miércoles, 22 de octubre de 2008

Relaciones peligrosas (Antes que el diablo sepa que estás muerto)



Sidney Lumet tiene 84 años de edad y en más de medio siglo como director ha hecho de todo: películas notables, como El príncipe de la ciudad, El grupo, Running on Empty, Long Day’s Journey Into Night, The Anderson Tapes, pero también cintas sin interés o desastres, como Garbo habla, El mago, Equus, El poder, entre otras. El filón más celebrado de su carrera está conformada por las películas humanistas, de conciencia social, “positivas”, con personajes que, al cabo, se revelan ejemplares, discurso claro, propósito reivindicativo y “mensaje” telegrafiado, como Serpico, Network o Tarde de perros, que son estimables sin dejar ver el costado más atractivo y contradictorio del director.

Es decir, al realizador pesimista y hasta desesperado que encuentra inspiración en los componentes más oscuros y pulsionales de la naturaleza de sus personajes o de sus pequeños entornos o núcleos familiares. Por eso, Relaciones peligrosas (desafortunado título para el original “Antes que el diablo sepa que has muerto”) es una de sus películas más fuertes, auténticas e interesantes.

Desde la secuencia de sexo inicial, nos topamos con personajes sin carisma ni redención. Algo chirría en las diferencias corporales entre Philip Seymour Hoffman y Marisa Tomei. Hay un desarreglo original, una falla esencial, una falta de armonía que es la piedra basal de esta película que encuentra su sentido en el fraccionamiento, la ruptura, la alternancia entre expansión y deconstrucción. Esa relación es tan disfuncional como el plan criminal del asalto a la joyería que vemos inmediatamente después: durante dos horas, la estructura acronológica del relato hace patente esas discordancias.

Son fallas que vienen del pasado, no se resuelven en el presente y van a manchar el futuro. Tienen que ver con el origen de la familia, su constitución original, los roles que asumieron todos en algún momento, pero también con sus proyecciones y las grandes y pequeñas ambiciones de cada quién.

Philip Seymour Hoffman y Ethan Hawke son los hermanos que deciden robar el negocio de sus padres para salir de agobios económicos. Ni “buenos” ni “malos”, son más bien seres débiles, apocados a pesar de la apariencia de éxito de uno de ellos, dependientes, presionados por deudas, escasos de carácter, personajes sin brillo, opacados por la imagen poderosa del padre (Albert Finney).
Ni siquiera llegan a ser despreciables; a lo más, suscitan alguna compasión.

Se mueven en ambientes sórdidos, espacios opresivos, oficinas impersonales, habitaciones con el mobiliario desordenado. Transitan por exteriores agresivos en su palidez y por interiores saturados de luz azul o violeta. Dada su incompetencia todo lo que hagan saldrá mal, inevitablemente. Lumet juega una carta difícil: enfrentar al público con personajes con los que no cabe identificarse, anunciando desde el inicio la caída de todos y la catástrofe general, lo que significa eliminar el suspenso como principio dinámico de un filme que arranca con un atraco y la exposición de un plan criminal.

En Relaciones peligrosas no se despliegan afectos, complicidades, admiraciones, cercanías o simpatías con ningún personaje. Tampoco se crean expectativas acerca de las posibilidades del éxito del atraco, que es la situación que impulsa el relato. Erradicadas la identificación y el suspenso, sólo queda la mirada de Lumet, que se decide a trazar la crónica de un fracaso y a dar testimonio de una implosión familiar y de la descomposición de la estructura misma de un "heist film" (película de "atraco").

La virtuosa habilidad del guión de Kelly Masterson construye una tensión dramática cerebral, urdida desde fuera, que desmonta el mecanismo de una trama criminal carcomido por termitas que vienen del pasado familiar. Y mientras se desmonta el funcionamiento de la familia, la película misma muestra sus costuras y expone su engranaje narrativo. El relato salta en el tiempo: ubica un presente, va a sus antecedentes, vuelve, se adelanta, regresa, pero sin convertirse en una estructura laberíntica ni un rompecabezas que se arme ante nuestros ojos. Es una forma de descentrar la acción, de sabotear las expectativas sobre cualquier posible e inexistente suspenso, de analizar el implacable engranaje del fracaso y, lo principal, de mostrar la fatal sucesión de hechos que conducen a la tragedia.

Moviendo los hilos desde arriba, Lumet mantiene una mirada crítica, dura, fría, que se disfraza en la funcionalidad del notario que apunta la hora, la fecha y la ocurrencia. Y que parece saberlo todo, manipulando a su antojo la sucesión de los hechos, haciéndolos saltar con cierta eficacia sumaria y desaliño formal, imponiendo formas de paso toscas y movilizando las debilidades y carencias de los personajes, que pasan de la seguridad al desamparo y a una histeria un tanto sobreactuada, sobre todo por Etan Hawke, que despliega en los momentos cumbre los tics nerviosos y crispados al uso en el Actor’s Studio. Tal vez allí radique la debilidad del filme: su determinismo dramático, la fatal mecánica que tritura a los personajes hasta convertirlos, a ratos, en unos monigotes jaloneados por el destino.

Ricardo Bedoya

5 comentarios:

Anónimo dijo...

Están hinchando mucho a Lumet que nunca fue un gran director y que fue un segundón entre los que comenzaron en la época de la televisión. Esta película es estimable pero nada más.

Anónimo dijo...

Es verdad, Lumet no pasa de una
cierta medianía y nunca ha hecho
una gran película ni esta última
lo es.

Anónimo dijo...

Un "segundón" el autor de El prestamista? Muy pocos directores han plasmado de manera excepcional la rabia contenida y el dolor del alma como Lumet hace en dicho film. Un "mediocre" el realizador de Serpico? Lumet puede ser cínico (Network), demoledor (El príncipe de la ciudad), áspero (Q & A) pero jamás anodino. Sus propuestas son feroces, sin concesiones. Relaciones peligrosas (Before the devil knows you're dead) es notable y he tenido la suerte de disfrutarla en pantalla grande. El último Lumet ha elevado el nivel de nuestra mediocre y "segundona" cartelera.

Anónimo dijo...

El príncipe de la ciudad es lo mejor que ha dirigido Lumet,y
luego Q & A, pero Sérpico, Fail Safe, The Verdict y Tarde de perros no pasan de la eficacia narrativa. Igual Network y The Hill. El prestamista está sobrevalorada i gual que Doce hombres en pugna. Y hay doce o
quince mediocridades insalvables:
The Fugitive Kind, The Anderson Tapes, The Offence, Equus, Crimen en el Expreso Oriente, Deathtrap,
Daniel, Garbo Talks, The Power,
The Morning After, The Wiz, Un extraño entre nosotros, Culpable como el pecado, etc. No inventemos autores donde no los hay.

Raúl W.

Anónimo dijo...

Si Lumet es "segundon" que le queda al resto????