los asesinos que esperan y siguen esperando: no son diestros, ni especialmente hábiles ni poseen demasiadas luces. Carecen de cualquier atractivo evidente, pero los tenemos siempre al frente. Tampoco son sicarios tecnificados ni asesinos a sueldo de Hollywood. Son apenas dos culposos católicos a los que todo separa. Uno es corpulento y tal vez brutal en sus métodos; el otro es nervioso y huidizo. Uno es reposado y atento a los estímulos de la ciudad; el otro vive ensimismado, se aburre y tiene fantasías suicidas porque no soporta el recuerdo de una faena laboral sangrienta. Pudieran ser vistos como “el gordo y el flaco” o como una pintoresca “pareja dispareja” si no fuera porque conocemos bien su trágico oficio.
De esos contrastes está hecha la película. El director McDonagh es dramaturgo, autor de “El hombre almohada” y “El teniente de Inishmore”, ambas representadas en Lima. En “Unas vacaciones diferentes” apuesta a la creación de una atmósfera densa y de acentos contradictorios que mezcla la trama criminal con un humor que siempre es paradójico: un criminal confiesa a un sacerdote su crimen antes de cometerlo siendo absuelto por ello mientras un inocente no alcanza a leer al cura su lista de pecados porque es atravesado por una bala que se adelanta al perdón. Brendan Gleeson, más allá de su apariencia amenazante, se convierte en guía e intérprete de los misterios de Brujas y es sensible a su fascinación mientras devora libros que lo ilustran sobre la “ciudad medieval mejor conservada de Europa”. A su turno, Jimmy, un actor enano que se dispone a aparecer en la secuencia onírica de un filme rodado en Brujas termina como protagonista de una grotesca escena que mezcla violencia y cocaína al estilo de algún pasaje de Tarantino.
Todo en esta película se desplaza entre lo que es probable desde el punto de vista dramático y lo que no lo es; juega con los cambios de tono abruptos; distancia la crueldad con el humor que aparece de pronto; se complace en convertir un diálogo banal en una complicada –y a veces alambicada- reflexión moral sobre la existencia, la culpa, la redención o el código de honor que practican incluso los asesinos.
Pero sobre todo manipula las expectativas del público que cree estar ante un thriller o una cinta de acción criminal: los momentos de acción se postergan; las secuencias “fuertes” y los “picos” de enfrentamiento quedan congelados; el suspenso se desmonta; los asesinos no apuestan a la acción física sino a un interminable discurrir por lugares y museos, involucrándose en tramas secundarias y mezclándose con sujetos extravagantes que aparecen y desaparecen sin que se afecte el conjunto. Se multiplican también las citas, los guiños cultos y las alusiones: desde la referencia a los extranjeros varados en un lugar tan extraño como la frontera de “Sombras del mal”, de Orson Welles (que se emite por televisión), hasta las pesadillas de Bosch que dan forma a las torturas morales de Ray, a su purgatorio, pasando por “Los asesinos”, de Hemingway.
Mientras tanto, el círculo de lo fatal se va cerrando y los perdedores, víctimas y verdugos, se juntan todos a la misma hora y en el mismo lugar para jugar una ronda grotesca y final en la que interviene Ralph Fiennes. “Unas vacaciones diferentes” es una película que descubre a Martin McDonagh, un director de cine ambicioso, personal, original, desequilibrado en varios momentos, afanoso por mostrar lo que sabe y ha visto en cine y de derrotar en su propio terreno al Tarantino de “Tiempos violentos” (“Pulp Fiction”). No lo logra, claro, pero hace un primer largometraje que promete.
Ricardo Bedoya
3 comentarios:
In bruges,tiene una buen inicio con la voz en off del protagonista Ray (Colin Farrell) un sicario, el cual sufre un accidente en uno de sus trabajos, por lo que es obligado a tomarse unas ¨vacaciones¨ a la Cuidad de Brujas, acompañado de su amigo ken, Ray esto no lo tomará para bien esto, mostrando continuamente su disconformidad, Ken en cambio disfruta de las vacaciones, conviertiendose en un ¨guia turistico¨ de la cuidad.
La pelicula es uan comedia muy bien lllevada por su director Martin McDonagh, es aqui en donde la pelicula tiene su punto fuerte, el punto bajo es la forma como se resulve la historia, de la forma más burda y con falta de imaginacion, pero aun asi, es una pelicula recomendable.
Gratuita referencia a las películas clásicas de perdedores (y, dicho sea de paso, Bedoya olvida mencionar la más grande de todas, The Night and the City, de Jules Dassin). In Burges no tiene nada que ver con ellas.
Varias peliculas de Peckinpah son de perdedores. Como Cable Hogue, sus pesonajes no tenian nada que perder..
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