jueves, 19 de febrero de 2009

Los fantasmas nunca olvidan


Es una cuestión de formas, gestos y apariencias. En el cine oriental, los fantasmas se exponen de frente y suelen tener los rasgos delicados y modales frágiles de pálidas mujeres. Largos cabellos lacios esconden partes de sus caras. A pesar de su apariencia vaporosa y hasta evanescente, las fantasmas del cine japonés no ocultan la corporalidad que tuvieron en el pasado, cuando aún vivían, manteniendo su capacidad de seducción. Por eso sus apariciones no tienen el resplandor del ectoplasma, como en el terror gótico europeo, ni su naturaleza asexuada, sino la sólida consistencia de una presencia intrusa que irrumpe allí, frente a su aterrorizada o fascinada víctima, con las facciones netas y las manos extendidas, como clamando por algo perdido.
“Los fantasmas nunca olvidan” ("Sakebi" o "Retribution", 2006), de Kiyoshi Kurosawa, que entró de modo inesperado a la cartelera, ilustra esa vertiente singular del cine de horror japonés que es el filme de fantasmas. En realidad, es una modalidad muy antigua del filme de terror de ese país, llamada “Kaidan”, que cuenta con películas célebres. Una de las cintas más bellas y emocionantes que se hayan hecho, “Ugetsu Monogatari” (“Cuentos de la luna pálida después de la lluvia”), de Kenji Mizoguchi, se asimila al “Kaidan”, como también “Kwaidan”, de Masaki Kobayashi, y “Kuroneko”, de Kaneto Shindo, entre muchas otras.

En ellas vemos el dominio de mujeres que llegan del más allá para cumplir la tarea que truncó la muerte, o para vengarse de los que las maltrataron, o para ejercer una seducción que también es una maldición: sellan el fatal destino del hombre que se enamore de una muerta. El pasado vuelve para aprobar la asignatura pendiente.
“Los fantasmas nunca olvidan” es una película singular, desequilibrada, extraña, pero muy atractiva. Kiyoshi Kurosawa (que no tiene parentesco con Akira Kurosawa, el viejo maestro del cine japonés) es un especialista en el género del terror y aquí mezcla el thriller con las apariciones fantasmales. Es decir, las técnicas del suspenso al que conduce la investigación sobre las huellas de unos asesinatos con la atmósfera inquietante que crea la aparición de una pálida mujer vestida de rojo que reclama algo y no se desvanece con un exorcismo cualquiera.

Lo interesante es el modo en que la tradición del horror japonés se infiltra en las disciplinas del policial de pesquisa criminal. El espectro es un ser que coloca frente al espejo al protagonista. El policía va descubriendo en el camino pruebas que conducen a su propia participación en el delito. Pero más que eso, la fantasma lo interpela, lo hace dudar de su propia inocencia, lo confronta con su pasado, le hace recordar historias terribles y le cambia la vida. El investigador resulta investigado y descubre su propia vida limitada y opaca, sin atributos. El actor Kôji Yakusho lo interpreta con gesto de malhumor y desconcierto.

La escenografía muestra paredes descascaradas y carcomidas por la humedad, paisajes devastados, depósitos abandonados, una morgue desolada, una sala de interrogatorios policiales que se abre al espacio habitado por los espectros, charcos de agua salada convertidos en lugares temibles. Hay una dimensión física que pugna por salir y expresarse, como el agua del mar constreñida que brota en los charcos o las fuerzas de la tierra que se sacuden en temblores provocando una dimensión adicional del miedo. Revancha física y pulsional que rechaza los paisajes de una modernidad levantada sobre los viejos lugares del crimen y la tortura.
"Los fantasmas nunca olvidan" demuestra la capacidad perturbadora de los temblores cuando se convierten en piezas del cine de horror, aunque hay que reconocerle a Wes Craven la idea original: en "La nueva pesadilla de Wes Craven" los terremotos eran más potentes que las incursiones de Freddy Kruger.

Los efectos especiales están reducidos al mínimo; sólo vemos algunos cuerpos flotar por el aire gracias a trucajes rudimentarios. Más que escalofríos, la película provoca una sensación de extrañeza e incomodidad. Tal vez porque está recorrida por un sentimiento de fracaso y melancolía, una sensibilidad distinta a la del cine de terror de otras latitudes. El mundo de los muertos es desolador, triste, insatisfactorio y asfixiante. Expulsa a sus habitantes obligándoles a vengarse de los vivos o a restablecer el orden de un pasado que no es mejor ni más deseable que el desorden del presente.

Cada cierto tiempo aparece en la cartelera una película asiática de terror tan atractiva como “Los fantasmas nunca olvidan”. Son pequeñas y bienvenidas sorpresas que aparecen sin avisos o publicidad previa, como espectros. Hay que estar atentos a ellas.

Ricardo Bedoya

sábado, 14 de febrero de 2009

OSO DE ORO

La teta asustada de Claudia Llosa ganó el Oso de Oro del Festival de Berlín.
Es la máxima recompensa de ese festival y la más importante que haya recibido una película peruana.

Teaser del próximo Tarantino

Vean el avance de "Inglorious Bastards", de Quentin Tarantino.

http://indiefilm.movies.yahoo.com/video-11794368-inglourious-basterds-teaser-trailer/

viernes, 13 de febrero de 2009

Premio de Fipresci en Berlín

La teta asustada ganó hoy el premio de la Federación Internacional de la Prensa Cinematográfica (FIPRESCI) en el Festival de Berlín.

jueves, 12 de febrero de 2009

Banquete en Cannes

Ya se especulan los primeros títulos para el Festival de Cannes, que se realiza en mayo.

Abrazos rotos, de Pedro Almodóvar, con Penélope Cruz.
Antichrist, de Lars Von Trier, con Willem Dafoe y Charlotte Gainsbourg
The White Ribbon, de Michael Haneke
Inglourios Bastards, de Quentin Tarantino
Soul Kitchen, de Fatih Akin
Bright Sun, de Jane Campion
Taking Woodstock, de Ang Lee
The Limits of Control, de Jim Jarmusch
Forgiveness, de Todd Solondz
A Serious Man, Joel y Ethan Coen
The Girlfriend Experience y The Informant, de Steven Soderbergh
The Imaginarium of Dr. Parnassus, de Terry Gilliam
Mr. Nobody, de Jaco Van Dormael
Ondine, de Neil Jordan
Agora, de Alejandro Amenábar
Triage, de Danis Tanovic
Looking for Eric, de Ken Loach
Fish Tank, de Andrea Arnold
Un prophete, de Jacques Audiard
L'illusioniste, de Sylvain Chomet
Hadewijch, de Bruno Dumont
White Materila, de Claire Denis
Enter the Void, de Gaspar Noé
Tales from the Golden Age, de Cristian Mungiu
Thirst, de Park Chan-wook
Visages, de Tsai Ming-liang
Vengeance, de Johnnie To
Air Doll, de Kore-eda Hirokazu
Mother, de Bong Joon-ho
Tetro, de Francis Ford Coppola

Más información en http://www.otroscines.com/noticias_detalle.php?idnota=2471

Proyección de La teta asustada en Berlín

La agencia de noticias EFE, luego del pase de hoy de La teta asustada en Berlín, anunció lo siguiente:
La Berlinale brindó hoy una cálida acogida a "La teta asustada", de Claudia Llosa, primera película de Perú a competición en la historia del Festival de Cine de Berlín, que "aprendió" además algo de quechua con su actriz, Magaly Soler.
La película, de producción hispano-peruana, fue recibida con aplausos en el pase de prensa y consolidó así la buena impresión dejada anteriormente por el otro film hispanoamericano a competición, la uruguayo-argentina "Gigante", de Adrián Biniez.
"La teta asustada", un film sencillo, rodado en zonas pobres de Lima y muy emocional, relata la historia de Fausta, una muchacha que acaba de perder a su madre y que quiere enterrarla dignamente.
A través de ella, interpretada por Magaly Soler, de sus cantos en quechua, el espectador llega a la terrible historia de miles de mujeres violadas en los años de guerra y terrorismo, desde 1980 hasta la década de 2000, y a la llamada enfermedad de la "leche asustada", que éstas transmitirán a sus hijos, a través de la leche.
Llosa, afincada en Barcelona (España) desde hace cinco años, explicó que su película no habría sido posible sin el apoyo de las productoras españolas que participan en la misma, dada la escasa proyección internacional del cine peruano.
La 59 edición de la Berlinale recibió por primera vez en su historia a una película de ese país en su sección a concurso y, además, escuchó también por primera vez el idioma quechua que, recordó Llosa, se habla en Perú, Ecuador, Bolivia y parte de Argentina.
Mientras la directora explicaba a los medios internacionales las características de esa lengua indígena, Magaly Soler, cantante además de actriz y compositora de algunas de las piezas musicales del film, cantó en directo una hermosa tonada en ese idioma, que dejó prendados a los presentes.
EFE

viernes, 6 de febrero de 2009

Hernán Migoya: "Al público español no le gusta su propio cine"


El escritor, guionista y director español Hernán Migoya está entre nosotros. Ha presentado aquí un libro de cuentos, Putas es poco, y una novela gráfica, Olimpita. En el festival de Sitges de 2008 estrenó su largometraje ¡Soy un pelele!, comedia que podría estrenarse en Lima. Conversamos con él sobre sus trabajos y de cómo ve al cine español actual (Mónica Delgado).

¿Cómo pasaste de guionista a director de cine?

- Siempre sueñas con hacer una película. Pero por otro lado, tal como está el cine en España es complicado. Luego de un par de experiencias, me di cuenta que ser guionista en la maquinaria del cine es como ser la última mierda, el más prostituto de todos. Como guionista de cine experimenté algo que no había experimentado nunca como escritor ni como guionista de cómic: el sentimiento de que la obra y su resultado artístico no tenía nada que ver con lo que pretendía desde mi guión, ni siquiera conmigo; la película es del director y de muchos pedazos aportados por un equipo, pero la labor de un guionista puede quedar muy diluida.

La última película que se estrenó con guión mío fue Eskalofrío y casi me alegré que no tuviera mucho que ver conmigo, porque de alguna manera podía distanciarme y apreciar las cosas que mejor funcionaban en la película sin el sufrimiento del artista que la ha dado a luz. La creación del monstruo de la película fue bastante interesante, ya que me fascinan, y creo que en ese filme es lo más reconocible como perteneciente a mi universo. Pero como guionista de cine es difícil mantener una presencia coherente y unificada de autor, ya que te vuelves un engranaje más. La obra no es tuya y tú, al final de tanta reescritura y tanta multiplicidad de visiones, apenas estás presente en la obra. Ser guionista no te proporciona un respeto extra como autor, sino que eres utilizado como tuerca en cualquier parte de la película.

Desde ese momento pensé que como director puedes controlar mejor la obra y, luego de los guiones y de un par de cortometrajes, pues cayó la oportunidad en una productora pequeña de dirigir mi propia película, ¡Soy un pelele! Está hecha con espíritu independiente, con algunas indicaciones de partida desde la productora, que eran el contar con un presupuesto limitado y que fuera una comedia.

¿Y de qué trata tu filme? ¿Qué tan difícil fue hacerla en el contexto español actual?

- ¡Soy un pelele! es la historia de un tipo que pierde la memoria y se olvida de que es gay. Allí vuelco todos mis fantasmas sexuales, se podría decir que es una película comercial de "autor". Es un disparate en todos los sentidos.

Pensé en una historia que se pudiera desarrollar en pocas localizaciones, que fuera divertida y alocada. Al ser de bajo presupuesto y al ser yo disperso a nivel creativo, tampoco pensaba que fuera un peldaño hacia nada, la primera piedra de mi carrera cinematográfica como director, sino inclusive me planteé que podía ser mi primera y última película: de esa manera sabes que lo estás dando todo en tu obra, si no piensas en ella como en la llave de una carrera y no tienes tendencia a autocensurarte para conseguir una segunda subvención. Intenté crear un continente de comedia alocada y hacer lo que me diera la gana y pasármelo bien, y al estar haciendo eso sabía que iba a estar más cerca del público que de la crítica.

En España todo el cine es subvencionado, es una gran pompa de jabón. Al público español no le gusta su propio cine: llevamos ya treinta años haciendo dramas sobre "gente pobre". A las instituciones y a los directores pitucos les encanta demostrar todo el tiempo su "compromiso social", que es falso y además da lugar a visiones absolutamente estereotipadas y ridículas de la vida real. Un montón de directores niños de papá y de clase burguesa intentando demostrar que saben cómo son los pobres y lo mucho que sufren. Y claro, en las películas los personajes no paran de sufrir. Parece que nunca nadie lo pasara bien en las películas españolas. Hay un concepto fundamentalista y muy populista en el fondo de que la gente con dinero es mala y la gente pobre es buena, así que el cine español consiste básicamente en gente con dinero (con dinero público además) haciendo películas sobre gente pobre.

Ser guionista, por las desventajas, propició tu paso a la dirección…

-Me sorprendió el poder que tiene el director a la hora de mandar reescribir una historia, lo que no es necesariamente negativo, pues la película no deja de ser principalmente suya. El problema fue el proceso, pues molesta bastante que cambien las coordenadas y el criterio de lo que se quiere luego de que el guión ya está escrito en su primera versión. Cuando un director te dice que quiere una cosa y, cuando se la das en el guión, te dice que quiere otra, sin nada que justifique ese cambio de criterio, a la sexta o séptima versión acabas odiando tu propio trabajo. Realmente ésa es la figura del guionista y eso es un hecho internacional: eres, como dije, un prostituto. Y tienes que ser conciente de ello, y por eso me desengañé del mundo del cine y me metí en el proyecto de ¡Soy un pelele! Lo coescribí con un compañero con el que escribo todos mis guiones de comedia, Joan Ripollés. El proceso fue largo, ya que no podía quedarme en la típica película que a los críticos les parece bonita pero que luego no va a ningún sitio. Me di cuenta que iba a pasar lo mismo que con todas mis obras, en cómic y literatura: que iba a generar mucho rechazo en el establishment, en la élite especializada en cine. Porque esa élite no soporta la aparente frivolidad, el sentido del humor sobre uno mismo y su obra, el no pagar peaje de homenajes, de ortodoxia: ¡Soy un pelele! es una película poca ortodoxa y ése es su principal valor.

¿Qué hay de cómic en tu película?

Para el tono narrativo, me inspiré mucho en Edika, autor de cómic francés, ya que es alocado, desmesurado, que hace historias donde nada es realista. Odio el realismo, y forma parte de mi odio a mi propio país, donde se valora más el arte cuando es realista. Me fastidia que casi todos los escritores allí sean realistas. España es un país donde se tiene miedo a la fantasía, donde lo escritores que se dedican a este género están metidos en un ghetto al que nadie hace caso, al que los medios de comunicación ningunean, al que los críticos ignoran. El único que ha conseguido romper esa norma es Arturo Pérez Reverte con Alatriste, ya que escribe género de aventuras y se ha ganado el prestigio gracias al éxito de público y al apoyo internacional. Se ha ganado su lugar con su propio esfuerzo. O respeto también muchísimo el caso de Albert Sanchez Piñol, que hace literatura fantástica en la línea de los grandes clásicos británicos de principios de siglo XX, como Arthur Conan Doyle. Pero en el cine es muy complicado romper el prejuicio hacia todo lo que no tenga un enfoque realista o no se interese por un contenido de trasfondo social.

Sí, parece que fuera un lugar común el realismo que mencionas…

En España hay miedo a volar: el miedo a la fantasía es atávico y forma parte de la idiosincrasia del pueblo español. Con mi película intento recuperar una tradición de la comedia denostada, que es la españolada, la más popular en su tiempo. Este género lo mató el Ministerio de Cultura, que se avergonzaba de su propio cine popular, y dejó de subvencionarlo en favor de adaptaciones a la gran pantalla de clásicos literarios (para que veas el complejo cultural y también el provincianismo que tenemos los españoles). La españolada murió y ningún crítico de cine está interesado en resucitarla, ni siquiera con algún estudio sobre un fenómeno cultural absolutamente nuestro. Yo quería recuperar el espíritu lúdico que ya murió en el cine español: cuando estas películas tenían éxito de público y la gente iba al cine a pasárselo bien. Es difícil porque mi película parte ahora de una infraestructura industrial de cine independiente, lo cual es contranatural con el intentar un planteamiento así, más comercial: en definitiva, somos un proyecto demasiado pequeño, sin apoyo promocional. En el Festival Internacional de Cine de Sitges, el público se la pasó bomba y la crítica la odió, lo que añade más glamour a mi imagen de tocapelotas, de artista cabrón, y de pequeño hijo de puta. Esa reacción indignada de la crítica ha llegado en un momento en que me siento por encima de sus opiniones –imagínate, después de lo que me insultaron por Todas putas, eso ya nadie lo iguala- y contento de haberla creado.

Pero en un mundo de realistas surge alguien como Alejandro Amenábar, por ejemplo.

Amenábar es un caso excepcional, un fenómeno específico de mi generación: fue realmente el artista que dio la vuelta a la tortilla y demostró que la gente quería ver cine de género en España y ésa fue su apuesta. Me parece defendible, aunque la influencia que ha tenido en otros cineastas españoles ha sido nefasta y aquí entramos ya en el terreno del raje. El problema es que el público no es tonto y no ha habido continuidad a través de otros artistas con universo propio: se ha intentado imitar al cine americano, pero en vez de imitar la forma y crear un contenido propio, se ha quitado también el contenido, con lo cual es un cine impostado, que importa estereotipos, que no son de nuestra cultura: lo que resulta en un cine bastante ridículo. Tenemos un vacío en el cine español y coincide con las nuevas tecnologías que hace que la gente no vaya a las salas y se descargue todo por Internet. Y así el panorama se hace complicado.

¿Ya planeas volver a dirigir?

Estaría encantado de dirigir más películas, no me cierro nunca a nada, pero depende de los productores. Cuando haces un teaser con cinco mujeres desnudas en la playa invitándote a disfrutar en la sala, si te llamas Tarantino dicen que eres un genio, pero si te llamas Hernán Migoya dicen que es un compatriota que se quiere pasar de listo y que te vayas a tu casa.

¿Qué tipo de cine te gusta?

Me doy cuenta que el cine que a mí me gusta en su momento tuvo mala crítica. Todo lo que rompe esquemas y formas preestablecidas siempre es mal recibido en su momento. Me gusta el cine que fue masacrado en su día por la prensa especializada, como Hitchcock o John Ford, quienes fueron defenestrados. Me gusta el cine de los setenta, como Eastwood, a quien culpaban de protagonizar un cine fascista. Me gusta Don Siegel, Sydney Pollack, Franklin Schaffner, John Milius… el cine crudo de esos años, cuando el cine USA abandonó el sistema de estudios y descubrió los exteriores naturales. Pero también me apasiona la comedia estadounidense loca, con maestros como John Hughes o Will Ferrell. Borat es una obra maestra, debería de haberse llevado todos los Oscars, pero las instituciones desprecian las comedias (parece que no es solamente en España). Me encanta el cine comercial USA. Mis directores actuales predilectos son Tony Scott, Adrian Lyne o Paul Verhoeven, no solamente por caligrafía artística, sino también por actitud como creadores, por posicionamiento moral incluso. En ¡Soy un pelele! intento que el homenaje no se note, pero hay miles de ellos. Hay una fuerte influencia de cine español, también de las comedias gratuitas de Mariano Ozores, de las películas de mujeres desnudas.

¿Qué hay de tus cuentos en la película?

No me autoplagio. No creo que haya nada, salvo una visión satírica presente en casi todas mis obras.

¿Por qué un pelele como protagonista?

Un hombre perfecto no puede ser heterosexual. Si es heterosexual acabará siempre resultando decepcionante para la mujer. Los hombres somos infieles por naturaleza y torpes innatos. El personaje como dije es un gay con la memoria borrada. Mi interés era crear una historia de amor perfecta, que fuera verosímil sin los condicionantes que se dan en otro tipo de cine de amor perfecto, como las comedias románticas donde todos los personajes son maravillosos y rezuman buenos sentimientos. No quería una historia donde el tipo fuera un imbécil, un manso o tonto y donde todo funciona. Me di cuenta que tenía que recurrir al género fantástico para hacer una historia de amor creíble, y ese punto de partida me resultó bonito, sugerente: el tipo cuando es heterosexual es un hijo de puta, promiscuo, mala persona, cínico… pero cuando pierde la memoria, se vuelve perfecto: la pareja idónea. Me parecía ideal que el tipo fuera gay en realidad: él pierde la memoria y su mejor amiga le hace creer que son pareja y él lo acepta. Ahí nace el pelele: el muñeco en manos de una mujer.

Había connotaciones interesantes como el tema del enamoramiento: él acepta a la muchacha porque cree que es el estado natural de las cosas y no tiene problemas hasta que ve despertar en él su autentica personalidad. Los hombres somos un poco así, porque se lo damos todo a la mujer mientras estamos en un estado excepcional de enamoramiento, luego empezamos a despertar y a ser quienes somos realmente; o, por el contrario, nos acomodamos, porque también somos unos comodones, y nos quedamos con la primera que se presenta o con quien más nos quiere, con un poco de suerte. Y eso me pareció un punto de partida interesante y daba mucho juego a la hora de la comicidad.

Cuando hablas de la carencia de fantástico en el cine español se me viene a la mente el nombre de Jesús Franco, que por lo menos armó un universo propio de zombies, vampiros y mujeres desnudas...

Sí. Jess Franco ha sido un predicador en el desierto de nuestra cultura. Se puede decir que fue un pionero. No sé el alcance real que puede tener el conjunto de su obra, porque fue un militante acérrimo de la serie B y la Z en sus últimos tiempos creativos, pero desde luego sabía que era un francotirador y que en España siempre estaría marginado. Hay pocos autores españoles que se atrevan a crear un imaginario propio que no sea de raigambre realista. Por suerte tenemos a Buñuel y a Almodóvar, que nos redimen de todos nuestros pecados terrenales. Pero casi todos los artistas españoles buscan el prestigio que comporta el hablar simplemente de temas reales, no irse por las ramas o por los cerros de Úbeda, como decimos nosotros. Se desprecia como pueril el que intenta crear artefactos lúdicos de fantasía o de géneros de evasión. Nuestro panorama es un poco desolador. Falta mucha más locura. Falta fantasía y sobra victimismo.

Entrevista de Mónica Delgado.

jueves, 5 de febrero de 2009

100 hispanoamericanas: ni Tin Tan ni la Coca Sarli ni tonadilleras




El portal de información cinematográfica NOTICINE.com realizó una encuesta sobre las 100 mejores películas iberoamericanas.

Aunque es verdad que estas listas son el dominio de la arbitrariedad, es difícil dejar de preguntar por notables omisiones: ¿dónde están Plácido, El rey del barrio, Vámonos con Pancho Villa, El compadre Mendoza, Ganga Bruta, Límite, Macunaima, Armiño negro, Más allá del olvido, Si muero antes de despertar, Tristana, La torre de los siete jorobados, Cielo negro, Enamorada, Una familia de tantas, Tiempo de revancha, Últimos días de la víctima, Los inundados, Allá en el rancho grande, Rojo amanecer, San Bernardo, Locura de amor, Memorias de la cárcel, Las aguas bajan turbias, La mujer del puerto (la de Boytler, con Andrea Palma), Nazarín, Surcos, Dos tipos de cuidado, El trueno entre las hojas, Prisioneros de una noche, Ahí está el detalle, Calle mayor, La tía Tula, El desencanto, Vida en sombras, Las Hurdes, El extraño viaje, El viaje a ninguna parte, Tiburoneros, La mano en la trampa, Reed México insurgente, Morena clara, La vida criminal de Archibaldo de la Cruz, Dios se lo pague, Canciones para después de una guerra, Víctimas del pecado, Sensualidad...?

Es casi escandaloso ver que en una lista de las mejores películas del cine hispanoamericano casi no se incluyan títulos de los años más ricos del cine industrial español, mexicano (solo figura Nosotros los pobres) y argentino, para no hablar del brasileño que es menos conocido.

Es difícil aceptar que Fresa y chocolate, Como agua para chocolate, La historia oficial o El hijo de la novia resulten "mejores" que obras maestras absolutas como La vida criminal de Archibaldo de la Cruz, de Buñuel, Vámonos con Pancho Villa, de Fernando de Fuentes, Armiño negro, de Carlos Hugo Christensen o Más allá del olvido de Hugo del Carril. O que El crimen del padre Amaro sea "mejor" que Tristana. O que Mar adentro sea preferible a Las Hurdes. Y que las cintas típicas de género tampoco sean consideradas.

Este es un cine latinoamericano sin canciones rancheras, sin melodramas exaltados, sin putas de puerto, sin cabareteras, sin Tin Tan, sin la comedia de la vida de puras risas y más lágrimas, sin boleros, sin Dolores del Río ni Arturo de Córdoba, sin Pérez Prado ni Andrea Palma, sin la Coca Sarli, sin el conventillo porteño, sin esas fascinantes presencias que cautivaron a los públicos de habla hispana de los años treinta, cuarenta y cincuenta. Y es un cine español que ignora a Edgar Neville, a Fernando Fernán Gómez, a Manuel Mur Oti y a... ¿Para qué seguir?
Tampoco hay películas mudas: imperdonable memoria corta.

Aquí la lista de "ganadoras":
1. "Memorias del subdesarrollo" de Tomás Gutiérrez Alea, 1968 (Cuba)


2. "El laberinto del fauno" de Guillermo del Toro, 2006 (España/México)


3. "Los olvidados" de Luis Buñuel, 1950 (México)


4. "Ciudad de Dios" de Fernando Meirelles, 2002 (Brasil)


5. "Todo sobre mi madre" de Pedro Almodóvar, 1999 (España)


6. "El ángel exterminador" de Luis Buñuel, 1962 (México)


7. "Fresa y chocolate" de Tomás Gutiérrez Alea y Juan Carlos Tabío, 1994 (Cuba)


8. "Estación Central" de Walter Salles, 1998 (Brasil)


9. "La historia oficial" de Luis Puenzo, 1985 (Argentina)


10. "Doña Flor y sus dos maridos" de Bruno Barreto, 1976 (Brasil)


11. "Belle epoque" de Fernando Trueba, 1992 (España)


12. "Lucía" de Humberto Solás, 1968 (Cuba)


13. "Mar adentro" de Alejandro Amenábar, 2004 (España)


14. "El espíritu de la colmena" de Víctor Erice, 1973 (España)


15. "La estrategia del caracol" de Sergio Cabrera, 1993 (Colombia)


16. "Mujeres al borde de un ataque de nervios" de Pedro Almodóvar, 1998 (España)


17. "El hijo de la novia" de Juan José Campanella, 2001 (Argentina)


18. "Bienvenido Mister Marshall" de Luis García Berlanga, 1953 (España)


19. "Pantaleón y las visitadoras" de Francisco Lombardi, (Perú)


20. “Viridiana” de Luis Buñuel, 1961 (España)


21. "Amores perros", de Alejandro González Iñárritu, 2000 (México)


22. "Suite Habana" de Fernando Pérez, 2003 (Cuba)


23. "La ciudad y los perros" de Francisco Lombardi, 1985 (Perú)


24. "Whisky" de Juan Pablo Rebella y Pablo Stoll, 2004 (Uruguay)


25. "Como agua para chocolate" de Alfonso Arau, 1992 (México)


26. "El callejón de los milagros" de Jorge Fons, 1995 (México)


27. "El crimen del padre Amaro", de Carlos Carrera, 2001 (México)


28. "El lado oscuro del corazón" de Eliseo Subiela, 1992 (Argentina)


29. "Historias mínimas", de Carlos Sorín (Argentina)


30. "La lengua de las mariposas" de José Luis Cuerda, 1999 (España)


31. "Profundo carmesí" de Arturo Ripstein, 1996 (México)


32. "Tierra en Trance" de Glauber Rocha, 1967 (Brasil)


33. "Y tu mamá también", de Alfonso Cuarón, 2001 (México)


34. "Bye, Bye Brasil" de Carlos Diegues, 1979 (Brasil)


35. "Guantanamera" de Tomás Gutiérrez Alea y Juan Carlos Tabío, 1995 (Cuba)


36. "El beso de la mujer araña" de Héctor Babenco, 1985 (Brasil)


37. "La ley de Herodes" de Luis Estrada, 1999 (México)


38. "Nueve Reinas" de Fabián Bielinski, 2000 (Argentina)


39. "La vendedora de rosas" de Víctor Gaviria, 1990 (Colombia)


40. "Vidas secas" de Nelson Pereira dos Santos, 1963 (Brasil)


41. "Volver" de Pedro Almodóvar, 2006 (España)


42. "La vida es silbar" de Fernando Pérez, 1998 (Cuba)


43. "El día de la bestia" de Alex de la Iglesia, 1995 (España)


44. "Crónicas" de Sebastián Cordero, 2004 (Ecuador)


45. "Frida, naturaleza viva" de Paul Leduc, 1986 (México)


46. "Jamón, jamón" de Bigas Luna, 1992 (España)


47. "La Gente de la Universal" de Felipe Aljure, 1991 (Colombia)


48. "Los amantes del círculo polar" de Julio Medem, 1998 (España)


49. "Plata quemada" de Marcelo Piñeyro, 2000 (Argentina)


50. "Vampiros en La Habana" de Juan Padrón, 1985 (Cuba)


51. "Arrebato" de Iván Zulueta, 1980 (España)


52. "Canoa" de Felipe Cazals, 1975 (México)


53. "El" de Luis Buñuel, 1953 (México)


54. "Deus e o Diabo na terra do sol" de Glauber Rocha, 1964 (Brasil)


55. "La hora de los hornos" de Octavio Getino y Fernando Solanas, 1968 (Argentina)


56. "El Sur" de Víctor Erice, 1983 (España)


57. "Satanás", de Andrés Baiz, 2007 (Colombia)


58. "Rodrigo D No futuro", de Víctor Gaviria, 1990 (Colombia)


59. "La batalla de Chile" de Patricio Guzmán, 1975-9 (Chile)


60. "Diarios de motocicleta" de Walter Salles, 2004 (Brasil)


61. "Crónica de un niño solo" de Leonardo Favio, 1965 (Argentina)


62. "El norte" de Gregory Nava, 1983 (Estados Unidos)


63. "Jerico" de Luis Alberto Lamata, 1990 (Venezuela)


64. "El abrazo partido" de Daniel Burman, 2004 (Argentina)


65. "25 Watts" de Juan Pablo Rebella y Pablo Stoll, 2001 (Uruguay)


66. "Cuestión de Fe" de Marcos Loayza, 1995 (Bolivia)


67. "La nación clandestina" de Jorge Sanjinés, 1989 (Bolivia)


68. "El chacal de Nahueltoro" de Miguel Littín, 1969 (Chile)


69. "Hable con ella" de Pedro Almodóvar, 2001 (España)


70. "Retrato de Teresa" de Pastor Vega, 1979 (Cuba)


71. "Cronos" de Guillermo del Toro, 1993 (México)


72. "Boquitas pintadas" de Leopoldo Torre-Nilson, 1974 (Argentina)


73. "El verdugo" de Luis García Berlanga, 1963 (España)


74. "Ese oscuro objeto del deseo", de Luis Buñuel, 1977 (España/Francia)


75. "La muerte de un burocrata" de Tomás Gutiérrez Alea, 1966 (Cuba)


76. "Tropa de elite" de Jose Padilha, 2007 (Brasil)


77. "Asignatura pendiente" de José Luis Garci, 1978 (España)


78. "La Caza" de Carlos Saura, 1965 (España)


79. "La última Cena” de Tomás" de T. G. Alea, 1976 (Cuba)


80. “La ley del deseo” de Pedro Almodóvar, 1987 (España)


81. "Nosotros los pobres" de Ismael Rodríguez, 1947 (México)


82. "El cochecito" de Marco Ferreri, 1960 (España)


83. "Bajo California: El límite del tiempo" de Carlos Bolado, 1998 (México)


84. "El pez que fuma" de Roman Chalbaud, 1977 (Venezuela)


85. "Martín (Hache)" de Adolfo Aristarain, 1997 (Argentina)


86. "Japón" de Carlos Reygadas, 2002 (México)


87. "Lo que le paso a Santiago" de Jacobo Morales, 1989 (Puerto Rico)


88. "Alicia en el pueblo de Maravillas" de Daniel Díaz Torres, 1991 (Cuba)


89. "Un lugar en el mundo" de Adolfo Aristarain, 1992 (Argentina)


90. "Deprisa, deprisa" de Carlos Saura, 1981 (España)


91. "El chacotero sentimental", de Cristián Galaz, 1999 (Chile)


92. "El romance de Aniceto y la Francisca" de Leonardo Favio, 1966 (Argentina)


93. "Carandiru" de Héctor Babenco, 2003 (Brasil)


94. "Confesión a Laura" de Jaime Osorio, 1990 (Colombia)


95. "De cierta manera" de Sara Gómez, J. G.Espinosa, T. G. Alea..., 1974 (Cuba)


96. "Caluga o menta" de Gonzalo Justiniano, 1990 (Chile)


97. "El colombian dream" de Felipe Aljure, 2005 (Colombia)


98. "Antonio das Mortes" de Glauber Rocha, 1969 (Brasil)


99. "Amaneció de golpe" de Carlos Azpúrua, 1998 (Venezuela)


100. "La ministra inmoral" de Julio Luzardo, 2007 (Colombia)

miércoles, 4 de febrero de 2009

Conversando sobre el amor y el erotismo en el cine

Mañana jueves 5, a las 7.30, en el Centro Cultural del Británico (Bellavista 527, Miraflores) conversaremos sobre el inmenso tema del amor en el cine. El ciclo de charlas sobre el erotismo en el cine se extiende a todos los jueves del mes, formando parte de un conjunto de conferencias, proyecciones y otras actividades sobre el erotismo en el arte que se realizarán en el mismo local casi todos los días de febrero. La entrada es libre.

Más información aquí: http://www.britanico.edu.pe/cultural/agendac/index.aspx

Ricardo Bedoya

Los fantasmas nunca olvidan


Atención: un estreno inesperado. Al parecer mañana se estrenaría Sakebi (Retribution), de Kiyoshi Kurosawa, con el título Los fantasmas nunca olvidan.

martes, 3 de febrero de 2009

Habla Jesús Franco


El director español Jesús Franco, con ocasión del Goya honorífico que ha recibido recién, ha concedido una interesante entrevista al diario El País. Dice cosas como estas:

"El porno es el erotismo hecho por imbéciles. Digamos que, en esta vida, el que más y el que menos ha tenido la oportunidad de echar un polvo, así que no es algo muy especial. El erotismo, sin embargo, es un elemento más esencial y más complejo. Al sistema no le gusta el erotismo porque le da miedo, es un sentimiento muy profundo que hay que conocer y practicar y que no debemos confundir con tonterías. Y no hay que sentir rechazo por él, porque es un mundo de sugerencias maravillosas en el que todo puede ser posible."

"El cine está hecho para divertir, nació en una barraca de feria y sigue siendo una ilusión de feria. Y eso está muy bien y no hay por qué tocarlo, porque puede llenar nuestra vida de fantasía y de un mundo mejor al nuestro. El cine nos lleva a un mundo mejor. Julián Marías, familiar mío, decía que, mientras en el teatro perteneces a una colectividad, en el cine, no. En el cine, tú estás solo con Ingrid Bergman, y tú, al estar solo con esos héroes, con Marlon Brando, con quien quieras, compartes con ellos todo el espacio. Pero ese espacio desaparece cuando termina la película y en seguida vuelves a tu ser. Esa ensoñación se acaba, es muy corta. Pero, en cambio, la ensoñación del Ulises es para toda la vida. Se va a escandalizar, pero para mí Gila es como Joyce, es esa escuela, yo creo en eso, en esa incorrección, en ese surrealismo inconectado, en las contradicciones de la sociedad. Lo que pasa es que Joyce tenía el prestigio de Irlanda, de un mundo en descomposición, y el otro sólo tenía a un general que no acababa nunca de fallarnos."

Benjamín desabotonado


Esta es una versión ampliada del artículo aparecido en la edición de El Comercio del 1 de febrero de 2008
No es tan curioso el caso de Benjamin Button. Ni tampoco son extrañas sus semejanzas con "Forrest Gump", de Robert Zemeckis. Después de todo comparten una filiación común: la línea de películas que narran "vidas imaginarias", inventando seres que nacen, crecen y mueren como emblemas y signos de su tiempo.

Son relatos que pretenden describir el clima y las tensiones de un período de la Historia, pero no a la manera realista y documentada de la ficción histórica, sino en el modo alusivo de la fábula, rozando lo fantástico y poniendo en el centro de la acción, como punto de vista dominante, a un personaje más bien elemental, de mirada neutra, a veces ingenua, una pizca romántica, más o menos sorprendida, impregnada de cierta candidez y del deseo de realizar una trayectoria de aprendizaje.

Tal vez sea la historia de Rip Van Winkle, de Washington Irving, tan frecuentada por el cine silente -hay una versión televisiva muy personal y lograda de Francis Coppola- la que sirvió de modelo para estas biografías imaginarias donde el "ser" distinto, acaso por la peculiaridad del nacimiento (o del despertar, como en Rip Van Winkle) es el primer paso para acceder a un mundo complicado y amplio. Es el caso de "Forrest Gump" pero también el de "El mundo según Garp". Acaso también el de Chauncey Gardner, el personaje de Peter Sellers, en "Desde el jardín", de Hal Ashby, que no crece porque parece fijado para siempre en su mundo, resumido en metáforas de jardinería, pero que progresa hasta la Casa Blanca.

"Historias de vida" que suman lecciones, consejas, recapitulaciones, recuerdos del pasado, de fallas y aciertos, a la manera del personaje de Don Ameche en "El cielo puede esperar", de Lubitsch, que mira toda su vida galante desde la antesala de la oficina de Lucifer, o la del James Stewart de "¡Qué bello es vivir!", de Frank Capra, al que un ángel permite contemplar, con horror, lo que hubiera sido el triste destino de su comunidad de no haber contado con su presencia. Y hasta el personaje de Cristo en "La última tentación de Cristo" se asimila a este universo de "vidas imaginarias" durante la larga escena de la tentación demoníaca en la que imagina su vida profana luego de bajar de la cruz y decidir ser un hombre que envejece y muere como cualquier otro. Un gran personaje que vive la Historia y los cambios sociales que trajo el paso del siglo XIX al XX: el George Minafer Amberson (Tim Holt), de “Los magníficos Amberson”, de Orson Welles.

"El extraño caso de Benjamin Button" toma su idea original del relato de Francis Scott Fitzgerald -a su vez inspirado por una frase de Mark Twain sobre el desperdicio de pasar la mejor época de la vida siendo joven e inexperto- pero construye su relato a partir de ese modelo mayor de la biografía del personaje que es emblema, porque apunta a diseñar la experiencia de lo universal a partir de los trazos del individuo, y síntoma de los problemas que causa su asimilación al mundo. Y esa es l motivo de los aciertos y limitaciones de “El extraño caso de Benjamín Button” y algunas otras películas de su estilo.

Acierta en lo pequeño, en lo menudo, en la recreación del pequeño pueblo y del clima caluroso del terruño del que parten los personajes. Es la Nueva Orleáns de Benjamín Button, filmada en ocres al inicio y luego en una dominante cromática de dorados, sin saturación, que corresponde a esa curiosa manera de sugerir la juventud a pesar de la apariencia crepuscular. Descripción de la picaresca y el color local de un mundo desaparecido y recreación del clima de lo que los anglosajones llaman “Americana”, esa modalidad de relato evocativo y pasatista que celebra los ambientes más característicos de un mundo desaparecido, alusivo de una tradición inconfundible: desde los burdeles de Nueva Orleáns hasta las evocaciones marineras.

Pero los riesgos llegan cuando el relato se aleja de la “casa” para dar cuenta del “mundo”. Benjamín Button se convierte entonces en guía de un manual de historia del siglo XX para “dummies”. Una historia digerida y pasteurizada, fijada en algún acto único y decisivo (es inefable el momento en que se "cubren" los cambios del arte en la postguerra a partir de la explicación de Cate Blanchett sobre las novedades de la danza moderna), atravesada por el amor constante y recordada una y mil veces por la anciana moribunda desde su lecho del hospital.

Los efectos digitales -deslumbrantes cuando unen el rostro envejecido o rejuvenecido de Brad Pitt a cuerpos que no son el suyo- dan a la imagen la textura de lo falso –cielo y mar se confunden en el artificio-, creando un escenario donde Benjamín recibe lecciones sobre el paso del tiempo, el envejecer, el arte, el deterioro del cuerpo y de todas las cosas, las oportunidades perdidas y las aprovechadas, el destino perecedero y acerca de todo lo humano y lo divino, mientras los episodios de su vida imaginaria se desprenden de la acción como botones de un sobretodo. O como las páginas que se despegan de un libro de autoayuda. Los diálogos son también como botones, mejor, como píldoras de sabiduría, que proclaman -en vez de decir- "verdades" universales de alguna filosofía de salón que la música nunca se cansa de subrayar.

Después de una película seca, inquisitiva, desprovista de explicaciones obvias, laberíntica y geométrica como Zodiac, era difícil imaginar a David Fincher embarcado en este monumento a la solemnidad, la autoimportancia y al más bombástico "prestigio" hollywoodense. Pero allí está.

Ricardo Bedoya

lunes, 2 de febrero de 2009

18, 5 millones de espectadores en 2008

El diario El Comercio de hoy trae la siguiente información:
“El 2008 cerró con una asistencia de 18,5 millones de personas a los cines peruanos y yo creo que en el horizonte, si aparece la cifra de 20 millones de personas (para este año), no sería una exageración”, dice Jorge Licetti, gerente general de la filial local de 20th Century Fox y Warner Bros.

¿Qué factores están detrás de este optimismo? En primer lugar, Licetti confía en que “el cine es una industria resistente a las recesiones por ser popular".

Hiroshi Shimizu


Ya están apareciendo en DVD las películas de Hiroshi Shimizu (1903-1966). Criterion Collection anuncia ya una edición de 4 de sus películas.


Hay una fiebre Shimizu entre los cinéfilos, que han descubierto a un grande del cine japonés, en el rango de Ozu, Mizoguchi y Naruse.


Aquí un interesante artículo introductorio de la obra de Shimizu


Salió Senses of cinema

Es una excelente revista pero se hace esperar. La nueva edición de la australiana Senses of cinema ya se puede leer aquí: http://sensesofcinema.com/

El Padrino por Rosenbaum


Jonathan Rosenbaum revisa El Padrino y aporta matices críticos sobre este clásico santificado por casi todos.



http://www.filmkrant.nl/av/org/filmkran/fk307/slow.html

viernes, 30 de enero de 2009

El curioso caso de Benjamin Button


Ya era hora que David Fincher se atreviera a andar por otros pagos. No más asesinos escondidos, policías frustrados o mentes que se desdoblan. A lo largo de su carrera, estableció un entorno cinematográfico plagado de la atmósfera del crimen, de fragmentos de ciudades en penumbra, de habitaciones que apenas acogen, de personajes en ascuas, pero cuyo estilo en la puesta en escena fue mutando desde el vértigo de Pecados capitales (Seven), El juego o El club de la pelea, hasta la sobriedad de Zodiac, por ejemplo. Teniendo altibajos como el caso de La habitación del pánico o Alien 3 (bueno, era su primer filme y venía con toda la carga de la saga). La pregunta es si el paso que dio era el indicado.

No hay escena tan emblemática de su cine, de pistas y verdades que engranar, como aquel interrogatorio de los tres policías a un sospechoso de ser Zodiac en su propio centro de trabajo. "Yo no soy el Zodiac y, si lo fuera, tampoco se lo diría", dice el dudoso hombre, al parecer con poca inteligencia, mostrándose firme en sus respuestas, luciendo su mameluco gris, y tratando de decir que su pasado de pedofilia y maltrato, que hace desconfiar a Mark Ruffalo y compañía, no es nada. Sin embargo, no hay presa, la caza se hace inconclusa y la verdad se esfuma.

Un año después de Zodiac, su filme más logrado, Fincher regresó rápido con una cinta que a primera vista resultaba llamativa, que despertaba expectativa por lo menos desde los trailers, y que en suma resultó una propuesta distinta y un acercamiento al cine que era impensable en un cineasta de su naturaleza. Pero si Paul Thomas Anderson pudo hacer una película tan fascinante como Petróleo sangriento, luego de cintas como Embriagado de amor o Magnolia, Fincher podía dar el gran salto a una apuesta más arriesgada (aunque ya la había dado en cierto sentido con Zodiac) pero la diferencia es que ahora tenía más exigencias de Hollywood pero en vísperas de navidad (época de su estreno en EE.UU.).

El curioso caso de Benjamin Button (EEUU, 2008) cuenta por lo menos con una primera hora que atrapa y mantiene la promesa, hasta que se agota, de desarrollar una historia sobre una persona extraña en este mundo, o al menos que intenta ser normal en un mundo de extraños. La metáfora del tiempo que regresa, reflejada en ese episodio donde un Elias Koteas ciego pierde a su hijo y crea un reloj que cuenta las horas al revés, convirtiéndose en la alusión al flashback como recurso más poética del cine (o como la del reloj sin agujas en el sueño de Las fresas salvajes, guardando las distancias, como la metáfora de la muerte) se encarna en la figura que Brad Pitt da a Benjamín Button, aquel que hace corpóreo el retroceso del reloj.

Si entramos en el terreno de lo freak, porque de hecho en otras fantasías fílmicas un bebé envejecido iría para el show principal de un circo, a la manera de los personajes de Tod Browning, o para el ambiente enrarecido donde habitan los típicos monstruitos lyncheanos (como en Eraserhead o El hombre elefante), el bebé que idean los guionistas, quienes se inspiraron en el relato corto de Scott Fitzgerald, tiene toda la apariencia viscosa del bebé Sinclair (no pude evitarlo, sorry), o del bebé zombie de Braindead, pero que de raro sólo luce la vejez física (porque al final de cuentas es un bebé con las características de uno normal, llora, se le cambia pañales, se chupa el dedo). Button deja de ser diferente en un dos por tres, no hay conciencia de su condición, no tiene ninguna discapacidad, al final no llega ser un extraño para nadie. Todos son buenos y mejores amigos en el mundo de Fincher. No hay repelencia, no hay crisis.

Al crecer el hogar de ancianos lo mira y trata como un anciano igual que a ellos pero en versión diminuta, o sea su vejez de nacimiento se normaliza. Button nunca cuestiona su naturaleza ni asume su condición sino es en relación al envejecimiento de aquellos que más quiere: no hay rareza que hace crecer al personaje, sólo el devenir del tiempo y el típico drama de cualquier filme de aprendizaje o historia de amor, pero la diferencia aquí es que los verdaderos "extraños" son los que enseñan: el pigmeo negro que vivía en una jaula con monos, el marino tatuado en todo el cuerpo, la nadadora frustrada que baja cada madrugada a tomar el té.

Lo expuesto supone algunas de las ideas que hace que la película me parezca simpática en su primera hora (la secuencia de los "niños" jugando bajo las sábanas en una casita de mentira tiene el tufillo de lo prohibido), donde se nota más un virtuoso rigor fotográfico (la sesión en la iglesia, el relato del relojero), que se va limpiando conforme las épocas se modernizan.


Pero la película cuenta con casi tres horas, dos de las cuales se hacen tediosas y simples, sin la cuota de "extrañeza" que tenía el bebé o niño Button. Esbozo unas razones por las cuales la cinta de Fincher me parece floja:

1. Se pierde el ritmo. Mientras Pitt se hace más joven, al ritmo del filme le va dando artritis. Cuando la película se va haciendo una historia de amor más evidente y común, la fotografía logra sus momentos de ebullición y se embelesa como los diálogos y actuaciones. Fincher ha perdido todo halo de duda y los pasos de su protagonista frente al tiempo terminan siendo poco significativos o reiterativos: un Button prodigando a su padre el último sunset o un reloj moribundo en medio del Katrina. La fábula decae.


Parece decir Fincher que no se puede hablar del tiempo si no es a través de la percepción machacona de lo que pasa durante toda una vida, pero como Hollywood está llena de estas historias de nacimiento, crecimiento, reproducción y muerte, no le ha quedado más opción que darle ese halo de extrañeza invirtiendo estos procesos, donde morir es igual que nacer, pero que termina siendo más de lo mismo pero necesitando la ayuda del dencorud y de los Tena al inicio. Fincher perdió una buena idea del transcurso del tiempo.

2. David Fincher ha bajado un escalón en su filmografía y ante los logros de los cineastas de su generación. Si directores estadounidenses, años atrás tildados de jóvenes promesas, tienen ya un estilo claro (Wes Anderson o para ir más lejos, Tarantino) o por lo menos, como el caso mencionado de Paul Thomas Anderson, ya han producido alguna obra maestra, Fincher dio un paso atrás con una historia clásica y típica de la sensibilidad del Hollywood más consumista: el de las taquilleras Titanic o Forrest Gump, con la que se le compara exageradamente pero vale la gracia. Quizás para la siguiente película de Ben Stiller se tenga en cuenta ya no al Tom Hanks para inspirar a Simple Jack en Una guerra de película, sino que se tendrá que buscar algún muñeco al estilo de Carlo Rambaldi para hablar un poco de los gustos dramáticos de la Academia.

3. Button es un Matzerath de un Hollywood más cauto y menos exigente. Sí, la narración tiene ese estilo, a modo de diario y en primera persona (obvio por el objeto que lee la hija de la moribunda y envejecida Cate Blanchet) y que en algunos momentos me recuerda al modo sardónico de narrar de Oskar Matzerath en El Tambor de hojalata, claro que en Button no hay burla ni exigencias. En este sentido, es una voz en off modosa, desconectada con su tiempo: no es la Alemania bajo el dominio Nazi de la novela de Günter Grass ni mucho menos, sino un drama donde la guerra asoma sin mucha belicosidad. A Benjamín le importa el amor y descubrir el mundo en todas las dimensiones posibles, como a Matzerath, otro tipo de freak que decide no crecer a los tres años, un caso de lo más curioso también, pero resulta convencional y nada curiosa en su relato. Mejor hubiera sido poner las cinco partidas de rayo y ya.


Mónica Delgado

jueves, 29 de enero de 2009

Werner Herzog, una vez más, filma en el Perú


El portal Terra informa lo siguiente:


"El cineasta alemán Werner Herzog y el actor estadounidense Michael Shannon, ambos nominados al Premio Oscar de este año, se encuentran en Perú para filmar un documental en el Santuario Histórico de Machu Picchu, informaron medios nacionales (...)
"Ahora este documental trata sobre una anécdota ocurrida en los años 70 en la zona de Machu Picchu", agregó el cineasta, cuyo documental "Encounters at the end of the World" ha sido nominado a un Premio Oscar este año.
Junto a Herzog se encuentra en Cusco Michael Shannon, nominado como actor de reparto por su trabajo en "Sólo un sueño" ("Revolutionary Road"), filme protagonizado por Leonardo diCaprio y Kate Winslet."


Terra Perú/EFE

martes, 27 de enero de 2009

Eastwood: en la frontera de lo clásico


Esta es una versión ampliada del artículo publicado en la sección Luces de El Comercio del 25 de enero


Clint Eastwood se mantiene en el centro de la atención. A su edad, 78 años, otros directores del cine norteamericano del pasado estaban ya en la jubilación forzosa al no recibir el aval de las compañías de seguros, temerosas de cubrir rodajes de cintas dirigidas por hombres mayores.

El prestigio de Eastwood, y su poder en la industria, le permiten embarcarse en dos proyectos cada año: luego de “El sustituto” veremos “Gran Torino” y prepara ya “El factor humano”, con Morgan Freeman en el papel de Nelson Mandela asumiendo el poder en Sudáfrica.

Se ha dicho muchas veces que Clint Eastwood es el último de los cineastas norteamericanos clásicos. Es decir, el exponente de una época clausurada del cine de los Estados Unidos en la que importaba sobre todo narrar con economía de recursos y claridad expositiva historias atractivas y emocionantes conducidas por personajes capaces de generar la identificación del público con sus afectos y peripecias. Tiempo de narraciones fuertes, enérgicas, ordenadas, armónicas en su composición, de ritmos seguros, serenas en la actitud y equilibradas en la mirada. Confiadas en su poder comunicativo. Si revisamos las películas dirigidas por Eastwood veremos que esa identificación con lo clásico sólo en parte es cierta.

Todos sus filmes son relatos fluidos, claros y lógicos pero su tersura expositiva no logra ocultar un costado perturbador, inquietante, oscuro, crítico y disolvente que está en el centro de la mirada del realizador.

Los personajes de las películas de Eastwood pueden ser vaqueros, guerreros, astronautas, un músico célebre (Charlie Parker), policías y hasta una boxeadora, pero nunca aspiran a convertirse en emblemas, ni héroes ni antihéroes: son seres de ficción que plantean enigmas que el director explora como un modo de conocer lo que fueron e hicieron, luego de despejar las brumas de la leyenda y del relato mítico.

Eastwood no parte de seguridades ni de certezas. Sus películas se asientan sobre vestigios, huellas a punto de desaparecer: los documentos que deja como herencia la mujer enamorada en “Los puentes de Madison”; la foto de los soldados clavando la bandera en el monte Suribachi de Iwo Jima en “La conquista del honor”; las figuras espectrales de los vaqueros de su cine, siempre jinetes pálidos. En todos los casos, desmonta la idea que concibe la Historia como una sucesión de episodios legendarios. Como el John Ford de la vejez, cuando encuentra un conflicto entre la verdad histórica y su versión legendaria sabe que la visión mistificada es la que triunfará, pero no deja de mostrar la cierta, por dura que sea. “Los puentes de Madison” puede ser la más romántica de las historias, pero Eastwood recuerda que en su resolución hubo un momento de duda, conformismo y cobardía.

En “El sustituto”, por ejemplo, descubre el pasado de Los Ángeles, capital del oropel y fábrica de sueños en el siglo XX, ciudad que alojó a Hollywood, máquina volcada a convertir lo falso en creencia verdadera, aun con métodos impositivos. No es casual, por eso, que la película trate ese asunto: la imposición vertical de una creencia y la administración de una verdad oficial que desafía la lógica. Es la imagen de un niño que se impone como auténtica a pesar de ser falsa, como la foto de Iwo Jima desmontada en “La conquista del honor”.

A diferencia de los clásicos, no se encuentra en sus filmes ningún espíritu asertivo o tónico. La presencia de vaqueros en paisajes legendarios o de soldados librando batallas cruciales nunca es conmemorativa. Es una evocación sin ceremonias porque no hay nada que celebrar. En “Los imperdonables”, el viejo hombre del oeste no es más que un asesino sin escrúpulos; en “Cartas desde Iwo Jima”, los soldados japoneses son muertos en vida que hacen gestos fulgurantes pero inútiles. La inocencia de las figuras originales y los líderes se ha perdido y hasta los niños son pasibles de sospecha y desconfianza: en “Río Místico” y “El sustituto” la imagen de la niñez, mancillada desde su origen por el abuso de los mayores, es la base de un malestar social profundo.

Por último, a diferencia de los grandes clásicos de Hollywood (desde Raoul Walsh hasta Anthony Mann, pasando por Henry King y otros), que preferían la eficacia del relato antes que la evidencia de una escritura cinematográfica notoria, Eastwood es un notable aunque discreto estilista. Su amor por el jazz y el blues lo convierten en un maestro de la fluencia lenta y la languidez melancólica. La parsimonia, base de una forma de ser introspectivo, es el rasgo central de un estilo que evita los brillos y huye de la saturación del color, los movimientos vertiginosos de la cámara o los guiños del montaje acelerado y vistoso. En “El sustituto” todo el horror de los crímenes descubiertos está dado por un cambio de textura de la imagen, más densa y granulada mientras se excava el área de los crímenes. Eso es todo. Para Clint el cine es un arte de relajada modulación y eso lo convierte en un director excepcional en el cine norteamericano de hoy.


Ricardo Bedoya

domingo, 25 de enero de 2009

De Stiller a Ferrell


La llamada Nueva Comedia Norteamericana del 2008 es revisada en este artículo de Manuel Yáñez Murillo:


viernes, 23 de enero de 2009

Presidentes de Hollywood


En Hollywood hubo un presidente para cada época y una figura para encarnarlo. Ellos tuvieron los rostros de Henry Fonda (en la foto), Peter Sellers, Gene Hackman, entre otros.


Todo empezó cuando D. W. Griffith convirtió el asesinato de Abraham Lincoln en una escena clave de "El nacimiento de una nación" (1915). Eran los días de la Gran Guerra, el cine recién nacía como arte narrativo y Hollywood se despuntaba como gran creadora de representaciones simbólicas. En épocas difíciles, mostrar el asesinato del presidente más amado revestía con el luto de la tragedia la encarnación del liderazgo y los riesgos de ejercer el poder.


En 1933, con Roosevelt recién llegado a la presidencia, se estrena un filme insólito. "Gabriel sobre la Casa Blanca", de Gregory La Cava, aportó tintes de comedia populista a una extraña e inquietante reflexión política. Producida por el magnate de la prensa William Randolph Hearst, mostraba a un presidente recién elegido (Walter Huston) escuchando del mismísimo Arcángel Gabriel un par de consejos para acabar con la gran Depresión: gobernar por ley marcial y disolver el Congreso. A los críticos que clamaban contra la "dictadura" impuesta, el presidente respondía con la definición de la democracia hecha por Jefferson: "Gobernar procurando el mayor bien para el mayor número".


El artículo sigue aquí:




Ricardo Bedoya

Yo serví al rey de Inglaterra


La sala del Centro Cultural de la Católica ha estrenado Yo serví al rey de Inglaterra, de Jiri Menzel, el director checo de Trenes rigurosamente vigilados. Está pasando desapercibida.

martes, 20 de enero de 2009

Reygadas por Ripstein


Arturo Ripstein escribe sobre Carlos Reygadas. Aquí: http://www.nexos.com.mx/?P=leerarticulo&Article=36

lunes, 19 de enero de 2009

Miradas de cine

Interesante resumen del año 2008 hecho desde España por la revista Miradas de cine. Aquí está: http://www.miradas.net/

jueves, 15 de enero de 2009

La teta asustada


La teta asustada, de Claudia Llosa, ha sido seleccionada para participar en la Competencia Oficial del Festival de Berlín.


Es la primera vez que una película peruana participa en la competencia principal de un festival internacional de la mayor importancia (que son tres: Cannes, Venecia, Berlín).

lunes, 12 de enero de 2009

Claude Berri (1934-2009)


Hoy murió Claude Berri (nacido Claude Langmann), uno de los nombres clave del cine francés de los últimos 40 años. Productor de éxitos inmensos, como Bienvenue chez les Ch'tis, el mayor éxito de taquilla francés de 2008, pero también de filmes de autor (Rohmer, Pialat, Techiné, entre otros). También actuó y dirigió cintas como Jean de Florette, Manon des sources y Germinal, sus títulos más prestigiosos.
Pero su mejor cinta es El viejo y el niño (1967), su primer largometraje, que es la crónica de la amistad entre un viejo (el maravilloso Michel Simon) antisemita, antibolchevique, antiliberal y simpatizante del Mariscal Petain, y un niño judío, al que sus padres dejan con una familia campesina de Grenoble para protegerlo de las amenazas de deportación y exterminio durante los días de la Ocupación.
Ignorando la identidad del niño, el viejo lo cuida, juega con él, establece una complicidad profunda. Más allá de las ideas, las teorías y los postulados políticos, el viejo se revela como una persona entrañable y Berri recuerda un episodio de su infancia, cuando era un niño judío refugiado en una familia de católicos gentiles que no veían con malos ojos al gobierno de Vichy.
En impecable blanco y negro, El viejo y el niño es a la vez evocativa y fascinada por capturar el presente encarnado en instantes de felicidad que la cinta expresa en viñetas simples y de gran belleza. Los episodios de la pareja de amigos jugando en el columpio o del viejo escuchando las emisiones de la BBC o persiguiendo, como malvado bolchevique, al pequeño para "matarlo" y "comérselo" tienen un costado entrañable y a la vez dramático, teniendo en cuenta el momento en que transcurre la acción.
En el momento de su estreno, Francois Truffaut apoyó el filme desde el prestigio que le daba su figura de "hermano mayor" y cineasta consagrado de la Nueva Ola. Tal vez, más allá de su entusiasmo por la película, tuvo otras razones de fondo para hacerlo: el cineasta de "Los 400 golpes", desde la niñez, mantuvo también su verdadera identidad oculta. Nadie debía saber, en esos años de antisemitismo creciente, que era hijo de un judío.
Ricardo Bedoya

¿La lección de Bollywood?


Isaac León Frías retoma el debate sobre el cine peruano a propósito de un artículo de Antonio Fortunic. ¿Es posible crear una industria cinematográfica en el Perú? ¿Es posible esperar que exista algún día?


"En El Dominical de El Comercio del 30 de noviembre último aparece el artículo La Lección de Bollywood, escrito por Antonio Fortunic, en el que se hace un balance periodístico de la industria cinematográfica de la India y se concluye que esa cinematografía, igual que la de Hollywood, deberían servirnos de ejemplo. ¿Ejemplo de qué? Dice Fortunic. “A diferencia de lo que se ha pretendido en el Perú, donde se demanda la excelencia cinematográfica a priori, sin tener en cuenta que nuestro mercado y nuestra industria son aún muy endebles, tanto Hollywood como Bollywood nos demuestran que el camino es exactamente el inverso: construir un sólido cimiento primero y desde allí explorar todo el potencial que la pantalla puede ofrecer”.

Empiezo por decir que me parece un enorme despropósito poner como ejemplos de una más bien improbable industria fílmica nacional esas dos cinematografías y por varias razones:

1) Ambas industrias se gestan en el periodo silente, en países con un gran territorio y volumen de población, y se van afianzando a través del tiempo.
2) Hay diversas circunstancias político-económicas que permiten ese afianzamiento y que no tienen nada en común con las nuestras.
3) Hollywood domina desde los años de la primera guerra mundial el mercado internacional; Bollywood, el enorme mercado interno y el de varios países próximos.
4) Los modelos narrativos activados, con todas las actualizaciones que puedan haber tenido en el transcurso de los años, se han ido sedimentando porque se trata de eso: de cinematografías muy sólidas y con enorme capacidad de producción.


No ha ocurrido lo mismo en otras industrias, cuyo alcance internacional ha sido más restringido o se ha limitado a ciertas etapas históricas (la italiana, la francesa, la británica, la alemana, la japonesa, etc) En la actualidad, países con un potencial económico muy grande como China o Corea del Sur o con un mercado interno bastante afirmado y una clara influencia regional como Irán, están robusteciendo sus respectivas industrias.

En el Perú se intentó hacer cine desde el periodo mudo, pero nunca se creó la posibilidad de formar una industria o apenas si se vislumbró a fines de los años 30. Los problemas de financiación y el débil mercado interno, la ausencia de una legislación que apoye la producción, el copamiento de las salas por los estrenos principalmente norteamericanos y los hábitos del público favorables a los estándares de ese cine, han sido los principales factores de inhibición de una, repito, improbable industria.


Sin embargo, no en el Perú, pero si en otros países de la región hubo en el pasado industrias cinematográficas, en México y Argentina, concretamente. Hoy es muy problemático hablar de la supervivencia de esas industrias que perdieron no solamente el mercado internacional que tuvieron, sino buena parte del mercado interno. Son muy escasas las cintas de esos dos países que obtienen una recaudación importante en el circuito de estreno. Desde que la televisión se consolida, se produce un cambio muy significativo al interior de esas industrias así como un desplazamiento del público de la pantalla grande a la pantalla chica.

Las cosas se han ido complicando aún más en los últimos años, lo que plantea desafíos muy serios a la propia vigencia de las grandes salas con la diversificación de los formatos y las pantallas. Allí están al respecto las declaraciones del mandamás de Dreamworks anunciando la extensión del empleo de la Tercera Dimensión (3D), como una respuesta a los riesgos que se ciernen sobre la supervivencia del cine en espacios públicos.

Que Fortunic proponga seguir las lecciones de Hollywood y Bollywood, y a estas alturas de la historia, no tiene el menor sustento real porque eso supondría tener unas condiciones que aquí y en toda Latinoamérica son inexistentes. Que al mencionar esas lecciones quiera decir que de lo que se trata es de hacer películas de entretenimiento, para más tarde hacer otras que pongan en agenda asuntos importantes, es una falacia. Así no se plantearon las cosas ni en Hollywood ni en los estudios de Bombay. Como él mismo pone como ejemplo a Vidas paralelas, cabe preguntar si la está considerando como una película de entretenimiento, cuando se supone que ese film quiere poner sobre el tapete el tema del terrorismo senderista.

Muchísimas películas norteamericanas han demostrado, desde la década del 10, en la etapa formativa de la industria, que el entertainment y los “asuntos importantes” no son en absoluto incompatibles. Pero es una ilusión pensar que se pueda construir una industria cinematográfica en la época actual en un país como el nuestro. Lo que sí es factible lograr es una pequeña producción (tal vez diez o quince largometrajes al año, en el mejor de los casos) que apunte a las diversas pantallas que son hoy el territorio de difusión del cine.

No es que la crítica demande la excelencia cinematográfica a priori. La excelencia es un bien muy escaso en el mapa del cine mundial. Lo que la crítica no puede hacer es amparar la mediocridad o la nulidad. Lo que tampoco hace el público cuando el resultado es clamoroso y es lo que pasó, justamente, con Un marciano llamado deseo, la película que dirigió Fortunic. Es muy fácil atribuirle a los críticos la razón del fracaso comercial de una película cuando, en verdad, el “poder” de los críticos es estadísticamente ínfimo, incluso en países como Francia o Italia. Postular implícitamente que es necesario hacer cintas como Un marciano llamado deseo para ir creando una industria es más bien hacer aún más abismal de lo que ya es la diferencia entre lo que podría hacerse aquí y esos modelos de comunicación que provienen de las grandes industrias. Más aún, es una invitación al precipicio en caída libre."

Isaac León Frías

sábado, 10 de enero de 2009

El pesado Bergman


Interesante información de la Agencia EFE:


"El libro más completo sobre la obra de Ingmar Bergman, uno de los directores de cine más internacionales y relevantes del siglo XX, saldrá en español este mes bajo el título "The Ingmar Bergman Archives" ("Los Archivos Personales de Ingmar Bergman").
Con documentos inéditos sobre y de Igmar Bergman, el volumen (en un primer momento y como es cada vez más común en los libros de arte) llama la atención por su tamaño de nada menos que 592 páginas de 41 x 30 centímetros, en resumen, seis kilos de papel.
Como bromeó, en entrevista con Efe, el editor de cine de la editorial alemana Taschen Paul Duncan: "¡Si lees el libro de 6 kilos en la cama, sobre las rodillas, el riego sanguíneo de las piernas descenderá pronto!" ¡y no es para menos!
Se distribuye en su versión original con los textos en inglés y sueco, pero para los lectores "en otros idiomas como el español, el francés y el alemán, Taschen ha publicado un libro aparte", indicó Duncan.
Ese libro más pequeño incorpora "todos los textos, pies de foto y anotaciones" del volumen original y además es "más fácil para leer", por lo que "es una bendición" para el lector, reseñó Duncan, ya que ante todo evita que se pueda morir por aplastamiento en el sofá mientras uno se instruye sobre la obra de este cineasta.
En español llega a las librerías estos días tras haber sido laureado con un respetado premio sueco de las Letras, el August 2008 al mejor libro de no-ficción publicado en Suecia.
Un galardón que reconoce la destacable labor que ha llevado a cabo Paul Duncan junto con el editor Bengt Wanselius y otros expertos en la obra del realizador sueco que colaboraron como editores: Birgitta Steene, Ulla Åberg, Bengt Forslund y Peter Cowie.
Para un libro "de estilo narrativo, como de documental -según el editor-, en el que Bergman y todos sus colaboradores contaran la historia de sus vidas juntos durante 70 años".
El título "Los Archivos Personales de Ingmar Bergman" rinde tributo a su contenido, debido a que en realidad muestra y compila documentos y fotografías inéditas y traza un perfil del cineasta, es decir, que con 350.000 palabras distribuidas en 592 páginas, este volumen es prácticamente una biblia sobre Bergman.
De ambicioso se puede calificar este proyecto, de las editoriales Taschen y Bokforlaget Max Ström y la Fundación Bergman que se ha nutrido del contacto directo con Ingmar Bergman (Uppsala, 1918- Faro, 2007) hasta su muerte, quien a pesar de su fama de odiar las entrevistas les concedió "unas 200".
Además, contiene "un DVD con al menos dos horas de cintas caseras de Bergman y partes retiradas de rodajes; todo ello en primicia mundial y que no se han visto anteriormente" e "incluso, un trozo de cinta de la ganadora de cuatro premios Oscar "Fanny y Alexander" que procede de un copia que Bergman veía en su cine en Faro", añadió.
El método ha sido prácticamente de tesis doctoral para unos editores que contaron con el acceso directo a los archivos y documentos del Swedish Film Institute, de la Svensk Filmindustri, de la Sveriges Television y del Royal Dramatic Theatre, así como a otras muchas instituciones, editoriales y periódicos.
Para Duncan, que ya escribió sobre "(François) Truffaut, (Michelangelo) Antonioni, (Roman) Polanski, (Michael) Mann", así hasta cuarenta libros, indicó que "la diferencia entre "The Ingmar Bergman Archives" y los otros libros (de cine) que editó es la medida (del libro) y el alcance del proyecto".
Así como el número de instantáneas (1.112) y su carácter inédito, en una edición gráfica en la que ha trabajado mano a mano Duncan con el que fuera amigo y fotógrafo de Bergman durante 20 años, Bengt Wanselius.
Su primera toma de contacto se produjo en noviembre de 2006, según el investigador, cuando Wanselius "trabajaba en un proyecto similar con el editor sueco Max Ström" y finalmente visionaron "más de medio millón de imágenes".
"Bergman -añadió- nos dio permiso para mirar y usar todo sin que él interfiriera", lo cual "para un hombre que le gustaba "microdirigir" todo, esto fue un gran y cortés regalo por parte de él". Y además "¡Bergman guardaba todo!", exclamó Duncan.
Por lo que, "decidí que este libro iba a ser único, que no sólo iba a tratar de películas si no también de teatro, televisión y las producciones de radio que hizo en sus 70 años de carrera".
EFE

miércoles, 7 de enero de 2009

The host, monstruo depredador


The Host, Monstruo depredador, de Bong Joon-ho, gana con una segunda visión. Es, sin duda, una notable película.

En estos días adquiere, además, una resonancia particular: el monstruo del río Han, mutante por la negligencia de un científico norteamericano que disemina el peligro secundado por un obediente asistente coreano, no puede dejar de verse como la encarnación de uno de esos espantajos que aparecen en el inconsciente en tiempos de crisis. Crisis ecológica en los días en que se hizo la película (cambio climático; virus de cepas nuevas); crisis financiera mundial durante los días en que la vemos aquí.

Plagada de ironías y de ecos amenazantes desde el arranque (la imagen del empresario suicida que alerta del peligro que viene y que nadie, salvo él, es capaz de ver), Monstruo depredador habla de la presencia norteamericana fuera de las fronteras de los Estados Unidos, de su influencia y capacidad para alterar el orden en otros países, generando alarmas monstruosas que las entidades internacionales se encargarán de minimizar previa desinfección con gas amarillo.Pero esa alusión crítica a una situación muy actual y quemante no hace el valor de la película.

El filme es notable en el manejo de sus recursos, en su estrategia visual (con el monstruo entrando al encuadre desde los extremos o acortando distancias desde el fondo hasta el primer término del campo visual), en su uso maestro del espacio en off y en la combinación de géneros: es una cinta con monstruo devorador, pero también un melodrama familiar, un filme de "grupo en riesgo" y una comedia sobre el absurdo que trae consigo el peligro inesperado.

El monstruo es catalizador de la acción. Ante él se unen los miembros de una familia singular, que tratan de recuperar a la niña secuestrada por la bestia. Todos buscan la forma de purgar alguna "falta" o debilidad del pasado. El abuelo lamenta algún supuesto descuido en la crianza de su hijo, limitado intelectual. El "rubio" ha pasado su vida mínima soportando la burla de todos y en su infancia ha robado comida para mantenerse, al igual que el alcohólico que encuentra el monstruo en su camino. A la hermana se le reprocha su falta de velocidad en la final de una competencia de tiro con flecha. El hermano menor, profesional desocupado, lamenta no encontrar un lugar en la sociedad.

Los hombres de la familia, el mayor y el menor, están marcados por el pasado del país. El viejo vio la división de Corea y la intervención norteamericana, origen lejano del gesto que contamina el río Han y muta al monstruo. El joven reprocha el presente, que no reconoce su lucha estudiantil a favor de la democracia.

La niña Hyun-Seo, en cambio, no tiene pasado porque recién empieza. Su secuestro es el punto de inicio de su cambio y madurez.

La irrupción del monstruo focaliza el relato en la formación de un grupo formidable. Los miembros de la familia Park se convierten en prófugos de unas autoridades científicas y policiales que parecen sacadas de una película de los hermanos Marx. Frente a la locura de los poderosos, que dan vueltas en redondo sin saber qué hacer ante el peligro, el arrojo de los Park, su intención de desmentir la manipulación mediática y la decisión de rescatar a la niña, los convierte en una amenaza. Es entonces que la película adquiere la tensa fluidez de un filme de Howard Hawks: los prófugos se unen como un puño para poner sus destrezas al servicio de un fin común.

El tema de la "segunda oportunidad" se impone: cada uno de los personajes la busca. El padre mediante el sacrificio del fin de estirpe. El rubio con la terca disposición del que arriesga todo y se enfrenta cuerpo a cuerpo al peligro, más allá de cualquier torpeza. La tiradora apuntando al blanco para conquistar simbólicamente la medalla de oro que dejó pasar. El hermano desocupado recordando sus habilidades militantes y preparando las bombas molotov que se revitalizan y adquieren un nuevo sentido en sus trayectorias antiimperialistas. Entre los gases y los cócteles molotov, el monstruo encarna el objeto de todas las furias y protestas en décadas de revueltas estudiantiles y manifestaciones ciudadanas en Corea.

El segmento final de la película, con las secuencias de las alcantarillas y de la niña lidiando con el asco, el miedo, el conocimiento de la muerte, el afán de protección y un sentimiento de maternidad vicaria, es muy logrado, como lo es también el plano final: el "idiota" se dignifica haciendo de "abuelo" del niño que su hija adoptó, protegió y salvó de la bestia.

Ricardo Bedoya

Sobre las mejores del año

Después de la publicación de las listas de mejores del año 2008, vale la pena hacer algunas reflexiones y recomendaciones. Así como hay lectores que se entusiasman o al menos se interesan por la lectura de las preferencias de críticos y cinéfilos activos, hay otros que no les dan importancia o que las consideran inútiles por su carga subjetiva o por lo que sea. En mi opinión, las listas dan cuenta de varias cosas: de los gustos personales pero sobre todo, y por detrás de ellos, de los criterios de valoración de una época determinada.

Las preferencias dan cuenta de una manera de ver y sentir el cine. Que con relación a los estrenos se repita un puñado de títulos no debe llamar a sorpresa, pues eso responde a las limitaciones de una cartelera como la limeña. Si estuviéramos, para no ir más lejos, en Buenos Aires, las elecciones no serían tan coincidentes.

Aunque no sea la finalidad principal, las listas orientan (algunos dirán que desorientan) y son una modalidad, sino de pedagogía propiamente dicha, de localización de títulos y autores que vale la pena conocer, más allá de que no necesariamente tengan que gustar o interesar a todos.
A su manera, las listas de preferencias, siempre que no sean puramente subjetivas (el "porque me gusta, pues", sin sustento alguno) son faros sobre esas franjas diferenciadas y especialmente valiosas del enorme territorio del cine. Y, además, son una invitación a la coincidencia o a la discrepancia. Como lo es el juicio crítico. Finalmente, aunque se podrían invocar muchas más razones, es un ejercicio lúdico y placentero que forma parte de la cinefilia, entendida como una pasión que se comparte y que hoy por hoy encuentra en el canal informático una proyección que antes no tenía.

Ahora bien, y a propósito de las listas publicadas en Páginas del diario de Satán, considero necesario establecer criterios de selección. No me parece conveniente una lista de todo lo mejor que se ha visto durante el año en cualquier medio o formato porque confunde y, en este caso, desorienta. Lo han dicho varios lectores.
Es decir, una cosa es hacer la lista de los mejores estrenos comerciales del año (que pueden ser 10, más o menos, como se quiera), aparte los mejores estrenos no comerciales en espacios públicos (léase el Festival de Lima, el de cine europeo, etc.) y otra lo que se ha visto en cable o dvd (o en el extranjero). Pero mezclar todo en una sola lista no es lo recomendable.
En tal sentido, lo que ha hecho el blog También los cinerastas empezaron pequeños, con preguntas muy puntuales a todos los críticos que se han sometido a un pequeño cuestionario, es mucho más aprovechable como balance, mucho más iluminador con relación a un estado de cosas, si lo que se quiere es confrontar qué cosa es lo que ocurre en nuestro espacio público. El video tiene que trabajarse aparte.
Se me dirá que al fin y al cabo todo es cine, y eso es verdad, pero son formas diferentes de hacer ver el cine y una lista que no establece diferencias puede terminar, incluso, haciendo creer que en Lima se ha visto en salas comerciales lo que no se ha visto ni se verá. Por ello recomiendo que a fin de 2009 haya una propuesta diferenciada de listas preferenciales y, en el caso de los DVD (y Blu-ray), que las preferencias se limiten a lo que se ha editado a lo largo del año para que no se abra el abanico de las preferencias de forma tan ilimitada. Para eso hay otras listas que no tienen por qué hacerse a fin de año, sino en cualquier momento.

Isaac León Frías

martes, 6 de enero de 2009

Otra encuesta: DVD


Encuesta sobre los mejores DVD y Blu-ray editados este año. Aparece en la imprescindible DVD Beaver.

Aquí está:

lunes, 5 de enero de 2009

Pat Hingle (1924-2009)


Trabajó mucho en series de televisión y en la serie de Batman que inició Tim Burton a fines de los ochenta, pero Pat Hingle será recordado siempre como el padre de Warren Beatty en Esplendor en la hierba (1961), la maravillosa película de Elia Kazan. Corpulento, cojo, exaltado, impositivo, vociferante, autoritario, Ace Stamper, el prepotente millonario de Kansas, suscitaba sentimientos contradictorios. Por un lado, aparecía como el intransigente y sexista conservador opuesto a la relación de su hijo Bud, el wonder boy, con Deanie Loomis, la pobre, enamorada, deseosa y entrañable Natalie Wood, enloquecida de represión. Por otro lado, resultaba conmovedor en su amor por el muchacho, su orgullo, y en su turbación por los desafueros de la hija, encarnada por Barbara Loden, la flapper descontrolada en los turbulentos años veinte.

El genio de Kazan logró que Hingle luciera a la vez brutal y frágil, tortuoso y quebradizo. Terminaba muerto en un callejón, luego de arrojarse al vacío empujado por el crac de 1929.

Ricardo Bedoya

Películas para el 2009

Tal vez no veamos ni la décima parte de los títulos que siguen, pero estas son algunas de las películas que se anuncian aquí o afuera para 2009.

The Changeling y Gran Torino, de Clint Eastwood
Inglorious Bastards, de Quentin Tarantino
Che, de Steven Soderbergh
El curioso caso de Benjamín Button, de David Fincher
Frost/Nixon, de Ron Howard
El luchador, de Darren Aronovski
Milk, de Gus Van Sant
Watchmen, de Zack Zinder
Wolfman, de Joe Johnston
Star Trek, de J.J. Abrams
Up in the Aire, de Jasón Reitman
Slumdog Millionaire, de Danny Boyle
In the Electric Mist, de Bertrand Tavernier
Bellamy, de Claude Chabrol
Drag Me to Hell, de Sam Raimi
Adoration, de Atom Egoyan
Green Zone, de Paul Greengrass
La lectora, de Stephen Daldry
Where the Wild Things Are, de Spike Jonze
Public Enemies, de Michael Mann
Shorts, de Robert Rodriguez
The Informant, de Steven Soderbergh
Sherlock Holmes, de Guy Ritchie
Ágora, de Alejandro Amenábar
Anticristo, de Lars Von Trier
Taking Woodstock, de Ang Lee
Shutter Island, de Martin Scorsese
Avatar, de James Cameron
The Misterious Mr. Fox, de Wes Anderson
La cinta blanca, de Michael Haneke
Las hierbas locas, de Alain Resnais
Un profeta, de Jacques Audiard
Coraline, de Henry Selick
Funny People, de Judd Apatow
Adventureland, de Greg Mottola
Revolutionary Road, de Sam Mendes
Easy Virtue, de Stephan Elliot
Los abrazos rotos, de Pedro Almodóvar
The Soloist, de Joe Wright
The Box, de Richard Kelly
Rostros, de Tsai Ming-Liang
Venganza, de Johnnie To