domingo, 30 de septiembre de 2012

Semana de cine del Brasil

El viernes 12 de octubre se inicia la “VI Semana de Cine Brasileño”, organizada por el Ministerio de Relaciones Exteriores del Brasil.

Los siete largometrajes de la muestra se proyectarán en el Centro Cultural de la Pontificia Universidad Católica del Perú. Se contará con la participación de la actriz Karine Teles (Madame Satã, Riscado)

Las películas programadas son:

"Riscado" / "Oficio", de Gustavo Pizzi. Protagonizada y escrita por Karina Teles.

"Palavra (en)Cantada" / "Palabra (en)Cantada", de Helena Solberg

"Heleno", de José Henrique Fonseca
"O samba que mora em mim" / "La samba que vive en mí", de Georgia Guerra

"O palhaço" / "El payaso", de Selton Mello
"Além da estrada" / "Por el camino", de Charly Braun
La entrada a todas las películas es libre.

Balada triste en el circo maldito...o lo que sea

La película que se exhibe en los cines con el título "El circo maldito" es "Balada triste de trompeta", de Alex de la Iglesia. Una más para la antología del disparate.

jueves, 20 de septiembre de 2012

Toda una vida

“Toda una vida”, de Mike Leigh, es un retrato de grupo que mezcla el humor, la melancolía, la observación social, la congoja por el paso del tiempo y el inevitable envejecer, la aflicción por los afectos que no se llegan a consolidar, entre otros sentimientos que se apuntan y se desvanecen en el año cubierto por el arco narrativo del filme.

La puesta en escena de Leigh está al servicio de sus actores. Ellos encarnan las expectativas y las decepciones que movilizan la acción. Aunque decir acción es, tal vez, usar un vocablo equívoco. La fluencia dramática de “Toda una vida” no está determinada por giros ni sucesos extraordinarios. El episodio más “intenso” que ocurre es la muerte de un personaje al que nunca conocimos. Asistimos, más bien, a escenas de la vida familiar de Tom y Gerri, a episodios cotidianos, a retratos de interiores, a una suma de encuentros domésticos, cenas, conversaciones, cuidados del jardín, juegos, que se suceden al ritmo de las estaciones del año. Y con cada estación llegan nuevos personajes. Y con cada personaje, aparecen nuevos talantes y asuntos de conversación.

Y se van trazando curiosas simetrías y oposiciones, todas teniendo como eje a Mary (la formidable Lesley Manville), el personaje omnipresente: ella habla de más, mientras el invernal Ronnie, hermano de Tom, casi no habla; Mary desea a Joe, el hijo de la pareja, mientras que Katie, posee a Joe; Mary siente que ha dilapidado su vida; Ken, el amigo alcohólico de Tom, que desea –sin ser correspondido- a Mary, siente lo mismo de su propia vida.

Otra simetría, la de la desesperanza. La película se abre y se cierra con un gesto de escepticismo frente a la posibilidad de ser felices. El personaje de Imelda Staunton, al que no volvemos a ver, es el equivalente perfecto de la Mary desolada del plano final.

Tal vez “Toda una vida” resulte demasiado “escrita”, casi ejemplar en su perfecta división en “actos” y en su didáctica presentación de la idealizada tolerancia de Tom y Gerri, siempre dispuestos a la comprensión de todos y de todo, pero no cabe duda que Leigh es un maestro creando personajes, momentos, tensiones, atmósferas. En una palabra, situaciones a las que asistimos para escuchar las confidencias de Mary mientras la acompañamos con un vino en la mano.

Ricardo Bedoya

lunes, 17 de septiembre de 2012

Revisionismo y memoria selectiva

La teta asustada
Creo que los argumentos de Emilio desbaratan el intento "revisionista" de negar lo que es patente. Los títulos de las películas realizadas en las décadas de los años ochenta y noventa hablan por sí solas.

Pero lo que llama la atención en el artículo de Martha Meier no solo es su flagrante desconocimiento del pasado, sino algunos sintomáticos silencios de ese presente del cine peruano que dice valorar.

Silencios llamativos en un artículo que destaca los méritos de una nueva generación que "está completando el canon cinematográfico nacional con obras que tienden finalmente un pùente entre la cinematografía, la memoria del terrorismo y cómo afectó al Perú...", según escribe.

Silencio absoluto sobre dos películas que, tratando el asunto, de modo directo o indirecto, mayor relieve han tenido en festivales internacionales.

Ni palabra sobre "La teta asustada", de Claudia Llosa, que describe la trayectoria de una joven que hereda una patología singular producto de la violencia a la que fue sometida su madre por un destacamento militar.

Ni una mención a "Días de santiago", retrato de un licenciado del Ejército, veterano de la lucha contra Sendero y en el Cenepa, abandonado a su suerte en una ciudad que ve como prolongación del campo de batalla.

De esas películas, que ofrecen visiones complejas, críticas, poco institucionales, que propician también el debate sobre los derechos humanos, entre muchos otros... nada, ni una palabra.

Omisiones selectivas y oportunas.


Ricardo Bedoya

Emilio Bustamante responde a Martha Meier

Emilio Bustamante responde al artículo publicado por Martha Meier MQ. en El Dominical de El Comercio de ayer.

"El último número de El Dominical de El Comercio está dedicado al arte y la violencia a veinte años de la captura de Abimael Guzmán. La directora Martha Meier publica allí un texto titulado “Terrorismo en pantalla”. En la nube del texto se lee: “La creación cinematográfica sobre la violencia desatada por Sendero Luminoso ha sido escasa. Es la valentía de una nueva generación que narra lo que los mayores olvidaron contar”.


Meier reafirma en el cuerpo de artículo que son las nuevas generaciones de cineastas “quienes empiezan a narrar con valentía los impactos del senderismo en la vida nacional”, y menciona a tres cineastas representativos de estas nuevas generaciones: Fabrizio Aguilar (Paloma de papel, Tarata), Rosario García Montero (Las malas intenciones) y Héctor Gálvez (Lucanamarca, Paraíso). Señala:

“A diferencia de otros países desangrados por la violencia, en el Perú no se generó en este arte -básicamente monopolizado por una élite afincada en Lima- una tradición que recogiera ese terror. Si uno se basara en la producción cinematográfica parece que nada pasó, es como si se hubiera tratado de imponer el olvido y la desmemoria, ya sea por falta de perspectiva histórica, de coraje, o por intereses subalternos.”

Añade Meier que cuando los cineastas “mayores” trataron la violencia terrorista lo hicieron “superficial y aisladamente”, y menciona a Francisco Lombardi quien en La boca del lobo habría hecho “de las Fuerzas Armadas los villanos”, y a Chicho Durant, quien en Coraje habría narrado “anecdóticamente los últimos días de la lideresa popular María Elena Moyano”.

Las causas de esta supuesta ausencia del tema del terrorismo serían, según Meier: 1. Lo complicado y oneroso que es producir una película en el Perú, lo que habría llevado a los cineasta peruanos “a desarrollar una perversa dependencia de fondos estatales e internacionales -altamente ideologizadas- que, en no pocos casos, han terminado por moldear sus propuestas”; y 2. La tardía asunción de la perversidad de Sendero Luminoso por los “cineastas provenientes de las canteras de la izquierda”.


La primera impresión que se tiene al leer el artículo es que Meier está mal informada. Desde mediados de la década de 1980 hasta el año 2000 fueron numerosas las producciones nacionales que se ocuparon de la violencia desatada por Sendero Luminoso, de manera directa o indirecta. Recordemos a los largos: Malabrigo (1986) de Alberto Chicho Durant, La boca del lobo (1988) de Francisco J. Lombardi, Juliana (1989) del Grupo Chaski, Ni con Dios ni con el diablo (1990) de Nilo Pereira, Caídos del cielo (1990) de Francisco J. Lombardi, Alias La Gringa (1991) de Alberto Chicho Durant, La vida es una sola (1993) de Marianne Eyde, Sin Compasión (1994) de Francisco J. Lombardi, Anda, corre, vuela (1995) de Augusto Tamayo, Bajo la piel (1996) de Francisco J. Lombardi, Coraje (1998) de Alberto Chicho Durant, Mártires del periodismo: Uchuraccay (1999) de Luis E. Berrocal, Dios tarda pero no olvida (1997), Dios tarda pero no olvida II (1999), y Sangre inocente (2000) de Palito Ortega Matute. Recordemos a los cortometrajes: Una pequeña mirada (1992) de Dany Gavidia, Enigma de Santos (1992) de Edgardo Guerra, La misma carne, la misma sangre (1992) y Kentishani y Shaavaja (1995) de Aldo Salvini. (...)


El artículo sigue aquí: http://apreci.org/

jueves, 13 de septiembre de 2012

Kenji Misumi: un ciclo indispensable

El lunes 17 empieza un ciclo dedicado a Kenji Misumi, al que algunos recuerdan por sus películas sobre Zatoichi, el espadachín ciego, personaje retomado por la película de Kitano.

Pero Misumi transitó por muchos otros géneros y eso es lo que comprobaremos con esta muestra de 5 películas que presenta la Embajada del Japón, con el auspicio de la Fundación Japón y el apoyo del Centro Cultural Peruano Japonés.
Se proyectarán en copias en 35 milímetros:

Lunes 17 de septiembre: Cuento de fantasmas (Yotsuya Kwaidan)  1959, 84 minutos

Martes 18 de septiembre: Hijo del destino (Kiru)  1962, 71 minutos

Miércoles 19 de septiembre: En el camino por siempre (Mushuku Mono)  1964, 89 minutos

Jueves 20 de septiembre: La espada  (Ken) 1964, 94 minutos

Viernes 21 de septiembre: Río de lágrimas (Namida Gawa) 1967, 79 minutos

Lugar: Auditorio Dai Hall, Centro Cultural Peruano Japonés (Av. Gregorio Escobedo 803, Residencial San Felipe, Jesús María – teléfono 5187450), a las 19:30 horas.

El cuervo

“El cuervo” es una fantasía de misterio que tiene al escritor Edgar Allan Poe como personaje principal. Poe, mejor dicho John Cusack, se convierte aquí en la clave para desentrañar una serie de asesinatos basados en cuentos como La fosa y el péndulo, La barrica de amontillado, La máscara de la muerte roja, entre otros.


El modelo mayor de una historia así pudo haber sido Eco y sus novelas, pero la referencia queda un poco ancha. Aquí estamos más bien en los dominios de un Dan Brown que cambia a los templarios por Poe. Y piensa en “Se7en, pecados capitales” para condimentarlo con el clima de algunas películas de la Hammer y, claro, del propio Roger Corman, aunque sin los delirios visuales ni cromáticos del veterano director de “El entierro prematuro”.

El director de “V de venganza”, James Mc Teigue, ilustra con claridad didáctica dos líneas dramáticas: una de horror y otra de amor. Ambas están entrelazadas por la pesquisa que llevan a cabo el jefe de la policía y el escritor para atrapar a un asesino en serie que es además un lector escrupuloso. En el camino, se van repartiendo los lugares comunes esperables: las escenas con la fosa y el péndulo actuando de la manera en que no lo pudo mostrar Corman; la persecución por las alcantarillas; las secuencias de morgue; las falsas pistas sembradas por el responsable; el inesperado culpable; el baile de disfraces, filmado con desgano y a la carrera, muy por debajo del exaltado frenesí del Corman estilista de “La máscara de la muerte roja”.

Algunos momentos, por aislado, funcionan, porque tienen atmósfera, pero el conjunto deja la impresión de un desarrollo mecánico y aplicado. La secuencia final, en París, es un añadido absurdo.

Ricardo Bedoya

Los indestructibles 2

Parecen salidos de un viejo VHS grabado en velocidad EP, con varias horas de escenas de una antología de "Rambo” y similares.


“Los indestructibles 2” pone a los héroes de la imagen analógica de los ochenta arruinando cachivaches de verdad y no figuritas digitales. Las primeras secuencias, en Nepal, con los retocados dinosaurios al rescate del multimillonario, son una apoteosis de la destrucción de hojalata. Aviones, tanques, vehículos marítimos, cualquier objeto es bueno mientras sea macheteado y permita a los mastodontes llegar a su objetivo.

De allí en adelante, se suceden las escenas de la película como si fueran trailers de secuelas inexistentes de “Desaparecido en acción”. Y las apariciones de Arnold, Norris, Willis, entre otros, tienen al aire de ser “cameos” narcisistas, no por previsibles menos divertidos. “Los indestructibles 2” tiene tanta coherencia como las frases que balbucea Stallone, pero resulta desfachatada, enérgica, festiva.

Ricardo Bedoya