martes, 11 de marzo de 2008

Zombie versus Myers: Halloween de Rob Zombie


El mal no muere. Es con esta premisa que John Carpenter puso fin a su película en 1978, un hito del slasher y ejemplo de mitificación del psychokiller. Casi treinta años después Rob Zombie plantea una reconstrucción de esta historia sobre dos noches de Halloween en un suburbio de Illinois, recupera motivos del género a modo de homenaje y agrega su peculiar toque personal, para sellar así su Halloween con un final opuesto a la idea del director de Asalto al precinto 13.

Halloween de Zombie está concebida para responder algunos puntos que la cinta original mantiene implícitos. Si en la versión de 1978, a través del paseo de una cámara subjetiva (en uno de los plano-secuencia de uso didáctico más conocido), sabemos que el asesino es sólo un niño de apariencia frágil, vestido de payaso en su noche de brujas, en la versión de Zombie asistimos a una suerte de radiografía cruel del drama personal del Myers-niño dentro de una familia disfuncional. La génesis de su locura está dentro de su hogar y eso es lo que Zombie trata de demostrar en la primera parte del filme a partir de las relaciones interfamiliares: una madre bailarina go-go, un padrastro alcohólico y coprolálico, una promiscua y provocadora hermana y un bebé cuasi olvidado. Allí se ubica Myers, que mata mascotas a escondidas en el baño de su dormitorio, que usa polos con el nombre de Kiss y que es un looser en el colegio por ser obeso, ensimismado e hijo de una striptisera.

Hasta aquí el argumento es invención del mismo Zombie, que funciona como precuela, y es hasta el escape del hospital psiquiátrico la donde el argumento revisita la versión de Carpenter, pero también para añadirle más respuestas a las sutilezas de la cinta original. Sin embargo, Zombie no intenta hacer del todo un remake, sino que organiza de otro modo los pasos de un asesino absolutamente irracional, sin actuaciones calculadas que sí tenía el Myers de Carpenter y lo vuelve una máquina de matar mastodóntica y que nuevamente está a la caza de su filiación.

A la hora del crimen, Zombie es un director de planos cercanos, tal como habíamos visto en La casa de los mil cuerpos o en Devil's Rejects, pero no para auscultar a sus protagonistas, sino para apropiarse milimétricamente de la naturaleza del horror que sus antihéroes ejercen. Bates de beisbol desfigurando rostros o bocas que se abren bajo el agua en su último respiro.

El Halloween de Zombie resulta interesante por sus nuevas acepciones: en las pantallas de TV ya no vemos La cosa de Christian Nyby sino a White Zombie con Bela Lugosi, Donald Pleasence quedó en la memoria como el cauto doctor Loomis, y sin embargo ahora aparece en el cuerpo de Malcom McDowell, casi un gurú sobre el tema Myers, y la famosa composición musical de Carpenter comparte ahora secuencias con temas de Nazareth, Rush, Kiss o The Misfits. Si en la película de 1978 atisbamos el rostro de Myers, aquí la escuchamos por primera vez.

Sin embargo, esta tercera película de Zombie pierde por el trueque entre la ingenuidad de una Jaime Lee Curtis por una teenager sin ton ni son (Scout Taylor Comptom), por darle genealogía a la máscara y al overol, o por hacer de la estancia de Myers en el psiquiátrico una obsesión por las máscaras, lo que ya resulta enfático y metonímico.

Aparecen actores secundarios de culto como Danny Trejo (el memorable Machete) o Udo Kier (quien también hace un papel en el falso trailer que Zombie hizo para Grindhouse: Werewolf women of the SS). De otro lado, Halloween está dedicada a Moustapha Akkad, el fallecido productor sirio que hizo una millonada con el Halloween original, al invertir apenas 325 mil dólares, y que recaudó más de 47 millones sólo en EEUU en el año de estreno.

Es difícil igualar la cinta de culto de Carpenter, pero Zombie está convencido que repetir la misma retórica no vale la pena, y por eso genera como en sus otros dos filmes un acercamiento a un mundo familiar decadente y opresivo, sin discreciones, donde la sangre debe correr y donde las niñeras deben pagar su cuota en lugares donde los padres están prácticamente ausentes. El grito final de la víctima como un acto liberador, que afirma que el mal puede eliminarse, es antológico.

Mónica Delgado

15 comentarios:

Anónimo dijo...

Es como la de Carpenter pero con menos bromas y con la suciedad que permite el cine de hoy día.

Anónimo dijo...

El de Rob Zombie es el Halloween
reloaded tanto en términos de hilvanar los vericuetos de la historia como, especialmente, en una puesta en escena restallante
que hace del desequilibrio su opción permanente. A su manera, Rob
Zombie es una suerte de Robert Aldrich del horror en la primera
década del siglo XXI. Le faltó señalar a Mónica la presencia de un secundario estupendo, Brad Dourif, que tuvo su momento su momento de gloria en El profeta del diablo, de John Huston, pero que sigue ofreciendo su rostro
inquietante en proyectos curiosos
como The Wild Blue Yonder, de Werner Herzog.

Paxton Hernandez dijo...

WOW. Es la mejor crítica que he leído al interesante filme de Zombie.

Saludos!

Anónimo dijo...

Mónica Delgado se está especializando en las películas de terror, lo que está bien. Qué
dice a eso José Carlos Cabrejo que
hasta donde se recuerda no ha escrito nada sobre ninguna película del género en este blog? Porque no lo hace?

Anónimo dijo...

¡Interesantísimo!

Anónimo dijo...

Que me perdone Mónica por corregirla, pero "El enigma de otro mundo" de Christian Nyby sí aparece en la cinta de Zombie y hasta dos veces (una en la casa de Michael Myers cuando su viejo está viendo la tele, y la otra mucho después en la casa donde Laurie va a buscar a la niña). Es, sin duda, una de los homenajes más evidentes del rockero cineasta al filme original de Carpenter.

Anónimo dijo...

Lo que más se ve es The Thing, de Niby con Hawks.

Anónimo dijo...

Hola Kiko: Es cierto, debí poner que se añadía a la de Nyby visionados del filme de Victor Halperin.
Y sobre el comentario de Chacho sobre Brad Dourif, es cierto, es un estupendo actor secundario pero no lo puse entre los que mencioné porque aquellos entraban en cierta categoría de "culto".

Anónimo dijo...

tendrán que estudiar la música que Rob hizo con su grupo, que por cierto, lo llevóa la cine: White Zombie, asi comprenderán por que sus cintas se parecen a un disco "hard neo metal comercial"

Anónimo dijo...

Bueno, dependiendo, para algunos Brad Douriff si es considerado un actor de culto, de hecho, suele aparecer en pequeñas peliculas de horror ya que se sabe de su fama entre los adictos a este tipo de cine, muy merecida por cierto.

Anónimo dijo...

Es una lectura más gore y virulenta que la de Carpenter. No se le puede quitar mérito a Zombie por tratar de hacer una versión apegada su universo, pero esta carece de sugerencia. Zombie es un director de terror "acumulativo", que en lugar de construir atmósferas de terror las pretende imponer al ritmo de batazos, palazos y machetazos. En el balance, me parece una película que se regodea con haber tomado prestado a un gran referente del cine de terror.

Anónimo dijo...

Sr. León, se ve que ud. no tiene oído musical y menos sentido del tempo narrativo. Aldrich, el buen Aldrich de los 50, es jazz y el Zombie director el mal hard rock de White Zombie y sus posteriores solos, no confunda.

Anónimo dijo...

León no hace referencia a la música sino al estilo visual y narrativo de Aldrich. Además es muy discutible decir que el buen Aldrich de los 50 es jazz y Zombie el mal hard rock porque es casi reducir el cine a una dimensión musical que si está presente lo está de manera parcial. Es como decir que Alexander Nevski es de Prokofiev y no de Eisenstein.
El hombre del brazo de oro, de Preminger, fue la primera película norteamericana que hizo un empleo expresivo de la música de jazz compaginado con el ritmo narrativo y no las películas de Aldrich.

Anónimo dijo...

´La banda sonora de El hombre del brazo de oro, o de Anatomía de un asesinato, sirve de contrapunto, de matiz rítmico del relato; eso no hace de Preminger un autor de temperamento jazzístico. Los cambios de tono en la narración, las súbitas variaciones del punto de visto, el pulso nervioso de su puesta en escena, hacen del primer Aldrich, a la par del Fuller de principios de los 60, el autor de fibra jazzística más notorio del cine gringo. Y qué chistosa tontería lo de los dos Sergei, felicitaciones.

Anónimo dijo...

Las observaciones del anónimo sobre la fibra jazzística del primer Aldrich o de los Fuller de los 60 (también de los 50: véase
Forty Guns, por ejemplo) me parecen
muy pertinentes. Hay, desde luego, muchos otros ejemplos en el cine norteamericano de los años 50, desde El beso del asesino, de Kubrick, hasta Sombras, de John Cassavetes. Pero, claro, no se puede reducir una referencia comparativa a un solo componente, por importante que sea. Yo dije literalmente: "a su manera Rob Zombie es una suerte de Robert Aldrich del horror en la primera década del siglo XXI" y con ello quería aludir a esa dimensión excesiva y pleonástica, como la que puede haber en Qué pasó con Baby Jane o Cálmate dulce Carlota,aunque también en otros relatos desaforados de Aldrich. No
creo que sea impertinente una referencia que, por lo demás, es muy genérica. Naturalmente hay muchas diferencias puntuales de carácter de la historia, construcción de los personajes, tratamiento narrativo, estilo visual y sonoro, "estado del género", época, etc.