miércoles, 27 de febrero de 2008

FICCO 2008 III: En la ciudad de Sylvia


No puedo empezar sin trasmitir el enorme entusiasmo que me ha producido En la ciudad de Sylvia, la última (bueno, hay que sumar un complemento: el documental de 63 minutos, Unas fotos en la ciudad de Sylvia) película del español José Luis Guerin, actualmente el más talentoso realizador español y el que ha venido a cubrir el vacío que ha dejado el inactivo (al menos en el largometraje) Victor Erice.


Y digo cubrir el vacío porque en alguna medida Guerin retoma y prolonga las búsquedas expresivas que el autor de El espíritu de la colmena y El sol del membrillo había propuesto, entre ellas ese lado obtuso e inasible de la imagen fílmica en su relación con la "realidad" registrada. En la ciudad de Sylvia, por ejemplo, tiene algunos puntos de contacto con El sol del membrillo donde el pintor Antonio López García intenta pintar en el jardin de su casa el tono de color que el sol produce en un membrillo a una hora determinada.


En la ciudad de Sylvia el protagonista también es un pintor, en este caso un joven pintor que intenta dibujar a una Sylvia que conoció seis años antes en la ciudad francesa de Estrasburgo y que busca en las calles de esa ciudad. Por cierto, el objeto de la búsqueda resulta tan elusivo como la reproducción del efecto solar que López intenta lograr en el film de Erice. La belleza ilusoria que se escapa a la posibilidad de aprehenderla. La dificultad o la imposibilidad de la cámara audiovisual para encontrar o "cercar" ese claro objeto del deseo.


Esas afinidades no son las únicas, pues también comparten la vocación por un cine experimental para nada contradictorio con la capacidad de comunicación, con la claridad diegética de la imagen, que incluye entre otras cosas una reformulación de los patrones argumentales e incluso genéricos y una estructura narrativa más abierta, evitando el modelo de relato clausurado o cerrado dominante en las modalidades narrativas al uso.


Sin embargo, En la ciudad de Sylvia tiene su propia especificidad y, por lo pronto, es muy diferente a las películas previas de Guerin, Tren de sombras y En construcción para mencionar a las dos últimas y más conocidas cintas del realizador. Dividida en tres segmentos, primera, segunda y tercera noche, aunque la noche es secundaria frente al predominio del día, tal denominación sugiere una dimensión onírica que parece ajena al extremo realismo de las imágenes, pero ahí está y por algo esa ha sido la opción del director. En esos segmentos se muestra al protagonista, primero en la terraza de un café y luego en un largo seguimiento a una hermosa chica por las estrechas calles de Estrasburgo. En el segundo segmento, que es el más dilatado, el protagonista, sentado ante una pequeña mesa del café observa cuidadosa y repetidamente a las chicas jóvenes ubicadas en diversas mesas del café. No hay planos de conjunto, sólo los planos cercanos de los rostros observados. El encuadre muestra sólo lo que al pintor le interesa ver, lo demás queda fuera (ruidos, rumor de voces, música ambiental o diegética).

La escena dura entre 15 y 20 minutos intolerables para el espectador perezoso. El pintor intenta registrar los rostros, pero sólo diseña los contornos y los rasgos están desdibujados o ausentes. La escena tiene una intensidad obsesiva que recuerda (con todas las diferencias del caso) al Hitchcock de La ventana indiscreta o Vértigo.

La otra escena notable que dura cerca de media hora es el seguimiento que el joven hace de la chica que cree (o quiere creer) es la Sylvia que recuerda haber conocido. La cámara en movimiento en las calles de la ciudad o también la cámara fija que deja los espacios vacíos o semivacíos en un recorrido laberíntico e interminable tiene la vibración de ese impulso romántico o de esa búsqueda esquiva del ideal amoroso, o de la belleza artística, esa que el pintor no logra culminar en sus esbozos. En la ciudad de Sylvia es una película a la vez sencilla y compleja, transparente y opaca que invita a verla una y otra vez y sobre la que se puede escribir largo y tendido.

Isaac León Frías

3 comentarios:

Anónimo dijo...

Esta bien que se escriba sobre el Festival de Mexico, pero no dices nada sobre Mañana te cuento 2, Bedoya.

Anónimo dijo...

Hola Chacho: Ojalá podamos ver esta película, en pantalla grande!!
Tu mención a Hitchcock, aunque sé que sólo la has esbozado, pues como dices En la ciudad de Sylvia motiva escribir largo y tendido, me permite extraer este comentario de Miguel Marías en Rouge, que también me resulta interesante: "Some may draw comparisons with or seek influences from three filmmakers Guerín avowedly admires very much. Alfred Hitchcock, Robert Bresson and Éric Rohmer probably stood out as precedents (or warning signals) for him when he conceived, wrote, shot and carefully edited In Sylvia’s City. But Guerín does not imitate or try to emulate any of them. Certainly, you may find his shots are as sharp and clear, as deceptively simple and as quietly flowing as Rohmer's – but there is almost no dialogue, no elaborate structure in two contradicting parts, no sociological or psychological observation of the characters. The soundtrack helps, like in all Bresson movies, to economise images and evoke the overwhelmingly present out-of-frame world; but there is no stylised fragmentation of space, no morality play, no meaningful chance or fate. And the pursuer is not an unmotorised version of Vertigo's Scottie, even if we stay with him alone for some thirty minutes and finally come rather closer to the woman he has been tracking for most of the film – since there is no obsession, no suspense, no plot, no conspiracy at work, and he has nothing of the Pygmalion-like vertigo that causes Scottie to try re-creating in Judy the image of Madeleine, with the dark, fatal consequences of which Guerín's film is wholly free".

Anónimo dijo...

Hola Mónica, sí estoy totalmente de acuerdo con el comentario de
Miguel Marías y las precisas referencias que hace a la "personalidad" de En la ciudad de Sylvia y las diferencias con los estilos de Hitchcock, Bresson y Rohmer cuyos ecos podrían hallarse en el film de Guerin. A mí
la mirada reiterada y el seguimiento laberíntico me evocó en
primer lugar a Hitchcock que, como nadie, dominó esos mecanismos del relato, esas "figuras" narrativas.
Pero, es cierto, el tratamiento que le imprime Guerin es muy distinto, pues es laxo, en cierto modo reiterativo y dilatado al
extremo. La "intensidad obsesiva" que mencioné está, precisamente, detrás de esa laxitud y dilatación,
no como un procedimiento que carga
el avance del relato emocional o dramáticamente, sino como un modo
de articular o hacer avanzar la historia a partir de una suerte de
"insistencia" (la mirada o el seguimiento) que no se detiene o cede. En fin, ojalá que podamos verla en pantalla grande en Lima y
debatirla con la mayor amplitud posible.

Isaac León Frías